“Homofobia”, otra película de Goyo Anchou que a nadie deja indiferente

Ariel Núñez di Croce, Dennis Smith, Gianna Pérez Prado, Lorena Damonte y Alejandro Berón conforman el elenco de “Homofobia”, la película más reciente del original, insólito e interesante realizador Goyo Anchou, quien estuvo presente en absolutamente todas la funciones del film que tuvieron lugar en el cine Gaumont de Buenos Aires, donde regaló a todos los espectadores con una performance de lo más enigmática y original.
El filme posee dos partes claramente identificadas. En la primera vemos una suerte de comedia jovial y tan atrevida como su director, con seducciones y referencias a otras dimensiones como base del argumento. La segunda es un manifiesto narrado por Anchou en el cual vincula el cine con los tiempos que estamos viviendo y aboga por la práctica de las disidencias como un acto de fe para consolidar espacios de libertad.
“Homofobia” es la última parte de una trilogía, cuyas anteriores entregas fueron “Heterofobia” y “El Triunfo de Sodoma”, tres películas de cine guerrilla en las que actrices y actores repiten en el elenco, algo que es esencial porque aquí la complicidad de todos los participantes en el film era más que necesaria, ya que todas estas personas tienen objetivos artísticos en común para desarrollar conjuntamente.
En los filmes de Goyo Anchou, la presencia de escenas hilarantes es casi obligatoria, y ya de entrada la primera pregunta nuestra al realizador va en ese sentido, así que esto es lo que él nos responde: “El pulso de comedia es algo que me sale naturalmente casi a pesar mío; tiendo a ver el lado humorístico de las cosas, incluso cuando estamos hundidos en la más profunda de las desgracias. De hecho, ya la primera película, “Heterofobia”, que es quizás la menos humorística de todas, termina con un paso de comedia que es la aparición del personaje del vampiro que se repite ahora de vuelta en “Homofobia”.
– Yo también le encuentro a “Homofobia” cierta similitud estética, aunque no es lo mismo, con el cine de Raúl Perrone, además del uso que hacés de la polipantalla, aun cuando esta película está mucho más concentrada en los diálogos que no tanto en la parte visual.
Cuando usé la polipantalla yo estoy teniendo en consideración sobre todo, al devenir del espectador de cine que tiene un déficit de concentración importante. Entonces yo lo que pongo es muchas cosas en la pantalla para que ese espectador con déficit de concentración siempre tenga algo hacia adonde virar la atención que reemplace un poco el reflejo del escroleo del teléfono, sin necesidad de que saque el teléfono en la sala de cine o mientras se está mirando la película.
Y en relación con los diálogos, sí, yo creo que gran parte del desarrollo narrativo pasa por el trabajo sobre los diálogos. Estuve todo un año escribiendo esos textos y medio año más ejecutando los doblajes de esos diálogos; así que fue un proceso bastante meticuloso, bastante profundo y al cual yo le dedico mucha atención en la segunda parte de la película, en lo que sería el manifiesto.
Precisamente, la parte más densa del manifiesto es en la que explico el sistema mediante el cual yo desarrollé los diálogos, porque considero que el método era bastante original y que podía servir de ayuda a realizadores en el futuro mediato o inmediato o remoto, en el caso de que la película perdure.
Considero que es valioso que esta técnica se pueda transmitir, aunque yo sé que eso al espectador común quizás es lo que menos le interesa, porque se trata de la parte más densa y más lenta de toda la propuesta, pero es mi granito de arena para ayudar a mis colegas en sus futuros proyectos.
Y después la otra parte de la pregunta era acerca del cine de Raúl Perrone. Yo con el cine de Perrone me siento muy cercano, en el sentido de que él también tiene un decálogo de cine imperfecto. O sea, él aboga por la creación desde las circunstancias de penuria económica, y que las circunstancias de imperfección técnica no impidan la generación de un lenguaje que se embandere detrás de esas imperfecciones técnicas.
Después, en relación con los contenidos, quizás ahí diferiría mucho más, porque yo soy un tipo del centro de la ciudad, recontra metropolitano y con un sentido del humor muy diferente al de Perrone, que es un cine clásico del conurbano bonaerense. Pero sí, es un tipo de cine que sale de lo que llamaríamos estéticas latinoamericanistas. Los cines de la urgencia.

Goyo Anchou, director de “Homofobia”
– Para mí, cuando decís imperfecto, yo lo asocio más a la libertad que nos dais como realizadores a quienes vemos la película para pensar, para tener nuestros propios pensamientos. Y esa es la idea. No ir guiando al espectador con la cámara por lo que está pasando. Y creo que también eso es lo que te mueve a hacer cine, en cierta forma también; el respeto al espectador.
La relación con el espectador es crucial y de hecho yo tengo una regla de oro que es que estoy presente en todas las funciones. No es que pongo play y me voy, o mando la película y ni me entero y que después me cuenten cómo fue. Por más que haya cuatro espectadores, o sesenta, o ciento veinte, o doscientos, yo estoy sentado en la última fila de la sala de cine, viendo cómo se comporta la película frente a cada público, porque creo que esa es la forma de aprender a hacer cine.
Eso lo escuché una vez que me colé a una clase magistral de Stephen Frears en San Antonio de los Baños, donde él dijo que la mejor forma de aprender a hacer películas es ir a sentarte en la última fila de tus propias proyecciones con un público auténtico.
