“La Carga”, de Miguel Eek, plantea la sororidad masculina (entrevista)
Algunos cineastas como Stanley Kubrick son un claro ejemplo con su virtuosismo, del domino del arte de contar historias, sin que las unas tuvieran ni el más remoto parecido a las otras. Pero proponer relatos que de alguna forma atrapen al espectador porque a priori parecerían impensables, es un mérito del que no todo el mundo que hace cine puede presumir.
Miguel Eek sí, porque cada nueva película suya supone un vuelco en las expectativas en el caso de que te guste establecer paralelismos con los filmes precedentes.
“La Carga” es un documental en el que doce hombres se retiran durante un fin de semana a una casa de campo para afrontar una transformación personal y colectiva, con el objetivo de repensar su masculinidad de forma abierta y compartir sus heridas emocionales a través de radicales dinámicas físicas y mentales.
Eek vive en Mallorca y allí conoció al psicoterapeuta Rai Crespí, quien organiza un retiro voluntario con hombres que desean sanar sus problemas anímicos o afectivos del pasado, sobre todo los que tienen que ver con la relación con el padre, aun cuando también hubo entre ellos dos casos de gente que había sido abusada. Y si esa complicidad y cercanía que denominamos sororidad hasta ahora ha estado siempre vinculada al universo femenino, tras ver esta película está claro que esa definición se habrá replanteado.
Cuando rodó la película, el director acababa de iniciar su paternidad y en ese momento estaba explorando su rol como pareja y como padre, así que no se lo pensó dos veces cuando Crespí le propuso estar presente en uno de esos talleres que regularmente se hacen en la Serra de Tramuntana de la isla. Precisamente el tema de cómo los padres dejan una huella o una marca en el desarrollo personal es uno de los puntos claves de esta reunión colectiva y de hecho, Miguel aseguraba que pudo ahí darse cuenta de que la relación con su propio padre pudo no haber sido tan del todo excelente como él a priori se pensaba.
– Es curioso porque la falta de un padre como referente emocional puede provocar que algunos de ellos quizá hayan desviado ese referente hacia un abuelo o hacia otro familiar. También es posible que lo vean de una manera distinta e inclusive ellos se vean distintos a los demás por esa causa, por la falta de una relación con el padre también.
Sí, imagino que tanto la ausencia emocional o física de un padre, porque en la película se dan los dos casos, obliga a las personas a buscar un substituto. Al final, cuando uno es niño, cuando uno es joven, necesitas un referente, necesitas alguien a quien acudir buscando consejo, protección o simplemente alguien en quien reflejarte. Y cuando esos referentes no están, uno los busca o mejor dicho, los encuentra donde puede. A veces es un amigo, a veces es un familiar, a veces es una persona más o menos conveniente, pero eso ya es algo que quizás solamente el tiempo te dirá.
– Parece que las personas que acuden a este taller es porque de alguna manera reconocen que han tenido algún problema de comunicación entre personas y entre familiares, ¿no es así?
Yo creo que el problema o la razón que lleva la gente a participar de este tipo de experiencias cada vez es más diverso. En un principio ese tipo de talleres se organizaban pensando en hombres que habían sido maltratadores. Después el proyecto mudó y ahora es un proyecto totalmente inclusivo a cualquier persona-hombre, en el caso de círculos de hombres, que quiera explorar formas de relación con otros hombres y con otras mujeres y con familiares o con otras personas. Es decir, cuáles son las relaciones que nos conectan con personas cercanas a nosotros.
– Y claro, tú en la película no quisiste dedicarte exclusivamente a un caso concreto, o a dos o tres, sino a mostrar un poco cómo es esa relación en comunidad. ¿De haberlo hecho así, crees que posiblemente fijándose en uno o dos personajes la película habría sido totalmente distinta?
Si hubiésemos descartado algunos de los personajes de la película, se hubiese enfatizado quizá más la idea de hombres que acuden a un retiro por un trauma en concreto. Quizá la idea del abuso hubiese quedado más subrayada o más presente. Y la realidad es que no es así. Los que vean la película pueden comprobar que son diferentes los tipos de respuestas que busca la gente que participa allí. Entonces, yo desde un principio me planteé este relato como una película coral; lo que no sabía era quiénes iban a ser los protagonistas y de qué número estaríamos hablando.
Fue una película que se construyó en gran medida, primero gracias a que yo había vivido la experiencia anteriormente y eso me permitió anticiparme y anticipar a mi equipo acerca de lo que iba a ocurrir en términos de dinámica, no en términos de reacción de los participantes. Pero, por otro lado, mi contacto con los hombres participantes había sido escaso. Era la época de la pandemia.
Entonces había tenido reuniones con ellos, grupales e individuales, pero desconocía con qué historias nos podríamos quedar, siendo que hablando de todas ellas haría que fuese una película muy superficial y que cinco era un número más o menos asumible. Pero tampoco estaba buscando un único personaje. Así como, por ejemplo, “La Primera Mujer” fue un filme que empecé a rodar pensando en que sería una película coral y acabó decantándose o cristalizándose en una única protagonista, aquí ya intuía que la idea era algo muy plural, una historia coral.
