Entrevista a Luz Fernández del Castillo, protagonista de la película “Después del final”, de Pablo César

Quién se lo iba a decir a esta mujer escritora e intelectual que al rondar los 90 años de edad iba a participar como protagonista en una película de ficción sobre su vida, dirigida por ese, según ella, “chiflado”, que es Pablo César.
Mitad argentina y mitad española, Luz Fernández del Castillo es entre otras cosas escritora, editora, egresada de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires e integrante de grupos de investigación y reflexión filosófica. El Festival de Biarritz entrega todos los años un premio que lleva su nombre.
“Después del final” supone su debut como actriz, donde ella se interpreta a sí misma, y en esta nota con Cinestel nos cuenta sus reflexiones más profundas acerca del statu quo actual y algunos de sus recuerdos de un pasado tanto artístico como lleno de promiscuidad literaria.
Del Castillo, como bien muestra la película, tuvo que lidiar con sumas dificultades tanto de joven como ya en la edad adulta, aunque también hubo aciertos y satisfacciones. Además, recita textos de una manera extraordinaria y explica anécdotas propias con mucha gracia y desparpajo, como sintiéndose feliz por lo que cuenta. Luz asegura que en otras épocas había situaciones que se vivían y sentían de otra manera, como cuando a Alfredo Palacios, un famoso argentino, político, socialista y profesor de filosofía -donde ella hizo dos carreras- le pidió que le agarrara por la cintura, pero él subía las manos hacia la altura del pecho. Y cuando Luz le decía: «Pero la cintura está más abajo», el también abogado y legislador le respondía: “Ay, pero con la inflación todo sube”.
Para poder hacer la película, Luz Fernández escribió un libreto cinematográfico inicial que luego fue adaptado al cine por el guionista Jerónimo Toubes, dando aspecto a unos diálogos originales de la protagonista que unas veces estaban escritos en prosa y otras en forma de ensayo o de cuento. A partir de ahí, Toubes sumó lo que dirían en el film los otros personajes, otorgando así una la apariencia final de un relato coherente con lo que es el lenguaje del cine.
Luz ha encontrado satisfacción en su vida y en su trabajo, pero también enfatiza su preocupación por el estado actual de la cultura criticando el desconocimiento del significado de la palabra «ética» y el “desinterés y la ignorancia” que ella ve entre muchas personas de las generaciones más recientes.
Para comenzar esta entrevista, Del Castillo nos aclara las diferencias que encuentra entre Borges y Lorca, que oscilan a partir de las referencias al tiempo del primero y las obsesiones con respecto al amor del segundo: “Esa es una historia que tiene larga cola. Borges no voy a discutirlo, porque discutir a Borges es como discutir a Mahatma Gandhi y la no violencia. Borges es un genio, no cabe absolutamente ninguna duda de que es un intelectual de fuste. Yo no sé si Lorca es tan buen escritor o tan genial como Borges, pero lo que tiene Lorca nunca lo podrá tener Borges”.
“¿Ustedes se pueden imaginar a Borges diciendo «aquella noche corrí el mejor de los caminos, montando en potra de nácar sin bridas y sin estribos»? ¿Ustedes se imaginan a Jorge Luis diciendo eso? ¿Ustedes pueden imaginar a Borges diciendo «sus muslos se me escapaban como peces sorprendidos? ¡No! Pero los mediterráneos tenemos esa sangre andalusí que Borges no tiene. No hay nada que hacer, no hay vuelta de hoja. Él no puede escribir así. Son dos escritores completamente distintos. Como es distinto el Quijote y los textos de Cervantes respecto a los de Dante Alighieri. Y no por eso uno es mejor o peor que el otro”.
“Borges fue un hombre que sabemos cómo vivió toda su vida, ¡ciego, pobrecito!, -igual que le pasó a Milton-, que vivió con su madre, un hombre que fracasó completamente con las mujeres. Es cierto que a Lorca no le interesaban las mujeres, pero en lo demás fue un hombre que puso hasta la última gota de sangre. Así que los dos son geniales, extraordinarios y maravillosos”.
– En la película “Después del final” hay una parte dedicada explícitamente al miedo a la muerte. ¿Dónde encuentras tú esos temores? ¿En tu día a día? ¿En la literatura?
