Miguel Eek se asoma a las salas de cine en “Pantalles Buides” (Vacías)
Cada vez somos más quienes pensamos que las nuevas generaciones merecerían estar mejor coordinadas en lo que se refiere al uso y disfrute de las distintas herramientas que hoy en día existen para ver cine. La irrupción de pantallas por doquier sumió en una crisis inevitable a los espacios de exhibición tradicionales, esas salas oscuras con una magia particular para transmitir situaciones, historias y emociones.
“Pantalles Buides” (pantallas vacías) es una película del director Miguel Eek, la cual directamente se pregunta que dónde está el público de los cines y cuál es el futuro de la exhibición cinematográfica.
El film se basa en los testimonios de proyeccionistas, acomodadores, taquilleros y empresarios de cines, recogidos tanto en algunas de las salas de Mallorca que todavía continúan abiertas como otras que irremediablemente se vieron obligadas a cerrar.
Y de entre todas esas salas de la isla, tal vez unas de las que cuyo cierre se recuerda con mayor tristeza fueron las Chaplin, pues cesaron su actividad a principios de siglo en su pleno apogeo por motivos que a priori podrían parecer rocambolescos, pero que en este documental se detallan con mucha precisión. El resto de las que ya no están se vieron afectadas en su mayoría por las crisis de las audiencias en sucesivas transformaciones de los hábitos de ocio.
¿Preferimos hoy el confort de estar en casa al ritual y emoción de estar en una sala? A ésta y otras preguntas trata de responder este filme que no solamente se fija en la ciudad de Palma, sino que también se preocupa por la situación en otras zonas de la isla, donde antaño había al menos un cine en cada pueblo que ahora mismo ya no existe. De hecho en Inca, que es la tercera ciudad más importante de Mallorca, ya ni siquiera tienen salas y el Teatro Principal muy esporádicamente proyecta alguna película. Pero el impacto de no poder ver cine en un espacio colectivo de este tipo ha sido especialmente crudo en los pueblos.
La otra cara de la moneda sería Cine Ciutat, ubicado en S’Escorxador de Palma; un proyecto que nació a partir de una iniciativa comunitaria tras la decisión de González Macho de deshacerse de su antiguo negocio de los Cines Renoir, y que ha encontrado un nicho, no solamente en un público con intereses más culturales, sino también entre alguna población de origen extranjero a quienes les gusta ver las películas en versión original y verdaderamente encuentra muy cómodas esas salas para ese cometido.
Miguel Eek responde las preguntas de Cinestel:
– Hubo cines en Palma como el Chaplin o el Metropolitan que estuvieron largo tiempo vacíos. ¿Cuál pudo ser el motivo? ¿No se podrían reactivar?
Por lo que me contaron, el Chaplin cerró por cuestiones de complejidad entre los socios participantes del cine, y las posibilidades de reactivar un cine nacen de un gesto de fe y romanticismo por parte de un cinéfilo. En el caso de Madrid, por ejemplo, el cine Embajadores es un espacio que se ha creado en los últimos años, como ocurre también en Barcelona con el Zumzeig, con vistas a ofrecer experiencias quizá nuevas y que pretenden aglutinar a un público muy concreto y también reactivar barrios, algo que en los pueblos me parece más complicado, pero ojalá haya gente que no lo vea así.
En Mallorca por ejemplo, no tenemos todavía una Filmoteca, aunque sé que es una idea que le ronda al Ayuntamiento de Palma, pero espacios como Sa Nostra o la Fundación La Caixa que antaño programaban cine clásico específicamente, son experiencias que ya no se hacen y somos la única comunidad autónoma en España que carece de esa Filmoteca, con lo cual, en el caso de Baleares tendría todo el sentido que algún cine se ocupase de seguir poniendo en valor el patrimonio cinematográfico autonómico, nacional y universal. Pero eso requiere de alguien que tenga ese ímpetu. Obviamente desde el punto de vista de lo comercial es complicado que alguien sea así de temerario.
– Muchos propietarios de cine a nivel internacional tienen confianza en que se pueda implementar la experiencia Premium, que sería ir a un cine y que puedas pedir comida o bebida mientras ves la película y cosas de ese tipo. Pero claro, las salas actuales no estarían preparadas para ello y tampoco las que han cerrado. ¿Cómo ves esta posibilidad?
Me consta que donde estaba el Porto Pi hay ahora un cine que va un poco en esa línea de ofrecer unos asientos extra-cómodos y distintos menús, pero yo francamente voy al cine a ver películas. Eso de comer, beber,… si realmente el cine depende de que la gente coma mejor o peor, pues mal vamos, creo. Otra cosa es que si eso comercialmente funciona y tiene tirón, obviamente lo va a ser para un tipo de cine, el de entretenimiento, pero el cine que es visto como una obra de arte probablemente se va a ver claramente perjudicado por ese intento de que lo Premium pase por este tipo de servicios.
De todas formas, yo creo que la innovación en la experiencia de salas no debería ir tanto por ahí, sino por poder mantener unos estándares de imagen y sonido que para los cines es muy difícil sostener, porque ahora estamos viendo la necesidad de una segunda digitalización, ya que los proyectores digitales que se instalaron hace diez años están fallando y necesitan ser renovados. Ahí creo que hay un gran reto y que se necesita que los cines tengan un gran músculo económico para poder invertir y mantener sus equipos de sonido e imagen al día. Todo lo que sea en ese camino me parecerá una buena solución. Que los perritos calientes vengan con un extra o con otro, no creo que cambie mucho la cosa.
