«Oh Boy»; veinticuatro horas en la vida errática de un joven en Berlín

Estreno en España.
Presentada como «la revelación del nuevo cine alemán», «Oh Boy» es la crónica de la vida de un joven que sin remedio ni aplazamiento posible, se enfrenta a la disyuntiva de elegir si debe continuar siguiendo los impulsos de una existencia imaginada como una quimera fabulosa pero irrealizable, o poner los pies en el suelo empezando por ordenar su conducta para intentar forjar un camino posible. La película es la ópera prima de Jan Ole Gerster y copó algunas de las categorías más importantes en los premios Lola de la Academia del cine alemán.
Nico Fischer es un soñador treintañero que se podría definir como un anti-héroe, con un padre de clase acomodada que lo ningunea ingresándole dinero cada mes sin que nunca se haya preocupado de otras cosas de su hijo, mientras que el psicólogo le diagnostica una inestabilidad emocional que él trata de aliviar abusando del alcohol. «Oh Boy» es al mismo tiempo una buena película para aquellos cinéfilos nostálgicos a quienes les gusta interpretar las influencias, referencias o guiños que tiene una película con esas escenas marcadas por el ritmo del jazz y ese blanco y negro y puesta en escena que por momentos nos pueden recodar a la nouvelle vague.
Aquí el blanco y negro se nos revela una vez más como un instrumento efectivo para que el espectador tome una cierta distancia con respecto a las acciones y motivaciones del protagonista, tanto si se identifica con él como si se decide por la vía de pensar que estamos viendo un chico adulto que vagabundea por la vida porque aún no ha logrado encauzar un itinerario satisfactorio.
«Oh Boy» al fin y al cabo es una película que, sin explicarlos ni juzgarlos, nos está hablando sobre esos procedimientos vitales que nos deben acompañar prácticamente desde que nacemos hasta que morimos. Y si salir hacia adelante aunque sea medianamente bien, es una cuestión de formas y métodos, perder también lo es, como nos recordaba Sergio Cabrera en el título de una de sus más conocidas películas. De lo que Nico no se va a dar cuenta, casi hasta el final de la película, es de que una actitud demasiado pasiva no va a acompañarle en absoluto por la senda del crecimiento personal.
Indudablemente, ningún camino que se tome va a ser fácil, y eso lo expresa el realizador empleando una metáfora con el café que, por repetitiva, acaba provocando cuando menos una sonrisa en el espectador. Respecto al sonido, la música de jazz viene a ser un personaje más de la película, dándole, como afirmaba Gerster, un trasfondo irónico que contrarresta el carácter melancólico de la película. El realizador también aseguró haber plasmado en el guión algunas experiencias suyas reflejando una época en la que se sentía desconectado del mundo, en que estaba buscando respuesta. El filme refleja ese punto en la vida de cualquier persona en el que la tendencia es tratar de ver lo que está mal en los demás en lugar de lo que él debería de hacer. Por eso el esquema del guión es fragmentario y está construido a partir de los encuentros que Nico tiene con diferentes personas, enfatizando el ambiente y las emociones.
«Oh Boy» es una película en ese aspecto bastante rompedora y su estructura está muy alejada de lo que es el cine alemán que habitualmente vemos. Incluso el protagonista llega a compartir un rato de soledad en un bar con un hombre mayor que había vivido la noche de los cristales rotos. Ese es tal vez, el momento más reflexivo para Nico.
©José Luis García/Cinestel.com