“Recuerda”, de Melina Terribili; un film sobre las motivaciones artísticas de su padre, Carlos
Estreno en Buenos Aires
La realizadora Melina Terribili marcó con “Ausencia de mí” (2018) el inicio de una trilogía sobre la memoria que ahora continúa con esta segunda película que básicamente habla sobre el compromiso de los autores con su creación artística a partir de percepciones internas que tienen que ver con cosas que ocurren y que más o menos son de público conocimiento.
“Recuerda” es un documental en el que la directora indaga sobre los impulsos que motivan a su padre, artista plástico, a crear sin descanso con la utopía de un mundo más justo.
Recuerdos y reflexiones sobre la vida y la muerte, la memoria, el amor o el paso del tiempo se dan cita en este filme que gravita en torno a los intensos pensamientos de Carlos Terribili.
La película contiene registros sobre el sentido de la creación que fueron grabados a lo largo de más de treinta años y que vinculan tanto a Carlos como a su hija con aspectos relacionados con el sentido de la creación. Además, este relato pone el foco en lo que fue un artista cuya obra estuvo siempre anclada en realidades sociales y políticas de su época y que supo transmitir a sus hijas la pasión por la imagen.
Inicialmente, la película iba a ser narrada en presente, pero el fallecimiento de Terribili padre inevitablemente convocó a que pasara a contarse en pasado. En paralelo, otro pilar importante para la trilogía, el fotógrafo uruguayo Jorge Vidart, también fallece y es por eso por lo que Melina decidió dedicar su primer film a ambos. Cabe decir aquí que, como suele ocurrir muchas veces entre los cineastas, ambas películas fueron planeadas con poca diferencia de tiempo, pues mientras se estaba haciendo el montaje de “Ausencia de mí”, ya estaba en marcha la ideación de esta segunda historia.
Melina Terribili responde las preguntas de Cinestel:
– El hecho de que “Recuerda” esté basada en la figura de un padre, tal vez la convierte, en tu caso, en algo distinto, en algo mucho más cercano quizá a tu propio ser que la primera obra de esta trilogía. ¿Fue así?
Sí, claramente es la primera película que yo hago con alguien tan cercano a mí como fue mi padre. De todas maneras, esto lleva otro tipo de trabajo y de distancia, pero yo trato siempre de ver las obras como obras, como películas, y a las personas como personajes. Entonces traté siempre de trabajar desde ese lugar, por más que fuera la historia de mi padre y también en la película haya un poco de mi propia historia, porque yo también me veo reflejada en ella, con el vínculo padre-hija. Pero sí, claramente es un proceso diferente. También hay algo de la libertad que te da trabajar con materiales propios y con alguien tan cercano.
En el caso de Alfredo Zitarrosa, siendo una figura pública y teniendo que filmar una película como fue “Ausencia de mí” en otro país, aquello fue un trabajo muy arduo al tener que viajar permanentemente a Uruguay. Igual fue un proceso maravilloso, porque yo con la familia de Alfredo siempre tuve, y la tengo hasta el día de hoy, una relación increíble de confianza. Pero había muchos derechos de archivos también que no eran de Alfredo, pues yo trabajé mucho con registros que no eran propios de él. Entonces era un trabajo bastante desgastante en cuanto a poder contar con esas recopilaciones, ya que también habían archivos sonoros, visuales y audiovisuales de los países donde él se va exiliando. Así que entré en un laberinto enorme.
En el caso de “Recuerda”, no, porque ya estaba trabajando con materiales propios de mi padre, míos. Y sí, es un descubrimiento; es también un aceptar un poco el tener que asumir que también te estás retratando, que también me estaba retratando a mí. Pero en definitiva, durante el montaje creo que siempre tratamos de trabajar en relación a cómo los materiales tenían una función en la película.
Y me pasó con “Recuerda” que como yo empecé a filmar y al poco tiempo mi papá murió, me costó mucho tiempo ver ese material. De hecho, tuve un año sin ver nada sobre la película, porque estaba en el duelo.
