«El Rostro» de Gustavo Fontán; viéndonos y escuchándonos

¿Nos vemos, nos escuchamos y hacemos lo mismo con lo que nos rodea? Esta parece ser una de las premisas sobre la que el argentino Gustavo Fontán ha construido este relato que, exento de cualquier tipo de narrativa, nos transporta a un lugar determinado de la provincia de Entre Ríos, a orillas del río Paraná, donde es fácil y hasta gratificante reencontrarse con sentidos y aromas cuya amplitud añoramos o desconocemos. El director del Festival de Roma, Marco Müller, la seleccionó para la sección CinemaXXI de la muestra italiana correspondiente a este año 2013.
En «El Rostro» un hombre llega en un pequeño bote a una isla situada en el curso del río Paraná y se dirige hacia un lugar en el que alguna vez hubo un caserío o un pequeño asentamiento pero ahora ya no hay nada, sólo signos leves de algo viejo y perdido de lo que fue su aldea natal. Más tarde llegarán a la isla su esposa, padre, amigos e hijos. Se reúne con sus seres queridos pero también con sus antepasados fallecidos, con los pájaros, la música del río y su dolor interior.
Fontán continúa en la línea de sus últimos trabajos, con mención especial a la acogida que tuvo la trilogía de «La Casa», y además en este caso se ha arriesgado en un emplazamiento que es muy complejo e inestable para rodar. La película se ve en blanco y negro, su filmación comenzó en invierno y acabó en verano, y uno de sus puntos fuertes es el sonido que nos introduce en la atmósfera de este apartado lugar que unido a esa imagen tan especial que nos sugiere texturas y realza expresiones, configuran un retrato que es todo un arte en movimiento, muy agradecido por todos los seguidores de este cineasta que suelen llenar las salas cuando se estrena en Buenos Aires, especialmente cuando se ha programado en el BAFICI, porque Fontán se ha especializado en una cinematografía singular que es garante del libre pensamiento, una de las ideas fundamentales de cualquier cinéfilo o amante del arte en general.
La clave principal de «El Rostro» quizá radique en la experiencia, en la mirada sobre cómo muchos han ido forjando su vida y construyendo su devenir con sus aciertos y sus desatinos, justamente para tratar de reaprovechar esas habilidades o destrezas que vemos conquistadas con esfuerzo, e intentar evitar en lo posible los desaciertos. Muchas veces nos vamos apropiando de algunas subjetividades de otros para fabricar las nuestras pero, ¿cuántas veces nos miramos a nosotros mismos desde una postura crítica? ¿y si nos viésemos mal, desmontaríamos nuestra barca tal cual está para construir otra mejor reparándola? ¿preferiríamos ir sacando con un cazo el agua anegada dentro de la embarcación sin resolver el problema original? ¿o nos inclinaríamos por dejarla tal como está, perdida y abandonada?
Gustavo Fontán también resalta la asimetría de sus personajes, pues según nuestra edad y nuestra trayectoria, tomamos posturas diferentes en relación con el entorno que nos rodea. En la película está la mirada de los adultos, pero también la infantil con toda su carga de admiración, búsqueda y aprendizaje. El film se compone también de algunas imágenes de archivo y ha sido filmado en los formatos de 16mm y Super 8. Si la parte inicial de la película la ocupa un hombre que llega a un paraje conocido para restituir las condiciones de una parte anterior de su vida, al final del film veremos una representación gráfica sobre cómo es el camino que transitamos en esta vida, con quiénes nos vamos encontrando y sus respectivas miradas. El río es otro protagonista y una metáfora perfecta sobre lo mucho que transcurre y fluye cerca de nosotros, a lo que unas veces le prestamos atención y otras no.
Aunque «El Rostro» carece de narrativa y también de tensiones y conflictos, es importante mencionar que el filme de Fontán se acerca al espectro poético, como ya ocurriera en anteriores películas como «La orilla que se abisma» sobre textos del enterriano Juan L. Ortiz, y nos invita a los espectadores a una búsqueda interior sobre nuestros prejuicios, sobre cómo vemos el paso del tiempo -si es que alguna vez sabremos qué es el tiempo- y especialmente para que reconozcamos cómo es nuestra mirada y si sabemos escuchar. Entre los temas posibles para la reflexión se encuentran además los de la supervivencia, la alimentación, la limpieza, el aseo y el trabajo, pero como es un film que ofrece una vía tan participativa, en este caso veremos tantas películas distintas como rostros permanezcan atentos a la pantalla rindiendo tributo a su propia sensibilidad.
©José Luis García/Cinestel.com