“Tempus Fugit”, de Luciana Terribili; tiempo presente e irreversibilidad
Estreno en Buenos Aires
Cada una de las personas somos seres únicos y singulares, y eso nos debería llevar a aceptarnos tal cual como vemos el mundo, nos desenvolvemos en la realidad y a no aplicar comparaciones que no nos conducen a ningún otro lugar positivo.
La realizadora argentina Luciana Terribili vive en la ciudad española de Granada, donde se casó con un andaluz y tuvo la fortuna de tener un hijo repleto de pensamientos brillantes y que goza de una profundidad humana y social encomiables, pese a que padece una enfermedad muscular que le hace ser físicamente diferente a la mayoría de las otras personas que cotidianamente le rodean.
Ahora Camilo transita hacia la vida adulta, pero su mamá se ha encargado de registrar en vídeo algunas escenas corrientes ocurridas nada menos que en los últimos 16 años, con lo cual aquí nos muestra sus fortalezas, sus derivas y sus ensoñaciones.
Luciana ha tenido el privilegio de formarse con algunos de los mejores documentalistas y en “Tempus Fugit” ha abordado todo este proceso de creación enfatizando las reflexiones sobre el tiempo y las relaciones humanas, al igual que ha tratado de romper con las narrativas lineales. Y si bien parece inevitable comparar esta película con el “Boyhood” de Richard Linklater, este relato no trata exactamente acerca de Camilo; de hecho la realizadora nos desmiente al comienzo de esta entrevista que quisiera hacer algo parecido:
“La verdad es que no me había propuesto en ningún momento hacer una “Boyhood”, porque cuando me planteé hacer esta película pensé que el rodaje iba a durar menos tiempo. Me refiero al término de un año o año y medio, donde no iba a haber una evolución del tiempo cronológico en Camilo ni en la filmación. Sin embargo, como también me había tocado por primera vez enfocarme en el ámbito de mi privacidad, en filmar algo desde nuestra intimidad, a mí me atravesaban las circunstancias propias de la realidad, los cambios y demás. Entonces hubo un momento en donde volvimos a la Argentina, intentamos regresar, estuvimos un tiempo acá. Y en ese periodo yo dejé de filmar, dejando lo que era aquella idea de la película inicial inconclusa, pero por cuestiones de salud de Camilo regresamos a España y terminamos quedándonos”.
“Entonces todo eso te va transformando en el camino y ya no tenés la misma idea sobre la película, sobre qué historia concreta contar, qué se dice, qué va a transmitir, cuál es el tema. Ya no era la misma idea cuando yo volví. Regresé distinta, la situación fue diferente, y yo sentí que tenía que seguir filmando. Quizás no en ese preciso instante, pero inmediatamente después estuve registrando y seguí registrando. Y en un momento dado temí que no tuviera fin, porque nunca sentía que la película estaba del todo cerrada. Aun así, hay algo de la esencia que se mantiene. Y cuando se mantiene, eso es importante, porque es como que uno no tiene que hacerle caso”.
“De todas formas, no era una cuestión de registrar el tiempo por registrarlo. De hecho, la película justamente se estructura de una manera muy disruptiva en relación a eso, ya que no trata de atrapar el tiempo de manera cronológica, lineal, donde vemos crecer a una persona, porque esa no es la idea. Entonces todo esto sucedió en el afán de atrapar otra cosa. Esa es la cuestión. Quizás, principalmente terminé atrapando el tiempo en diversas maneras dentro del tema de la película, el eje de reflexión de Camilo y el tiempo cronológico realmente de la película, que también evidentemente es tiempo, al final de cuentas”.
– A mí me quedó claro que el relato de “Tempus Fugit” se construye a través de la mirada de Camilo y su forma de interpretar el mundo, por cierto, claramente influenciada por su entorno familiar. Sin embargo, para mí otra gran virtud del filme es la posibilidad de romper clichés y estereotipos. Es decir, que el espectador que la ve sepa que hay personas que miran y viven de esa manera como nosotros podemos mirar y vivir de otra.
