“Romería”, la película ideal que cierra la trilogía de Carla Simón

Tras “Estiu 1993” y “Alcarràs”, la cineasta Carla Simón llega al cierre de su trilogía sobre la familia con esta nueva película, “Romería”, que sin duda es la más lograda de las tres y la que está mucho mejor conectada al más profundo universo de emociones personales de la directora, pues estamos ante una historia que guarda relación directa son lo que sucedió en la realidad con sus padres biológicos.
Marina, protagonizada por la debutante Llúcia Garcia Torras, es una chica catalana que recién acaba de cumplir su mayoría de edad y que decide viajar a la ciudad gallega de Vigo para conocer a su familia biológica, sabiendo a priori que la pareja que la concibió falleció a consecuencia de la adicción a la heroína y de la gestión de esa enfermedad llamada SIDA.
Aquí la protagonista intenta reconstruir su historia familiar, en parte algo desconocida para ella.
“Romería” describe el impacto emocional que para una chica de 18 años tiene el encontrarse cara a cara por primera vez con aquellos familiares más íntimos por tener afinidad consanguínea, al tiempo que también pormenoriza todo un abanico de reacciones de distinta índole entre sus parientes residentes en Galicia; algunas de ellas mostradas de una forma muy sutil en la película.
Viendo esta historia tan bien explicada, uno se da cuenta enseguida de la sobredimensión que siempre se le da al factor económico. ¿Hubieran reaccionado de la misma forma los consanguíneos si los padres de Marina tuvieran que haber emigrado a Argentina donde, por cierto, a los españoles se los llama “gallegos”? Seguro que no, e inclusive ese primer encuentro físico habría tenido otros matices muy diferentes, aunque aquí en general el nivel de acercamiento entre los parientes es aceptable y educado.
Así que en este relato escrito por Carla Simón, el hecho de que los padres de la protagonista fueran unos marginados que estaban económicamente arruinados tiene un peso importante. Téngase en cuenta además que la heroína se administraba de una manera muy obscena de forma intravenosa y que a los heroinómanos de los 80 se les podía identificar visualmente por las numerosas marcas en los brazos, que parecían un queso gruyer, así como porque adelgazaban y se les caían los dientes con frecuencia. Posteriormente aquella práctica se fue abandonando y se generalizaron otras adicciones entre los toxicómanos, como por ejemplo la cocaína, que permite que no los podamos identificar a simple vista, pues no se generan marcas físicas con tanta facilidad.
Y es que el tema de la economía circunda toda la película. De hecho, en “Romería” aparece en algunas ocasiones el personaje del abuelo de la protagonista, quien aquí claramente se relaciona con los demás a través del dinero. Es un tipo que piensa que los afectos se compran y bajo esa premisa, él desarrolla todas las acciones de su vida en lo que tiene que ver con sus más allegados.
Pero lo que de verdad le interesa a Marina es tratar de comprender ese pasado negro y oscuro de sus dos progenitores, un gallego enamorado de una catalana en Galicia en una relación abocada al fracaso por culpa de las adicciones de ambos, en un momento en el cual las drogas ilegales circulaban en el entorno urbano y muy poco o nada en el rural. La última parte de este filme nos sitúa en ese contexto, es decir, parece haber llegado el momento en que la protagonista toma acciones en primera persona para entender lo que pasó.
Precisamente ese devenir que implica la posibilidad de intentar acercarse un poquito más a lo que fueron sus padres biológicos, se topa durante el film con las limitaciones de una memoria que de forma individual siempre es subjetiva y a veces limitada; así que todo ese esfuerzo se hace por un camino tortuoso. Y tal vez por esa misma razón, Carla Simón decidió incluir una escena simbólica y significativa de la película en la cual Marina aparece ascendiendo por el frontal de un edificio mediante una escalera de cuerda y madera, como las que usan los trapecistas; una muestra más de lo inaccesibles que en ocasiones se vuelven las cosas. Así que en “Romería” observamos una dicotomía entre lo que la protagonista intenta averiguar y la realidad de las personas que la rodean. Excelente película.
©José Luis García/Cinestel.com




