– Pues para mí, Carlos Terribili, pintor y muralista, fue un hombre muy sensible, pero que no tenía un ego tan marcado como lo tienen otros pintores. Y no sé si influenciado por mi trabajo periodístico, en el cual yo había por ejemplo participado en una breve entrevista colectiva a Salvador Dalí muy pocos días antes de su muerte, quien era un egocéntrico absoluto; me parece que Carlos era una persona antagónica a Dalí, pues siempre miraba por qué transmitir con sus obras antes que promocionarse él o que el centro fuese él. Eso es lo que refleja la película. ¿Era Carlos así en la realidad?
¡Qué lindo! Gracias. Sí, era así. Él también tenía una mirada súper irónica sobre la intelectualización del arte, sobre el mundo intelectual, sobre los sectores elitistas del arte. De hecho, estaba en la vereda de enfrente. Entonces él siempre tenía muy claro que él no quería estar en ese lugar, no le interesaba estar en ese lugar. Y a pesar de que podía haber estado, porque fue un artista plástico, muralista muy importante, él decidió conscientemente nunca participar de salones competitivos, ni vendió obra. Fue una persona que no lucró con su arte, sino que, como decís vos, lo puso en función primero de las cosas que le dolían, de las cosas que le preocupaban, que sentía que tenía que estar con su trabajo presente cada vez que lo requiriera la realidad, las circunstancias.
Y es que estamos hablando de una generación que atravesó muchas circunstancias políticas durísimas. O sea, desde el bombardeo de Plaza de Mayo en el 55, que mi papá era chico, pero lo recordaba muy bien; la última dictadura cívico militar; luego todo el proceso de inestabilidad política; la vuelta a la democracia; el neoliberalismo en los 90;… que eso él lo marca mucho en la película. Todo el momento más activo de Carlos, que se ve cuando él filma, es en este periodo de mucha resistencia cultural. Y a mí me encantaba escuchar eso de mi viejo. De hecho, siempre lo siento como un refugio. Un poco esa forma de pensar en el arte, no perdernos en el camino, no perder de vista por qué crear, para qué crear. Creo que la película también quiere poner el foco ahí. Me gusta que lo sientas de esa manera.
Y sí, él era así, además tenía un humor bastante particular con respecto a esas cosas. Buenos Aires es una ciudad muy europea y él era muy crítico de los artistas y de las personas que siempre están intermediando en el arte, entre el público y la obra, y que piensan que siempre hay que mirar afuera, a Europa. Y él decía que padre y madre tenemos todos, pero que nosotros somos latinoamericanos y nuestra historia está acá.
– Carlos tenía como referentes, entre otros, a Marcelo Mastroianni, a Fellini, y cómo no, pues al Che también. En el Che tal vez le influyó el tema de cómo fue encontrado. Porque Carlos le daba muchísima importancia a lo que son las manos, me parece, sobre todo a las manos suplicantes o protegiéndose. Y creo que también puede tener alguna relación lo que le impactó ciertas cosas que ocurrieron en Vallegrande, por ejemplo, para influirlo en cómo fue su obra, quizá después. Me parece que puede haber algo de eso también.
Sí, qué interesante, no lo había pensado. Es cierto, las manos era un elemento muy presente en la obra de mi papá. Eran como muy expresivas, digamos. De hecho nos usaba a veces de modelo a nosotras, me acuerdo. Y por otra parte, nuestros padres eran muy peronistas también. Y a Perón también le cortaron las manos, igual que le pasó al Che.
Mi papá colaboró muchísimo con Cuba, era un colaborador permanente, viajó varias veces a ese país. Y se da esta coyuntura de que encuentran los restos del Che y lo invitan a Vallegrande a estar allá y a donar obra. Y entonces sí, es una figura, es un referente el Che para esa generación, muy fuerte. De hecho, hay una anécdota sobre nuestros padres: mamá también es artista plástica, y antes que naciéramos nosotras, ellos hacían trabajos, si se quiere, no sé si antropológicos, porque ellos no eran antropólogos, pero tenían mucho interés en las culturas andinas.