Así que sí, yo pienso en los espectadores todo el tiempo. Y de hecho creo que ahora la relación del cine argentino con sus propios espectadores está atravesando una crisis muy grande y que esta crisis está sirviendo como excusa al gobierno de ultraderecha para aniquilar el apoyo al cine argentino. Yo creo que esa crisis existe y que, en sentido figurado, hay que tomar el toro por las astas.
No hay que pensar en aniquilar el cine argentino por esto, sino en una política de generación de espectadores en las que nosotros seamos capaces de generar ese público creando en nuestros propios términos, no siendo complacientes con los espectadores, sino estableciendo una relación profunda y sincera con ellos, a partir de lo cual se consiga una oferta diferente a la que da la generalidad de mercado, que está comenzando a ser marcada por una homogeneidad planetaria que yo creo que más temprano que tarde, va a conducir al hartazgo. De hecho hay una crisis general de espectadores, no solo del cine argentino, sino del cine mundial, que yo creo que ya es síntoma de esa saturación.
Porque si me circunscribo al cine norteamericano, que es tan homogéneo, durante los últimos veinte o treinta años, a partir básicamente de los años 90, fue conquistando los mercados internacionales. O sea, acá en Argentina ya tiene un 95% del mercado y ese porcentaje tan alto está sobresaturado de los mismos tipos de relatos. Y yo creo que eso es una causa directa con que las salas de cine se hayan ido vaciando durante todo este tiempo. Así que yo pienso que una política de generación de espectadores pasa por una apuesta a la diversidad, a la multiplicación de nichos y que esos nichos vayan rebalsando de gente.
Uno tiende a pensar que los nichos son élites y compartimentos estancos, pero los nichos se intercomunican y tienen una lógica algorítmica mucho más dinámica. Creo que la comunidad audiovisual tiene que superar sus diferencias, que son muchas y que son profundas, para promover una política cultural, cuando se pueda aplicar, que esté lista, que esté pensada en el sentido de generar espectadores.
– En algún momento de la película, dentro ya de la segunda parte, decís algo así como que el cine que hacés tiene algo de rareza, y yo no sé exactamente si es tan rareza, puesto que lo que tratás de reflejar es algo que existe, porque hay situaciones hilarantes como ésas en la vida real que también nos las nos encontramos y que podrían ser similares a las que se reflejan en el cine en una ficción como ésta. Entonces qué pena que esto se llame una rareza. ¿No es así?
Sí, es que la vida es mucho más rara que los relatos que la representan. Si uno abre los ojos por fuera de las formas estructuradas de descifrar la realidad, uno se da cuenta que la rareza nos acecha a cada vuelta de esquina. Y yo creo que esa deseducación del ojo para desformatearlo de la forma homogeneizada de descifrar la realidad, es una de las responsabilidades que tenemos los artistas audiovisuales, sobre todo en estos momentos de relatos predominantes.
– Te referías anteriormente a la situación del cine argentino. Creo que denunciaste una situación que te pasó de censura explícita, y a mí lo que más me molesta en estos casos es que gente que también padece esa censura, no secunde cuando alguien empieza a hablar sobre el tema, es decir, el silencio de determinadas personas. Vos te atreviste, fuiste valiente, pero hay gente que también le ha pasado y que no habla, no comunica nada por las redes referente a esto. ¿Cómo te sentís con estas reacciones de silencio?
Mirá, mi primera reacción fue lo que acá se llama «bancar la parada», o sea, esto sale a partir de un posteo de Instagram donde yo comparto lo que me acaba de suceder en un centro cultural donde me dictaron un decálogo de cosas que no se podían pasar, entre las cuales, por supuesto, estaba cualquier referencia a temáticas LGBT.
Y después, cuando eso toma estado público, cuando se viraliza, me empiezan a llegar reproches y apretadas de muchos lados para que yo quite, para que yo baje ese posteo, para que yo lo niegue, para que yo revele mis fuentes, sabiendo que al revelar las fuentes, estaba poniendo en peligro el trabajo de esas mismas personas. Entonces fue por un lado proteger las fuentes y por el otro afirmar todo el tiempo que lo que había sucedido era cierto.
Y si alguna persona estuviera interesada en saber si eso era cierto, solo tenía que ir y preguntar off the record. Yo les animo a que lo hicieran. De hecho, las personas que lo hacían se encontraban con la misma situación que yo. Lo que pasa es que siempre, en el off the record, nadie está queriendo poner la cara y yo no sé hasta qué punto es el miedo a las represalias o hasta qué punto es el miedo a destacar en circunstancias adversas.
Yo creo que en esa situación yo respondo desde mi individualidad, o sea, yo me hago cargo de lo que me sucedió, de lo que testimonié. No es una denuncia, porque no creo que lo que yo testimonie vaya a cambiar el plan de gobierno, porque mi testimonio es mínimo e insignificante. Pero si me lo preguntan a mí, yo no voy a negar lo que sucedió, porque esa negación de la realidad no está bien.
Yo soy un artista mínimo y marginal que de repente cuenta algo que es significativo, porque nadie más lo cuenta. Me doy cuenta ahí. Si uno lo multiplica, los campos de concentración suceden porque la gente mira hacia otro lado y se hace la boluda. Entonces, cuando estamos viendo que los fascismos empiezan a asomar la cabeza, creo que es importante al menos dar ejemplos individuales mínimos en nuestra pequeña escala de que está bueno decir las cosas.
©José Luis García/Cinestel.com