“Weser”, la película de Fernando Spiner que despide a Daniel Fanego

Estreno en Buenos Aires
Como un tributo a Daniel Fanego, uno de los grandes de la actuación en Argentina fallecido tempranamente, Fernando Spiner lanza una nueva película en la que un grupo de personas encerradas en sus casas durante la época del Covid busca consuelo y sentido en la poesía frente a la presencia de la muerte, mientras se aferra a la fantasía de reconstruir sus vidas fracturadas.
“Weser” es una historia que juega con la imaginación de sus personajes y, por ende, con la del espectador, ya que, en su esencia, reflexiona sobre la naturaleza humana y el poder del arte para trascender la desesperación.
La película parte de la intención de explorar la «otra cara» de “La Boya”, un filme anterior de Spiner quien sin proponérselo inició una trilogía, acercándose al lado más oscuro y reflexionando sobre estrategias frente a la muerte y la vida.
El proyecto se presentó en el año 2022 a aquel INCAA favorable y beneficioso para el cine argentino que ahora no existe tras la asunción al poder de los partidos de Milei y Macri. En ese sentido, Fernando Spiner viene manifestando que la nueva gestión del INCAA no ha producido ni apoyado filmes argentinos, que se ha “bastardeado” al cine independiente y que ha desaparecido el circuito virtuoso de financiamiento establecido por una ley del cine brillantemente adaptada desde el año 1994.
Fernando Spiner responde las preguntas de Cinestel:
– En algún momento de la película se dice que es una reflexión sobre estrategias para la no muerte, para la vida. ¿Planteaste una película sobre el significado de la muerte o sobre cómo la vemos? ¿Era esa tu idea inicial?
Sí, efectivamente. Con Aníbal Zaldívar, con quien escribimos el guión, la idea fue mostrar la otra cara de “La Boya”, que fue una película luminosa sobre la vida, la amistad, recuperar los ancestros, reconocer la obra artística de nuestros padres y reencontrarlos.
Empezamos a escribir “Weser” en medio de la pandemia, en un momento oscuro, y quisimos explorar el lado oscuro de “La Boya”, llamándola por su propio nombre, porque Weser es el nombre del barco en el que vino a la Argentina mi bisabuelo escapando de los pogromos en Ucrania, y también el nombre que lleva la boya.
– Para mí la película es en toda regla un homenaje hacia Daniel Fanego. ¿Lo ves así también?
Sí, decididamente. Es un homenaje explícito a Daniel Fanego, un gran actor con quien trabajamos en varias películas y series. Con él hicimos una serie de televisión junto a Ana Pitterbarg, «Los Siete Locos y Los Lanzallamas», basada en obras de Roberto Arlt adaptadas por Ricardo Piglia, y ahí Fanego interpretó al rufián melancólico.
Por otro lado, Daniel fue protagonista de mi película “Inmortal”, escrita con Eva Benito y Pablo de Santis, junto a Belén Blanco. Habíamos pensado en una película escrita por los dos y dirigida por mí, y Fanego fue un alter ego muy querido que aportó mucho al espesor de “Weser”, porque ya estaba enfermo; eso dio a la película mayor profundidad y un gesto de amor y aceptación.

Fernando Spiner, director de “Weser”
– El filme está mayormente rodado en Villa Gesell. ¿Fanego tuvo alguna relación continuada real con esa localidad costera?
Todo lo que aparece en pantalla responde a hechos reales que se fueron imponiendo sobre el guión: la realidad superó al guión. Fanego vino a filmar a Gesell, que también es mi pueblo, con casi un año de quimioterapia a sus espaldas; estuvo muchos días, aunque sólo algunos pudo participar en el rodaje. Venía cuando se sentía mejor y quería ser actor hasta el último instante. Yo le advertí que no era necesario que viniera, que cuidara su salud, pero él quiso actuar hasta el final.
– Percibo cierto misticismo y un halo de misterio que se fue incorporando en el desarrollo del guión, pues aunque la base del relato es real, es una película eminentemente poética también.
Sí, me encanta, me encanta lo que decís, coincido plenamente, porque además el punto de partida de “La Boya” era las charlas de poesía de mi amigo, era como observar a mi amigo poeta y descubrir a través de él la poesía. Y ése es uno de los tópicos que se mantienen muy vivos aquí en “Weser”. Yo normalmente soy receptivo a cualquier otra aportación, inclusive si difiere de mi idea original.
Realmente la película intenta ser un ensayo poético, y yo creo que por las devoluciones que recibí en las proyecciones que hubo en el Festival de Mar del Plata, donde fue el estreno mundial de la película, y de las privadas que estoy haciendo, esta historia que contamos genera lo que genera la poesía, o sea, un impacto personal de cada mirada, sintiéndose parte e interpretando como en la poesía lo que lo conmueve y lo que puede ver cada uno.
– También me llamó la atención que en algunas partes aparecen varias personas conectadas por internet, como en una videollamada, lo que me hizo pensar en lo que nos motiva a mantener los vínculos que establecemos a distancia. ¿Lo incorporaste con esa intención?
Sí. En parte fue algo que fue surgiendo; es propio del estilo de ensayo poético de la película. Recibí muchas cosas más que las propuse; trabajé con un equipo con el que ya hice muchas películas y hubo una conexión profunda. Las ideas circularon y las cosas fueron apareciendo; fue un proceso gratificante de descubrimiento.