Ellos hacían audiovisuales en el norte argentino, en Bolivia y en Perú también, que son materiales que en este momento estamos en pos de rescatar. Son muy valiosos porque están hechos en los años 60, y en una vuelta posterior en la que mi papá sacaba fotos en diapositivas, y mi mamá tomaba sonido en cinta abierta, en esos equipos antiguos que luego después montaban en casa y hacían estos trabajos audiovisuales.
Entonces, mi papá tenía una cierta edad medio similar al Che, y físicamente se parecía a él con la barba, la boina y todo, y un día en Bolivia lo arrestaron, pues lo estaban buscando al Che, y se lo llevaron detenido. Sospecharon de él. Y él siempre contaba que lo llevaron a una comisaría, y que tenían atrás todo el mapa de cómo lo estaban buscando al Che. Y le pareció increíble cómo aquella gente ni siquiera fue consciente de que él estaba viendo eso. También después lo soltaron, obviamente.
La revolución cubana, el asesinato del Che, es algo que impactó, y que incluso fue un gran motor de la militancia de los 70; militancia que mis viejos tuvieron, pero de la que se alejaron cuando nacimos sus hijas. Pero recién me llegó un mensaje muy hermoso de uno de los amigos de mi papá, quien es presidente de la Liga por los Derechos del Hombre, que es el primer organismo creado en la Argentina en pos de la libertad, y ha refugiado personas hasta de la guerra civil española, o músicos y personas del lugar en bolsos de dormir tanto en iglesias como en escuelitas, y me contó que mi papá fue el primero en denunciar en plena dictadura la desaparición de una maestra de Jujuy, amiga de la familia.
O sea que a pesar de que habían tomado distancia con la militancia por la cuestión de que habían nacido sus hijas, seguían igual. De hecho, en casa han venido personas escapando de Chile, de la dictadura de Pinochet, han venido refugiados para después exiliarse en Europa o en México, que fue también un país que albergó muchos exiliados y exiliadas. Entonces sí, todo está ligado. Y también en la ex-ESMA hay un Che gigante que fue una obra de mi papá, y además hay mucha obra suya fuera, porque él hacía eso, o sea, él creaba para los demás.
– Hay una pregunta que quizá el espectador se haga, y es que por qué en la estación de ferrocarril de Flores el mural de Carlos Terribili es destruido. ¿Es porque estaba en mal estado o fue una decisión caprichosa quizá?
Ahí pasaron dos cosas. Hubo una desidia por parte del gobierno de la ciudad, y mi papá muere en 2016, en el primer año macrista. Digamos que fue un golpe muy fuerte porque nosotros veníamos de gobiernos populares, y ya el mural tenía mucho tiempo de no ser restaurado. Fue restaurado la última vez en el año 2000, y en la película se ve esa restauración. Entonces ya estaba en un estado de deterioro muy grande y al mismo tiempo hubo mucha dejadez y falta de apoyo por no hacerlo a tiempo.
Y después de la muerte de mi papá, quisimos igual pensar la restauración del mural, aunque sea de forma colectiva, como hacía mi viejo, aunque no tuviéramos apoyo económico; ahí nos habían donado la pintura, nos iban a donar los andamios, todo como lo hacían con mi papá. Pero esa posibilidad se vino abajo y finalmente se termina como se ve en la peli. De todas maneras, si bien por supuesto no es culpa de los trabajadores que están destruyendo el mural, esa escena está utilizada de manera simbólica también en la película. Hay una época, hay un tiempo que se acaba.
El mural estaba basado en el libro «Crónicas del ángel gris» de Alejandro Dolina, que es un clásico de acá, con esa historia del ángel gris, los refutadores de leyenda, los hombres sensibles,… A él lo fui a ver y me dijo que también estaba muy triste. Y yo me quedé un poco en silencio y él añadió que su tristeza surgió “porque el mural ya no está, tu viejo ya no está y los sueños los perdimos”.
©José Luis García/Cinestel.com