La mirada de Carla Simón en los trabajos anteriores a «Verano 1993»

Suele ocurrir que cuando un director o directora novel de cine recibe algún premio importante por su ópera prima en largometraje, casi siempre ese galardón acostumbra a ofuscar a los ojos de la mayoría de espectadores algunos otros trabajos en cine, principalmente cortometrajes que ya antes nos daban una idea de su nivel profesional.
Carla Simón es una directora catalana a quien la presentación de su primer largo, «Estiu 1993» (Verano 1993), en la Berlinale, le supuso la alegría de conseguir dos premios, el principal de ellos transversal a todas las secciones del prestigioso Festival alemán, pues la mejor ópera prima siempre se elige entre la totalidad de primeras obras que se ven en el certamen.
Simón posee, no obstante, varios cortos anteriores en su haber que nos revelan la preocupación que esta cineasta tiene por contar en su cine temas con los que se ha vinculado desde que era niña: la mirada femenina, la familia, el campo y la muerte.
Carla Simón comienza graduándose en Comunicación Audiovisual por la Universitat Autònoma de Barcelona. Tras ello, pasa un año en la Universidad de California donde junto a Marco Busiano elabora los cortometrajes experimentales «Lovers» y «Women».
«Lovers» (Amantes) es la adaptación al vídeo de unos poemas de Paul Portuges, que cuentan el tránsito de una relación amorosa absorbida por una idealización inicial, que se va transformando hasta llegar a un rechazo final.
Por su parte, «Women» (Mujeres) utiliza imágenes en blanco y negro con un ratio de pantalla de 4:3, que navegan entre el surrealismo, la poesía y la simbología para intentar reflejar las diferentes caras que puede mostrar el universo femenino. Sus títulos de crédito finales son mostrados además de una forma muy original.
A partir de ahí, la realizadora se inscribe en un curso de ficción MATV organizado por el canal público catalán TV3, para el que posteriormente realizará el episodio piloto «La Clínica» y una película educativa que se incluirá en «la Marató», uno de los programas televisivos anuales más exitosos de Europa en su género, que se dedica a la recaudación desinteresada de fondos entre los espectadores para causas solidarias o en vías de investigación científico-médica.
Inmediatamente después, recibe una beca para estudiar en la London Film School, donde dirige y escribe el documental «Born Positive» y la ficción «Lipstick». Ambos trabajos fueron seleccionados por numerosos festivales internacionales, y ya contienen en su génesis una fuerte vinculación con su biografía personal, que más tarde llegará a su grado más elevado en «Estiu 1993».
«Born Positive»
Carla Simón es hija de seropositivos, pero por suerte no ha heredado el VIH de sus padres.
En el documental «Born Positive», los tres jóvenes protagonistas sí que son portadores del virus que poseían sus respectivos progenitores. De ellos sólo escuchamos sus voces, pues los tres chicos que salen en pantalla en formato entrevista son actores que están simulando las voces de los auténticos originales. Todos ellos comparten este secreto, que les fue ocultado mientras eran niños y que, una vez que lo descubrieron, tuvieron que esconderlo de los otros.
La culpa, la ira o la ignorancia son sólo algunos de los sentimientos que perciben, al tener que haber lidiado con una enfermedad tan impopular, que fue inoculada a través la placenta de sus madres.
«Lipstick»
El siguiente paso de la directora fue la ficción «Lipstick» (lápiz labial), rodada también durante su estancia en la escuela londinense. El tema principal de este corto en blanco y negro es el de cómo enfrentan los niños la muerte de sus mayores.
A Simón se le murió primero el padre y un tiempo después, cuando ella tenía 6 años como la protagonista de «Verano 1993», su madre. «Lipstick» es un corto que indaga en la pregunta de cuándo un niño llega a ser consciente del fallecimiento de alguien de la familia.
Volteado por la música de Nat King Cole y su «Perfidia», el filme presenta a dos niños británicos, Sophia y Oliver, que adoran jugar en casa de su abuela. A Sophia le gusta mucho cuando la yaya le deja pintarle los labios con un lápiz. Una tarde, la niña encuentra a su abuela durmiendo y se le ocurre una idea: podría maquillarle el rostro para que la mujer tenga una sorpresa cuando despierte. Oliver trata de detener la broma de su hermana, pero rápidamente ve que la vieja abuela no se mueve.
El dilema que aquí se plantea es el de que si Sophia podría llegar a pensar a su corta edad que su yaya ha muerto como consecuencia de que ella le ha puesto ese maquillaje en la cara. ¿Son necesarios los eufemismos a la hora de explicarles a los niños un hecho grave? ¿Cómo se lo tomarán cuando sean mayores y sepan la verdad de lo que ocurrió? ¿Qué hacer si la niña sospecha que su acción fue lo que provocó el fallecimiento? Son preguntas que surgen tras el visionado de este filme.
«Las pequeñas cosas»
Y como consolidación definitiva de Carla Simón a nivel profesional, tras el multipremiado «Lipstick» llegó el espléndido cortometraje «Las pequeñas cosas», su trabajo de graduación que está inspirado en la relación habitual entre su abuela y una tía.
El filme es la historia de Ana, una mujer de 40 años que tiene acondroplasia (enanismo) y vive con su madre (María), una mujer conservadora que nunca ha aceptado a su hija tal cual es en su realidad.
La película nos muestra a ambas y la distancia que tienen entre sí, pese a vivir juntas. Tan cerca físicamente, pero tan lejos al mismo tiempo.
La próxima visita del hermano de Ana e hijo de María pondrá en evidencia sus posturas tan antagónicas dentro del entorno familiar en el que habitan.
Simón hace gala en este corto de un despliegue superior de recursos técnicos, con paneos y travellings incluidos. Claudia Llosa fue la mentora del guion, un texto que trata con mucha fuerza el tema de la incomunicación entre dos personas que desarrollan una vida en común. Realizada en un formato más panorámico, la película es un excelente anticipo de la calidad que a nivel técnico se ve en su galardonado primer largometraje, «Estiu 1993» (Verano 1993), sobre el que escribiremos aparte.
Con premios o sin ellos, la mayoría de realizadores que culminan su primer largometraje ya llevan detrás de sí una rica experiencia cinematográfica en el cortometraje, cuya progresión se puede comprobar y analizar.
Digamos entonces que Carla Simón, por referirnos a este ejemplo que nos ocupa, no empieza con «Verano 1993» como directora, sino que continúa con esta película una carrera ya iniciada que tiene muy buenas posibilidades de salir adelante con éxito.
©José Luis García/Cinestel.com