Puede ser que tengas razón en esa cosa de decir bueno, por qué mostrar o por qué hablar de ciertas cuestiones de la vida, incluso sobre cómo terminan siendo tan universales o existenciales, cuando podría serlo desde cualquier otro lugar. Es cierto que de alguna manera Camilo vive en una anormalidad física y es disruptivo dentro de lo que se espera o se consideraría lógico, de la condición de tener una discapacidad, una enfermedad, llamémosle como sea. Y sí que él es en ese sentido, no siendo clásico, un buen punto de arranque para hablar sobre cuestiones que en realidad lo exceden y lo trascienden.
Yo no hablo de la discapacidad en la película, ni me enfoco en ese tema; al contrario, si bien soy consciente perfectamente de que dentro de eso que yo veo con mucha normalidad puede generar un impacto inicial en el espectador o la espectadora, sí confío en que hay un trabajo bastante minucioso del registro y del montaje, donde el foco se mueve hacia una cuestión más colectiva, hacia reflexiones, hacia pensamientos que en realidad nos atraviesan a todas las personas. Entonces, realmente, al final la discapacidad se puede leer como subtrama, si se quiere; esa cuestión que no está de más dejarla caer.
– Lo que sí que destaca en el documental es la importancia del tiempo gradual, cíclico y progresivo y su ineludible irreversibilidad. Varias veces durante el film observamos a personas caminando hacia atrás, a manteros, e inclusive el paso callejero de algunos rituales religiosos, siempre tomados a partir del entorno social en el cual se mueve Camilo como hilo conductor de esta historia contada en imágenes. ¿No es así?
Sí, por supuesto, hay una intención de mostrar esa sociedad, el contexto más inmediato, que en este caso es la ciudad de Granada. A la vez es una forma de salir al exterior a través del ojo de Camilo, de la mirada, del raccord de su mirada. Porque es como que Camilo mira, observa, analiza y tiene un pensamiento crítico acerca de cuestiones de la sociedad, incluso las relacionadas con el uso y el concepto del tiempo. Y donde a la vez él se plantea, si bien es de una generación muy nueva, cosas sobre cómo todas las redes sociales, la comunicación, tienen esta cuestión efímera, inmediata, donde hay conceptos de tiempo en relación a este sistema capitalista patriarcal, donde todo es funcional, eficiente, y se mide con esa vara diseñada en función de eso, de un tiempo eficiente y productivo.
Igualmente Camilo habla sobre temas que tienen que ver con recuperar aspectos un poco en desuso, como las conversaciones, dar un uso del tiempo, incluso hasta de poder pensar, ensoñar, reflexionar. Aquí mostramos cómo él mira la sociedad con la ayuda de imágenes de otra película anterior que filmé en Granada con mi hermana Melina. Y él cuestiona también la angustia existencial de la humanidad, con la idea de la muerte, de la finitud de las cosas, de la irreversibilidad del tiempo. Y además se plantea otros asuntos como los rituales, las creencias, la religión, o el consumo visto como un elemento para paliar el dolor y el sufrimiento.
Eso del consumo es una cuestión que la hablamos tanto desde el mundo primermundista como desde el Tercer Mundo. La idea fue llevar esa mirada hacia afuera a través del redescubrimiento de un material de archivo que había estado descartado en un momento dado en la película anterior, y que se resignificó muchísimo acá porque vino a encajar perfectamente.
Y lo de las imágenes de caminar para atrás fue un juego que nosotros nos planteamos con Pablo Rabe, el montajista, que tiene que ver con esto de que primero empezamos a entender que era una película sobre el tiempo. Absolutamente todo el tiempo se hablaba del tiempo. Las cuestiones desde el ajedrez, los reclamos, el propio registro cronológico, todo estaba relacionado con ese mismo tema. El desafío de la película, como decía antes, era no ser lineal pero reflexionar sobre lo irreversible. Queríamos jugar con eso y pensar que de alguna forma los universos de otros tiempos pueden coexistir entre sí, saltar de una manera orgánica, casi poética, si se quiere, u onírica, como lo hace el pensamiento.
Y yo me planteaba un poco eso, la cosa de desafiar esa irreversibilidad del tiempo, que siempre va hacia adelante y nunca hay manera de detenerse.
Incluso ‘retroceder’ casi es una mala palabra, ¿no?
©José Luis García/Cinestel.com