El ser humano es finito. O sea, empieza a morir desde que nace. Si hay una cosa de la cual nadie en la historia de la humanidad desde el Homo Sapiens hasta nuestros días puede dudar es que va a morir. Ahí no queda otra. Por otro lado, el hombre ante ese deseo de infinitud, pero con esa desgracia que es la finitud, creó el arte. El arte es la forma de exorcizar la muerte. Es una forma de darle legado e inmortalidad a la obra de uno. Esa es una de las formas que tiene el hombre de burlar la muerte. Porque yo estoy absolutamente convencida, José Luis, que toda persona que es recordada siempre, no ha muerto del todo.
Ese ser maravilloso que fue mi padre, para mí sigue vivo, porque yo lo recuerdo por lo menos quince o veinte veces por día. Y por otro lado, la muerte se acuesta todos los días conmigo en la cama. Así que yo ya estoy preparada para morir, sé que está muy cerca.

Luz Fernández del Castillo junto a Héctor Bidonde en la película
– Lo que sí parece es que no has parado de hacer cosas en tu vida. Sorpréndenos a quienes no te habíamos conocido tan de cerca.
Nosotros tenemos una fundación, que es la Fundación Alfonso y Luz Castillo, que fue la primera dedicada exclusivamente a la fotografía, video y arte digital de América Latina y una de las cinco que hay en el mundo. Es un edificio de 1.800 metros cuadrados donde hay de todo, desde biblioteca, salas de audio, locutorio,… Es una especie como de pequeño teatro. En fin, es muy completa. Pero entonces yo hice artes visuales. Escribí desde muy pequeña y también hice filosofía, que fue lo que enseñé 27 años de mi vida.
Así que estuve siempre ligada a lo humanista. No sé sumar quebrados, pero sí sé quién es Platón. Por esas cosas que tiene la vida, que nunca entenderé, soy doctora en ciencias económicas, cosa que yo nunca ejercí porque no sé ni firmar un cheque, y yo previamente pienso en qué debe haber en los balances, pero lo no hay, entonces cierro el libro y me voy a mi casa. Así que mi carrera universitaria jamás la ejercí. Pero sí, dediqué toda mi vida a la cultura. Tal vez porque creo que a lo que el hombre más aspira es a la libertad. Y la única arma que existe hasta el día de hoy para librarnos de la esclavitud, de la ignorancia, es la cultura. Todavía no se inventó otra.
Si el hombre quiere ser libre, tiene que ser culto. Si no, yo creo que hay que hacer aquello que decía este gran argentino que se llamó Domingo Faustino Sarmiento, que escribió en su libro Civilización o Barbarie. Para barbarie, bastante la que tenemos ya en este mundo. Es suficiente la barbarie que tenemos hoy. Creo que hemos llegado a uno de los puntos más bajos, intelectualmente hablando, de la humanidad.
Así que hoy tenemos la generación de cristal. Yo, en cambio, pertenezco a la generación de hierro. Aquellas que teníamos la ética como diosa suprema. Aquellas que sabíamos distinguir sexo de erotismo, valor con precio, ser con tener y éxito con talento. Y hoy tienen totalmente todos estos conceptos puestos en la misma olla.
Lamentablemente es así. Como decía mi amado José Ortega y Gasset, uno de los amores de mi vida, en cualquier momento se corre el telón y aparece la selva. Nos volvemos a subir al árbol, caminamos en cuatro patas y si tenemos plata con lo que cuesta la comida, por lo menos en la Argentina, por ahí podemos comer banana. En eso estamos hoy. Mejor dicho, el mundo entero está así, porque si esto fuera un problema solamente argentino, no tiene ninguna importancia. Por desgracia es un problema mundial.
El desinterés, la ignorancia, el analfabetismo ilustrado, gente que no ha leído un solo libro en toda su… vida, gente que no tiene idea, gente que vive con el celular en la mano porque es lo único que puede entender, gente a quienes se les ha quitado filosofía y lógica en todas las escuelas, con lo cual no se les enseña a pensar. Y si bien yo no soy conspirativa, no puedo menos que reconocer que cuanto más analfabeto es un pueblo, es más fácil de manejar.
– Y de manipular, también. ¿Verdad?
Claro, por supuesto, de manejar, de manipular, de llevar por donde el que manda quiere. Es así, esto es muy lamentable. Pero, bueno, no queda otra.
