Entrevista a Aram Garriga por su nueva película “An American Satan”

La sección Noves Visions de Sitges incluyó este año la proyección de la nueva película del director catalán Aram Garriga, quien con “American Jesus” inició una trilogía sobre las creencias en los Estados Unidos, la cual continúa con esta “An American Satan”, una historia que desdibuja los límites entre el documental y la ficción para presentarnos el variopinto panorama de unas cuantas personas que integran el Satanismo.
Aquel otro arranque inicial tenía que ver con las comunidades evangélicas extrañas en el país del Tío Sam, y en cierta forma mostraba cómo el cristianismo evangélico se politizó, convirtiéndose en una especie de columna vertebral del Partido Republicano, y además haciendo hincapié en su vertiente más pop y en la intersección de la fe y el capitalismo o en los gustos individuales de cada uno. En su segunda entrega, Garriga continúa fijándose en personajes tanto o más extravagantes.
A diferencia del primer documental, aquí los seguidores del Satanismo no son fervorosos creyentes, sino que más bien parecen estar rebelándose contra algo o incluso respondiendo a ciertos dogmas que existen a nivel social y religioso. Y el propio realizador es quien afirma haberse sentido muy sorprendido por lo que ha encontrado respecto al tema para la película.
El Satanismo en un movimiento filosófico que está basado en el individualismo, la razón y el ateísmo. Sus miembros no creen en elementos sobrenaturales, ni en Dios ni en un Diablo, ni en nada que sea externo a la propia persona. Surgió en 1966 casi por casualidad, cuando Anton Szandor LaVey se alineó con las teorías de Nietzsche y decidió fundar la Iglesia de Satán.
Lejos de adorar a una figura o cosas por el estilo, la esencia de esta doctrina debería de ser entendida como una metáfora de la rebeldía en contra de los discursos establecidos y a favor del librepensamiento y de que la gente haga sus propias investigaciones antes de dar por válido un argumento. En definitiva, de que cada uno tome la responsabilidad de lo que hace con su propia vida.
Aram Garriga responde las preguntas de Cinestel:
“Decidimos planificar esta película incluyendo algunas pequeñas secuencias más ficcionadas, aun cuando lo que se ve son los personajes en sus entornos habituales, lugares a donde ellos suelen ir o sitios que les gustan”.

Aram Garriga, director de “An American Satan”
– ¿Crees que la influencia de la imaginación en la condición humana es importante en el tema que tratas en el film?
Es importantísimo. Para ellos, la estética es un elemento clave y fundamental en todo eso, y por encima de todo está la idea de que tu gusto individual es válido, sea el que sea. Una manera buena de definirlo es que cada uno de ellos se crea su propia película a modo de protagonista y a pesar de que no figura como una creencia convencional, sí que tiene ese componente ritual que posee el otro tipo de religiones. Eso sí, su imaginación no tiene límites pero siempre y cuando no molestes al vecino, según su idea clave.
– Y sin embargo toda esa explosión de fantasía no regulada por un dogma convencional, a muchos les parece algo circunscrito al periodo infantil o juvenil, cuando tal vez no debería de ser así.
Sí, eso es cierto. Normalmente cuando nos encontrábamos con los personajes con los que hablábamos, ellos habían descubierto el Satanismo siendo muy jóvenes. Con 12 o 13 años habían leído el libro de Anton LaVey y se habían sentido identificados, algo que no es muy difícil porque básicamente de lo que trata es sobre el individualismo y la razón, y sobre cómo uno tiene que aceptar sus luces y sus sombras y no reprimir esos instintos más animales que todos tenemos de alguna manera, porque si se reprimen se pueden enquistar y rebelarse de una forma más perturbadora en un futuro.
La idea que ellos tienen al respecto es que uno tiene que ser responsable y consecuente con sus actos, dentro de la libertad que cada persona disfruta. Es decir, reconocer que las cosas tienen consecuencias y son responsabilidad de uno mismo, no de un poder externo diciendo para justificarlo que Dios o el Diablo fue el que te hizo hacer esto o lo otro.
Y estas ideas que parecen un poco adolescentes, la gente con la que hemos hablado las ha mantenido también durante su adultez y siguen identificándose con ellas. Sigue perdurando más allá de ese periodo.
– Tú que habrás visto innumerables imágenes y documentos sobre el creador del Satanismo, ¿crees que son reales las diferencias que existen entre los seguidores actuales de su doctrina y lo que Anton LaVey pensaba en aquel entonces?
Yo creo que él empezó todo esto un poco como una provocación y como un movimiento contra-cultural en los años 60, que fue una reacción a todo un movimiento New Age y a toda esa revolución sexual e ideológica que a él no le acababa de gustar en el sentido de que detestaba la cultura de las drogas y el movimiento hippie, pero sin embargo entendía que hay que disfrutar de la vida, incluso reconociendo la importancia de la revolución sexual; por eso su intención fue ofrecer una alternativa al New Age.
En ese sentido, considero que básicamente el nombre más provocativo que pudo encontrar fue Satán, una palabra que tiene una carga semántica muy fuerte y llama mucho la intención. Pero luego, cuando investigas un poco, te das cuenta de que en realidad lo que está promoviendo es otro tipo de cosas, también todas ellas conocidas.
– Parece asimismo que ellos no critican tanto las cuestiones de fe, sino la dinámica que envuelve a cualquier grupo religioso, ¿no es así?
Sí, el fundador estaba muy en desacuerdo con el proselitismo, en el sentido de que tú no tienes que convencer a nadie de que tu verdad es la misma que la suya, porque nadie tiene que convencer a nadie, hay que respetar al otro y no intentar convertir a alguien ni ganar adeptos. Lo que LaVey decía es que había montado una religión para gente que no quería pertenecer a ninguna religión.
Por eso él criticaba la doble moral cristiana, con todos esos casos de personas que se perciben a sí mismos como buenos pero luego tienen una parte oscura que tratan de esconder. Y él decía que hay que poner de acuerdo a estas dos partes que están incluidas en la condición humana y hay que hacerles un lugar.
– Habéis creado una atmósfera especial para esta película, que incluye una música que no es demasiado intrusiva. ¿Cómo fue el desarrollo de esa parte del film?
Como para ellos la estética es algo muy especial, -todos tienen unas casas muy decoradas y tratan de vivir dentro de su propia película-, ésa fue una de las cosas que tenía clara desde el principio, la traducción en imágenes de todo ese contexto. De ese modo, intentamos recrear de alguna manera esas películas en las que ellos viven, porque sino, en un documental de entrevistas como es este caso, los bustos parlantes al final aburren un poco.
A mí me gustaba mucho esa idea de crear un tono diferente al que la gente espera de un documental y también a través de la música, como comentas, que también hemos hecho nosotros en un tono no intrusivo y elegante que acompañe a estos personajes y forme parte de ese mundo que ellos mismos han creado y en el que les gusta vivir. Y todo ello ha sido fundamental para lograr mantener el interés del espectador.
©José Luis García/Cinestel.com