Mi dirección no oculta que es una película grupal; muchas personas aportaron para desarrollar la película. Fue una mezcla de recibir y proponer. Es una película independiente que filmamos a lo largo de varios años y estuvimos un año y medio con el editor Alejandro Parysow y con los sonidistas Sebastián González y Mechi Tennina.
Por mi estilo de trabajo necesito construir con otros, compartir reflexiones y esperar a escuchar lo que esos mundos puedan sumar a la película; por eso fue un proceso muy colectivo, dejarnos llevar por las cosas que iban apareciendo y dejar que el material hablara. A veces el material tiene una verdad que no coincide con lo que uno había pre-pensado y hay que tener la flexibilidad de dejar que las cosas vayan a donde deben ir.
– ¿Hubo necesidad de rodar en Toronto y México? ¿Hiciste rodajes allí?
Sí. En el 2022 me invitaron a un festival en Toronto con “La Boya”, y yo les convencí a los organizadores para que invitaran también a mi amigo Aníbal Zaldívar; fuimos y rodamos material que luego encontró su lugar en la película. Allí hubo un homenaje a Cronenberg y pudimos visitar algunas locaciones de los rodajes de tan destacado cineasta.
En el 2023 la Cineteca Nacional de la Ciudad de México hizo una retrospectiva de mis películas; me invitaron y yo les convencí de que invitaran también a Aníbal; así que desde ahí fuimos a filmar en la isla de Holbox, en el Caribe mexicano, donde vive una amiga, Geselina. Fue toda una aventura que formó parte de esta segunda película de una trilogía que hemos seguido construyendo con la colaboración artística de mi amigo de toda la vida.
– Hay países como España donde la mayoría de la gente ve filmes doblados. ¿Qué opinas del doblaje en las películas, tanto las propias tras haberlas rodado como otras procedentes del exterior?
Es un punto importante para mí. Estudié cine en Roma, en el Centro Sperimentale di Cinematografia, y en Italia existe una tradición de doblaje muy importante. Uno de los grandes directores italianos, Fellini, con quien trabajé en su filme “Ginger and Fred”, solía doblar sus películas. Los italianos doblan las películas que vienen de todo el mundo y también proyectan versiones originales, por lo que existe un discurso en relación al doblaje. A mí me gusta el doblaje y que los mismos actores doblen las películas que filmamos.
En realidad es un tema que ha evolucionado mucho. Antes, cuando se doblaba contra la imagen proyectada en 35 mm, que el actor lograra el sincro era una gran exigencia. Hoy la tecnología permite manipular más ese material. Cuando el actor rueda debe atender movimientos, la relación con los otros actores, las indicaciones del asistente de dirección, continuista, sonidista, director y director de fotografía; además, el actor filma fragmentadamente y no tiene una idea tan clara de la totalidad de la película.
Si el actor ve la película terminada o en una etapa más avanzada, puede comprender la totalidad del trabajo y reflexionar sobre el sentido de cada texto, qué textos pueden eliminarse o añadirse, y luego el actor vuelve al estudio de doblaje con el director de sonido y el director, habiendo reflexionado sobre su trabajo y con las indicaciones del director, yo creo que la película mejora significativamente si se hace con tiempo y se paga al actor para que participe del doblaje.
– Precisamente hace unos meses vi una presentación sobre el uso de inteligencia artificial para hacer que la voz de un actor hable en otros idiomas y se sincronicen los labios. ¿Serías partidario o crees que se desvirtuaría ese factor humano que siempre ha estado presente en el cine?
Mi postura está ligada a la performance humana y a la mejora mediante la reflexión. La IA puede usarse por las grandes producciones para abaratar costos y plantea cuestiones sobre los derechos de la voz del actor y la apropiación de una obra humana. No lo he vivido directamente y, generacionalmente, me siento distante; yo valoro la inteligencia humana con sus defectos y sus virtudes, y esto de la Inteligencia Artificial me genera cierto recelo.
– Pasando a otro tema para finalizar; ahora que la Legislatura de la provincia de Buenos Aires aprobó una ley de cine. ¿Cómo lo ves ese hecho dentro del contexto federal?
La provincia de Buenos Aires tiene derecho a su propia ley; puede ser interesante, incluso para el futuro si se recupera la federalidad del INCAA. El gobierno bonaerense de Axel Kicillof ha mantenido apoyo a la cultura y la nueva ley provincial puede ofrecer herramientas y circuitos de exhibición para el cine local.
En ese aspecto, quiero destacar que el gobierno de Milei canceló una obligación para exhibidores que garantizaba el estreno de películas argentinas en salas cada ciertas películas extranjeras, una medida que protegía al cine nacional. Hoy no existe esa obligatoriedad, lo que perjudica la circulación y la recaudación de películas con ambiciones comerciales. Nosotros hemos estrenado “Weser” en dos salas diferentes de Buenos Aires y la nuestra es una película pequeña e independiente. Una película con ambiciones comerciales sin salas no tiene chance de recaudar ni mantenerse en el tiempo. Además, la situación actual dificulta las coproducciones internacionales.
©José Luis García/Cinestel.com




























