Benjamín Naishtat habla acerca de «Historia del miedo»; las paranoias

Seleccionada a competición oficial en la Berlinale 2014 y con dos premios internacionales en su haber (JenJou -Corea- y San Francisco), la ópera prima de Naishtat es un drama coral que se pasea por algunos miedos y paranoias que nos circundan en esta sociedad posmoderna en la que se tiende a seguir unos mismos patrones para todo. En la película un verano caluroso en una ciudad asediada por cortes de luz, un barrio privado con un gigantesco parque, un terreno aledaño abandonado y una ola incontrolable de humo desatan la incertidumbre y el caos. El director nos explica su visión.
– ¿Te planteaste el relato como algo específico para hablar sobre los miedos y las paranoias en las personas?
Sí, particularmente una cuestión de paranoia y miedo social pero que en definitiva remite a un miedo más abstacto, más animal.
– En la escena que rodaste en una hamburguesería, el chico vendría a representar la postura de alguien que se sale de la norma. ¿Fue esa tu intención al rodarla?
Claro, él está transgrediendo las normas y al mismo tiempo no está haciendo nada, sino que la gente está tan alienada que cualquier cosa que se sale de lo corriente, despierta un pánico abismal. Entonces esa premisa es la que atraviesa un toda la película.
– ¿Esa generalidad es la que te motivó para que el relato fuera disperso y coral al mismo tiempo?
Es disperso para que el espectador vaya construyendo por sí mismo sin que todo sea tan lineal. Es coral para tener diversos puntos de vista con el fin de no focalizarse tanto. Para no ser parcial.
– ¿Jonathan da Rosa, el protagonista principal, tiene su personalidad templada tirando a fría para acentuar la problemática que aborda la película?
Sí, es frío, tiene una especie de cara, un rostro que absorbe todo lo que está a su alrededor y siempre está la posibilidad de que explote, cosa que pasa con la madre, con la novia,… y explota hacia abajo no explota hacia arriba. No se revela.
– A lo largo del relato también combinas imágenes de ataques paramilitares y programas de televisión muy mediáticos. ¿Lo hiciste para que los espectadores reflexionemos sobre la influencia que tienen algunos medios de difusión en la creación de paranioas en la población?
Sí. En ese caso son imágenes de archivo de fines de los años ’80, que tienen que ver con unos episodios violentos de Argentina que no están directamente relacionados con la trama de la película pero que quería ponerlos porque es una forma de decir que todo lo que sucede ahora, de algún lado viene. No es que hemos llegado por casualidad a ser una sociedad tan enferma sino que hay una historia de violencia y de odio detrás del presente.
– Hay otra imagen que transcurre en un peaje y tanto esa como la que te mencionaba antes de la hamburguesería, pueden ser interpretadas como metáforas de la mala gestión de nuestros miedos. ¿Muchas veces la realidad supera esa ficción que tú muestras en «Historia del miedo»?
Sí, son metáforas pero al mismo tiempo no me plantee tampoco esta historia como para que estuviera muy cargada de símbolos o metáforas. Sin embargo se cuelan, aparecen. La escena de la hamburguesería puntualmente también es una realidad que yo viví. Me inspiré en una cosa que pasó exactamente así cuando yo me encontraba viviendo hace unos años en el norte de Francia, en una ciudad que se llama Lille que es bastante pobre y en una estación de trenes donde iba a veces a desayunar veía que ahí se juntaban los adictos de heroína, y cuando estaban con la abstinencia hacían todo tipo de bailes y de cosas raras con una especie de inquietud física al mismo tiempo que yo veía a la gente que se aterrorizaba. No eran peligrosos pero ellos se aterrorizaban. Con ello quiero decir que el contexto también es universal, con ese terror a lo inesperado, a lo que se corre de la normalidad.
– Y buscar a los perros como culpables de los miedos también sale en la película.
Los perros están ahí como una especie de metonimia en el sentido de que la gente dice que tiene miedo de los perros pero en realidad teme que haya gente que se esté instalando ahí. No es porque hay perros. Es porque hay gente. Entonces es ese terror que también es muy local de Argentina o de América Latina, que temen que desconocidos encuentren tierra y que se instale ahí gente pobre que no tienen nada. Por eso a lo que tiene miedo la gente del barrio privado es que les pase exactamente eso. Los perros están ahí cumpliendo un rol medio simbólico evidentemente.
– El hecho de que hayas filmado en un country privado con ese vigilante que obliga al chico a bajar la cabeza como si todo fuera una especie de estado de excepción y encierro, veo que va también en el sentido del tema que tratas.
Sí, totalmente porque los barrios privados son paradigmáticos de una sociedad que perdió la capacidad de conectarse o de buscar una salida a las cosas. Hay como una especie de fuga hacia adelante y si uno se encierra en un country, hoy es ahí y mañana puede ser en un fuerte medieval. Es volver a una lógica primitiva de murallas y evidentemente son grandes símbolos del presente, un paradigma.
– Hay un momento de «Historia del miedo» en el que unas personas tienen que buscar a unos chicos en la oscuridad, pero en el que es como si los personajes no supieran reaccionar. ¿Buscabas la indignación en el espectador?
Indignación no. Más bien, en esa escena en particular de la oscuridad hay una especie de mezcla entre humor y terror porque es un poco absurdo que estén ahí gritando en la penumbra, pero también quería plantear una cierta ambigüedad de que por ahí los espectadores tengan miedo de que efectivamente pase algo. Es una forma de hacerlos empatizar con estos personajes asustados porque seguramente el público que ve la película también estará asustado de algo. Esa era la premisa.
– ¿Qué ha supuesto para ti haber estado en la máxima competencia de la Berlinale con tu primera película?
Fue una ventana enorme para una película pequeña, de mucha exposición porque tuvimos mucha competencia y eso genera muchas expectativas que no siempre son cumplidas, tanto por parte del espectador como de la crítica, pero fue una experiencia muy buena. La vio muchísima gente y de ahí la invitaron a un montón de lugares. Fue una experiencia positiva.
©José Luis García/Cinestel.com