– De hecho, en Barcelona te preguntaron también algo sobre eso, de que si el espectador va a estar preparado para verlo, porque no es algo habitual. Pero claro, tu interés como cineasta yo creo que también es buscar nuevas visiones del mundo, de nuestra sociedad, que no se han divulgado a través del cine o del documental. ¿Lo piensas así?
El hecho de ver a un hombre llorar no era una imagen que estuviese persiguiendo, pero sí que quizá hablaría más en general de visibilizar la exteriorización de las emociones en los hombres. Y aquí incluyo bailar de forma desinhibida, gritar, llorar, tranquilizar, cuidar, dar consuelo, proteger,…. Son palabras que no vinculamos con la masculinidad, pues no es habitual verlas en cine ese tipo de relaciones.
Entonces sí que para mí era importante visibilizar, porque fue un poco la razón que me conecta con esta película. Y es que yo siento que yo tampoco encajaba con el patrón de hombre que no expresó sus emociones. Y para mí expresar mis emociones ha sido un descubrimiento que no tiene esas veces que durante toda mi vida he podido tener, pero que es verdad que no he sentido que esas emociones fuesen o esa sensibilidad fuese acogida socialmente. Con lo cual el hecho de que estemos viviendo un momento donde paulatinamente se despenaliza el que un hombre pueda expresarse, me parecía fundamental.
Fue un gran reto el generar esa complicidad desde el principio con los participantes del taller, para que ellos durante el rodaje no estuviesen condicionados o sus emociones no estuviesen condicionadas por nuestra presencia.
– ¿Y cuáles son los atributos o carencias que encontraste entre los asistentes al taller a la hora de expresar su emotividad?
Creo que eso tiene más que ver con la propia trayectoria de las personas, con la sensibilidad que cada uno tiene, con las personas que te han acompañado en la vida y que te han sostenido cuando has sido atravesado por una emoción. Cuando eso ha ocurrido y has sentido el acompañamiento o el beneplácito de alguien, probablemente se ha generado una apertura que permite que esa persona pueda seguir expresándose. Si en cambio, ha sido castrada, censurada o ridiculizada, probablemente esa persona va a tender a ocultar y a preservar mucho más sus emociones ante según qué tipo de personas. Entonces, desconozco qué es la qué es lo que lo determina, pero creo que las experiencias y evidentemente el acompañamiento de los padres hace mucho en ese sentido.
– En esta película propones un tema novedoso sobre traumas psicológicos, en cuanto que es algo que realmente no se había visto ni en cine ni en documental. ¿Crees que esa es una de las causas por la cual un espectador puede estar incómodo al ver la película?
La película es demandante hacia el público por el tipo de imágenes que ofrece, por el ritmo de la narración y por, efectivamente, el tema, como hemos hablado, qué tipo de imágenes nos propone y con qué tipo de traumas nos enfrenta. Probablemente muchos espectadores reconozcan de una forma más o menos invisible algún tipo de resonancia. A mí me ocurrió cuando yo estuve revisando el material bruto de la película antes de montar, que me di cuenta de que yo no había vivido todo lo que han vivido de esos hombres, por supuesto, pero sí que era capaz de reconocer emociones que me conectaban con ellos.
Entonces, probablemente haya una incomodidad también en sentir que todos tenemos quizá vivencias de las cuales nos avergonzamos, secretos o traumas que al no haber sido verbalizados o compartidos, al verlos reflejados en otros, nos generan algún tipo de vibración interna.
Aparte la película tiene, como te decía, otros elementos narrativos que hacen que no sea una historia, -a pesar de su brevedad-, fácil de ver y que no todo el mundo la va a disfrutar. Yo soy muy consciente de que entre las personas que la han visto, a nadie le deja indiferente. Es un documental que no deja indiferente, que genera un impacto. Y a partir de aquí, después eso puede gustarte o disgustarte un poco.
– Y para terminar, ¿crees que “La Carga” pudiera tener algún tipo de efecto llamada? Es decir, ¿pudiera haber hombres que al verla sientan la necesidad de participar en una iniciativa como la que propone Rai Crespí?
Desde el principio sí que era consciente que estaba con esta película visibilizando una problemática, pero también una oportunidad, la oportunidad de que existen espacios y lugares y personas que acogen este tipo de conflictos internos y que generalmente son lugares de cura y de bienestar para esas personas. En los pases que hemos hecho de la película siempre habido alguna persona, alguien que se me ha acercado para preguntarme que dónde podría hacer un tipo de terapia de este tipo. Con lo cual mi sensación es que esto también sucederá tras el estreno el 25 de julio en el festival Atlántida, y cuando después esté indefinidamente disponible en Filmin. También va a estar en Televisió de Catalunya (3Cat) y en IB3.
Y entiendo que a partir de ese tipo de visionados más masivos, yo sí que me imagino que va a haber algún tipo de reacción y de búsqueda por parte de las personas a las cuales se sientan tocadas, un poco por un deseo de trabajo personal, de acercarse a ese tipo de propuestas, porque es verdad que son propuestas inusuales, poco conocidas y diferentes de lo que es la terapia clásica, de ir a un terapeuta y hablar. Aquí hay un movimiento emocional a partir de un movimiento físico y hay algo muy poderoso en eso que en terapia clásica no haces. Entonces yo sí que entiendo que va a haber una reacción.
©José Luis García/Cinestel.com