– Y en cuanto a lo que se denomina Event Cinema, que es poner óperas o partidos de fútbol o inclusive videojuegos, parece algo que desvirtúa la idea de lo que hasta ahora ha sido el cine y la cambia por completo. ¿Pudiste hablar a lo largo del rodaje del film con los propietarios de salas acerca de esta otra posibilidad?
Sí, los hermanos Salom planteaban eso como un posible camino para el cine Rívoli y ellos estaban muy abiertos a este tipo de experiencias.
– ¿Y estas cosas perjudicarían al cine independiente, en tu opinión?
No me considero un experto en este tema. Yo me dedico a hacer documentales y me cuesta hacer este tipo de pronósticos. Desconozco cómo van a ser las cosas y qué es lo que genera una parte u otra. Yo creo que el hecho de que haya diversidad de públicos y de películas es bueno, y que el gran reto es que cada exhibidor sepa encontrar su público y sus películas. Eso hará que su negocio siga adelante y la constatación de que de alguna forma la meta de que les vaya bien a todos debería de ser el objetivo.
Obviamente, no toda la experiencia de programación debería regirse por estrictamente cuestiones de proyección económica, porque entonces sí es verdad que hay un tipo de cine que va a ser -y ya lo está siendo-, forzado a los peores pases, a las peores salas, o directamente a ser marginado de la programación, y entonces eso sí que para mí sería dramático.
– Posiblemente la digitalización ha mejorado muchas cosas relacionadas con la logística en las salas, sobre todo en lo que tiene que ver con la insularidad, pues ahora ya no se necesita que las películas sean enviadas físicamente, aun cuando el exhibidor parece que tiene que actualizar tecnológicamente la sala de cine. ¿Las ventajas superan a los inconvenientes en este caso?
Sí, porque como te comentaba los equipos van envejeciendo y así como antaño un proyector se reparaba con herramientas, ahora se repara generalmente con softwares; es un tema más de informática, con lo cual sí que se necesita la presencia de un informático, aunque también es cierto que son equipos mucho más frágiles. Los equipos de proyección de 35mm han sobrevivido decenas de años y son pocos los proyectores digitales que aguanten 15 años en perfectas condiciones. El mantenimiento es más complejo.
– A eso me refería, que si tienes un fallo, el técnico de Kelonik, por ejemplo, no te va a venir desde Barcelona, sino que tienes ya gente en Palma preparada para arreglarlo en cualquier caso.
Sí, pero también es cierto que hay menos profesionales con una larga trayectoria de proyeccionista, y los que quedan son proyeccionistas de la era digital, son pocos los que han tocado celuloide, los que han hecho empalmes, los que han proyectado películas en 35, y en ese sentido la capacidad de solventar un problema quizá es menor, porque hay menos experiencia. No lo sé. No tengo tanta certeza sobre eso.
– Y para terminar me gustaría saber si hiciste esta película porque emocionalmente te tocaba a ti como persona, es decir, tú desde niño has disfrutado del cine y siempre quisiste saber cómo ha sido todo el proceso hasta llegar a lo que la exhibición es hoy, con esa degradación, por qué no decirlo, de unas determinadas salas tanto de Mallorca como de otros sitios.
Para mí esta película es un tributo a la experiencia en las salas, que es algo que yo he tenido la suerte de vivir durante muchos años de niño y de joven. Mis padres me llevaban al cine desde muy pequeño a ver películas difíciles y fueron ellos los que me descubrieron un cine que sin su participación no hubiese descubierto. Todo eso ocurrió en una sala de cine y probablemente allí se generó un impacto que me acompaña a día de hoy y que es el que me ha llevado a querer yo también crear películas y crear esas emociones o contar esas realidades.
Yo sentía que la degradación o la desaparición de esas salas en muchos lugares era algo sobre lo que convenía que fuésemos conscientes, porque yo mismo me siento responsable de esa desaparición. Creo que todos contribuimos de una manera u otra a que con ese gesto o con esa comodidad se esté transformando de algún modo la experiencia sociocultural humana. Por eso de alguna forma me sentía con el deseo de acercarme a esas personas y por otro lado compartir esas historias con vistas a que nos hiciésemos preguntas con respecto a qué es lo que nos retiene para ir al cine, qué es lo que nos perdemos, por qué vamos si es que vamos y por qué no vamos si es que no vamos.
También he querido buscar un equilibrio entre el aspecto dramático y cierta dosis de humor, que me parece también importante reivindicar.
– Y está también la diferencia entre la experiencia colectiva y la individual, que son dos cosas completamente distintas, aun cuando ambas se complementan de alguna manera porque, de hecho, también son interesantes plataformas como Filmin donde tú puedes ver una película, que sé yo, un domingo por la mañana o en cualquier otro momento, si quieres en tu casa.
Por supuesto, creo que todas las ventanas y las formas de ver cine han llegado para quedarse y son buenas. Quizá la atención debería de estar en hasta qué punto ya la comodidad condena a unos espacios de exhibición para los cuales esas películas han sido creadas. Toda la posproducción, cuando hacemos la corrección de color o de sonido, la hacemos pensando en una sala y si dejamos de ir a los cines a lo mejor tenemos también que pensar las películas de otra forma, tanto por cómo son filmadas por cómo son narradas y ver así las películas que salen adelante y las que no.
©José Luis García/Cinestel.com