«Alegrías de Cádiz» de Gonzalo García Pelayo; fiel docu-ficción

Más de treinta años ha tardado Gonzalo García Pelayo en volver a rodar una película, con toda seguridad porque se estuvo dedicando a su otra gran pasión que es la de los juegos de apuestas para los que suele utilizar técnicas de promedio casi infalibles como la de aprovecharse de imperfecciones en la fabricación de mesas de ruleta de los casinos, lugares donde tuvo prohibida la entrada durante más de una década hasta que en 2004 una sentencia le volvió a abrir las puertas. «Alegrías de Cádiz» nos presenta una historia que se puede considerar un homenaje, es posible que el mejor, a la identidad y las formas de vivir la vida que tienen las gaditanas y los gaditanos, dentro de un cine que posee su particular sello descriptivo.
García Pelayo es un cineasta rompedor cuya faceta de jugador de éxito fue llevada al cine por Eduard Cortés en «The Pelayos» (2012). Como explicaban en la Filmoteca de Catalunya, que en estas fechas le dedica un ciclo a la corta pero singular filmografía de este director, introdujo en el cine la Movida antes de que la Movida existiera y la situó en Sevilla. Ahora que se habla tanto en el ámbito del cine sobre la entelequia de una línea divisoria entre la ficción y el documental, es razonable reconocer el mérito de que este realizador fuera uno de los pioneros en sacarle partido a la docu-ficción.
«Alegrías de Cádiz» (2013) contiene muchos puntos en común con uno de sus anteriores filmes, «Vivir en Sevilla» (1978), en el sentido de que es capaz de destapar con energía y atrevimiento una cara diferente de la ciudad andaluza. La ficción que intenta darle una cierta afinidad al relato, más bien parece una coartada del director y los guionistas para llegar a aspectos más profundos que tienen que ver con esa identidad propia de una población que está muy condicionada al hecho de que en sus Cortes se promulgó en 1812 la primera Constitución española, que por ser aprobada el día de San José recibió el nombre popular de La Pepa.
Todo el guión se articula a través de dos amigos ante la inminente llegada de los Carnavales de Cádiz, un cantautor y un jugador de póquer que están enamorados de la misma mujer quien, cómo no, se llama Pepa y está interpretada por cuatro mujeres distintas para dar una idea completa de la mujer gaditana. Los hombres de la ciudad también están representados y no sólo en ellos, porque durante la película vemos actuar al menos a cuatro grupos de chirigotas, famosos grupos que cantan temas humorísticos y satíricos. Amor, algo de sexo, paisaje y paisanaje son los elementos que vertebran una narración con elementos experimentales donde frecuentemente se mezclan la realidad del rodaje de la propia película con la ficción que ella misma desarrolla.
En contraposición a cómo piensa y actúa uno de los personajes principales más emprendedor, otro de los protagonistas llamado Jeri piensa que los negocios son la negación del ocio y en su exceso de lirismo es capaz de convertir una braga en poesía. En algún momento de la película, la Pepa con cuatro semblantes se va con otro chico y estos amigos mantienen nuevas relaciones con tres «novias del carnaval» mientras se mezclan con chirigoteros, flamencos y gente peculiar de la ciudad que ofrecen un amplio espectro de la rancia sabiduría popular que Cádiz atesora.
El conjunto del film es muy vitalista y ofrece un retrato sincero pese al artificio acerca de, además del sentir y carácter colectivo, esa blanca y bonita ciudad de Cádiz cuyas callejuelas representan el alma de una localidad con lugares tan variopintos como la plaza Mina que vio parir a Manuel de Falla y que aquí se califica como «el coño de Cadiz», o el mercadillo del Piojito y la plaza del Mentidero. La voz en off del polifacético director se escucha en algunos momentos y «Alegrías de Cádiz» también concede durante sus dos horas de duración bastante protagonismo a distintas formas de música popular que tienen que ver con el flamenco y las chirigotas, cantos carnavalescos que no dejan títere con cabeza en el mundo de la política en general, pero que al mismo tiempo se dedican al sano ejercicio de reírse de sí mismos porque en realidad todos vivimos en una sociedad cargada de errores e incertidumbres.
©José Luis García/Cinestel.com