Alexander Katzowicz nos habla sobre «Internet Junkie»; la infinita ansiedad y soledad
Estrenada en el BAMA Buenos Aires 17 marzo 2016
Arturo Ripstein y Ángela Molina participan en el elenco de la ópera prima del realizador Alexander Katzowicz, un film que profundiza en la obsesión incontrolada y persistente que muchas personas tienen por las tecnologías, estas ventanas aparentemente cómodas frente a las que lo percibimos todo en la distancia mientras nos hacen olvidar de la importancia del calor humano y la cercanía. La película es una historia coral.
México, Argentina e Israel son los países coproductores donde maduran las cinco historias que componen «Internet Junkie» que nos muestra personas que están aisladas frente a su pantalla y que todas sus relaciones son a través de Internet, con la webcam, jugando, chateando o masturbándose. La película tiene un poco de erotismo pero no se basa en eso sino en lo que en muchos casos es una dependencia total de Internet.
En el fragmento que rodaron Molina y Ripstein, interpretan a dos ancianos en un asilo sin acceso informático a la red y en una de las secuencias mantienen una tensa disputa por la herramienta de control remoto del televisor. Lo que comienza siendo una pelea por el acceso o no a un canal, acaba convirtiéndose en un acceso carnal. Aquí la película se introduce en un terreno poco trabajado por el cine, el de las relaciones de sexo entre abuelos de la tercera edad. En un descanso de la representación de semejante tensión y lujuria, a Ripstein casi le cae una lámpara en la cabeza, pero afortunadamente todo quedó en un susto.
Alexander Katzowicz cuenta a Cinestel que «el personaje de Ángela es el único que habla de lo importante que es el amor desde una residencia de ancianos donde la gente está abandonada, y el de Arturo es su marido en un matrimonio venido a menos que terminan en un asilo, lugar al que el protagonista los va a visitar y es ahí donde descubre una realidad muy distinta a la que vive cotidianamente en el mundo virtual y en la calle».
– El control remoto del televisor se ha convertido en un símbolo de poder y los personajes de tu película hacen un uso irracional de las tecnologías. ¿Es como si no supieran administrar su tiempo?
Es un ejemplo más de que uno ya no utiliza las tecnologías sino que éstas vuelven títeres a las personas cuando muchas de ellas tienen una adicción total y dependen de estos ingenios para todo, para querer, amar, la amistad, para relacionarse y en su realidad física están aislados en cuatro paredes en un lugar oscuro. En esa escena ella quiere apagar la televisión, él no se lo permite y esconde el aparato junto a los testículos y ella va y se lo quita.
– ¿Nos es más fácil chatear que abrazar a un amigo?
Es mucho más fácil chatear que abrazar a un amigo. La gente tiene miedo a abrazar a una persona o darle cariño porque no les gusta sentir emociones muy fuertes en las cuales sin el chat es muy difícil sonreír sin sonreír; allí pones jajajajaja y significa eso, sonreír sin sonreír. Uno se vuelve más frío con esta relación en la cual median las máquinas para que haya cariño.
– Hay una pequeña parte que la vais a rodar en Israel. ¿Sospechas que alguien te vaya a comparar con Daniel Burman?
Yo no he pensado en ninguna analogía con Burman porque su cine es muy argentino, voy a filmar allí una de las cinco historias y casi se podría decir que yo tengo más derecho que él porque nací en Tel Aviv, tengo mucho tiempo vivido allí y una de estas historias ocurre en Israel; así que en la comparación de nuestros orígenes tenemos muchas similitudes pero en nuestros estilos no creo que existan.
– ¿Empleas la improvisación en las escenas que ruedas?
Yo soy bastante riguroso en el sentido de que me gusta que se haga lo que dice en el guión pero tampoco soy terco. Si los actores tienen una propuesta interesante y a mí me cuaja, la podemos hacer. Si no distorsiona, la tomo.
– En Internet he visto algunos de tus cortos en los que participa tu hermano en la parte de animación.
Sí, es David Katzowicz, que participó en algunos cortos que hicimos en stop motion de los que «Versus» es el que más me gusta, que estuvo en Mar del Plata y en otros festivales, y en la parte argentina de «Internet Junkie» mi hermano va a ser el director de arte de la película. Él es pintor, escultor y dibujante. Un hombre muy talentoso.
– Y si te dijera que me he quedado enganchado viendo tus cortometrajes, ¿qué debería hacer para desengancharme?
Yo te diría que no te desenganches. Puedes verlos una y otra vez. En el de «Versus» en especial hay una descripción que si te fijas le puedes dar a un botón que te deja ver el texto completo en el cual Eduardo Relero, el artista plástico que hace anamorfosis, hace un comentario crítico muy bueno del cortometraje y, si quieres ver algo más de él, tengo una portada en mi segundo libro «Breviario de Insolencias» que es una portada que si la miras con lentes adecuadas se ve en tres dimensiones, es un efecto de anamorfosis que es el mismo del cinemascope al ocupar todo el espacio por un lado, pero sin lentes se ve angosto. Son libros míos que también se pueden conseguir en Barcelona en la Librería La Central.
– La pregunta es inevitable, ¿a ti te ha pasado quedarte encadenado a alguna de estas tecnologías?
Ah sí; yo soy el primer ‘Internet Junkie’ del mundo y me doy cuenta de mi adicción. Por eso mismo ni tengo Facebook, ni Skype, ni Twitter, pero ya sólo entre los e-mails, la información que puedo leer y los vídeos que puedo ver, me puedo tirar diez horas sin darme cuenta y noto que es algo negativo, no lo veo como algo positivo. Internet tiene muchas ventajas y puedes hacer muchas cosas buenas, es muy útil, muy eficaz y muy rápido pero creo que a largo plazo, reemplazar la vida real con contacto virtual es negativo, nos vuelve como Cyborgs, como robots, nos quita la seducción de las miradas: hablar con una persona no es lo mismo que tenerla en una pantalla.
– En un monólogo que hiciste en Madrid que también circula por Internet, hablabas sobre los españoles de hoy en día de una manera bastante cercana y acertada. ¿Esto es porque has residido mucho tiempo o porque eres un observador acelerado?
Soy un observador acelerado, como bien dices, pero también viví mi infancia en Madrid, de los 4 a los 9 años, mi padre llevó cine subtitulado a España y manejaba el cine Rosales en Madrid. Trabajó mucho tiempo con Antonio Llorens de Lauren Films y del 2001 para aquí yo he vivido unos 6 años en España, entre Madrid y Barcelona.
– ¿Piensas volver por España?
Por supuesto que pienso volver. Ángela Molina quedó muy satisfecha del trabajo, hasta me ha pedido que le escriba un guión entero para hacer un protagónico con ella. Nos hemos entendido muy bien y es la primera vez que trabajamos juntos y a mí me gusta mucho España. Me gusta la comida, especialmente el País Vasco, y en Madrid y Barcelona la noche y la calle es algo único.
©José Luis García/Cinestel.com