Quien me dijo a mí que yo tenía las condiciones de artista fue Carlos Saura. Un día en su casa, en Collado Mediano, lo había invitado yo a almorzar, y charlando así en el restaurante me dice «Oye Luz, tú tienes voz de sombra». Y yo le digo, ¿nada más que eso? «Sí, tienes voz de duende lorquiano». Digo, no me digas. No, Carlitos, querido, yo lo que tengo es voz de pucho. Y él me dice, «¿y eso qué es?» Digo, pitillo, cigarrillo.
Y me acuerdo que me dijo: «¿Vosotros los argentinos le decís al cigarrillo pucho?» Querido qué vamos a hacer, ¡vaya! si yo siempre lo he dicho, que gente más esnob que los argentinos no existe, y él me dijo: «Mira Luz, tú eres Lana Magnani, tú podías ser la Lana Magnani del cine actual» y yo le dije ¡por lo fea! Y me dijo, «¡quita ya, quita yaaaa!». Entonces me dice, «No, porque la gente normal, cuando cuenta algo, lo relata. Tú lo actúas.» Y yo me quedé pensando y dije: ¡Joder, a mí nunca me habían dicho eso en mi vida! Es más, nunca me había dado cuenta.
Cuando él me lo dijo, yo tenía más o menos 87 o 86 años, así que yo dije, ¡bueno, un poco tarde!, ¿no? ¡Y quién me iba a decir que un año después este chiflado de Pablo César me iba a llamar para hacer una película!
– ¿Sabes? Escuchándote yo creo que estás bien satisfecha de lo que ha sido tu vida. ¿No es así?
Yo creo que sí, porque, como suelo decir, hay una cosa que yo no podría soportar. Es aquello que dice Gustavo Adolfo Bécquer, otro de los amores de mi adolescencia: ¿Quién al fin al otro día, cuando el sol vuelva a brillar, de que pasé por el mundo, quién se acordará? Eso yo no lo quiero para mí. Quiero dejar un legado. Quiero justificar mi paso por esta humanidad.
Tengo un legado biológico, dos hijos, siete nietos, dos bisnietos, bueno, está bien. Pero el legado biológico, si bien emocionalmente es lo más importante de mi vida, lo tienen también las vacas, los toros, los elefantes, los tigres, las ovejas, los gatos y los perros. Yo quiero otro tipo de legado, además del biológico. Y por eso es por lo que he hecho todo esto, toda mi vida.
Yo he vivido, José Luis, mi vida a mi manera. He amado, he hecho lo que quise. Y más aún, y más importante, quise lo que hice. Y eso me hace ser una privilegiada. No todo el mundo en la vida puede decir eso. Yo soy una persona que estoy sola ahora, sé gozar de mi soledad. No la cambiaría por nada en el mundo. No hay más diálogo que yo disfrute más que la charla entre yo y mí. A veces me enojo conmigo misma y estoy varios días sin hablarme, pero después me amigo de nuevo. O sea que estoy en la soledad, en la tranquilidad, pero fundamentalmente en la paz.
Yo sé que todas las mañanas cuando me peino, me lavo los dientes, me lavo la cara, me puedo mirar al espejo con la seguridad de que puedo tener paz. Eso es lo más importante. La felicidad son chispazos, pero la paz interior es una cosa permanente.
– Y sin embargo sigo pensando que la frase esa que decís en la película de «Hoy es siempre todavía», de Machado, creo que es importantísima también, me parece, como concepto. Por eso se repite varias veces.
Sí, bueno, porque yo he sido una mujer muy promiscua. A mí me hubiera gustado encamarme con algunos hombres que nunca pude. Pero yo dormí toda la vida una noche con Ortega y Gasset, con los dos, como dirían acá, con Ortega y con Gasset. Una noche con Miguel de Unamuno. Una noche con León Felipe. Una noche con Machado. Y hablar de una noche con Platón. Pero bueno, así que como tú verás, soy una mujer que le han gustado mucho los hombres. Sobre todo ese tipo de hombres.
No soy feminista. Mejor dicho, feminista actual. Si estamos hablando de las sufragistas inglesas, yo estaría con ellas encadenándome a las rejas. Pero la feminista actual no me interesa. Yo creo que el hombre es lo más maravilloso que Dios ha hecho en la Tierra. Y creo que si él no existiera, habría que crearlo.
©José Luis García/Cinestel.com