«La Paz» de Santiago Loza se cuestiona si el futuro es como hoy

Selección Oficial del Festival de Biarritz.
Santiago Loza es un cineasta argentino que ya en su formidable ópera prima «Extraño» (2003) nos dejaba entrever que merecía la pena seguir el rastro de sus siguientes obras, como así ha sido. Buen ejemplo de ello es esta nueva producción, «La Paz», que nos muestra a una madre para la que no pasa el tiempo, el futuro es como hoy, un padre empresario para quien la vida sólo tiene un sentido materialista, y un hijo que no sabe ni quiere aprender a reaccionar frente a la sutil y subyacente violencia de sus padres.
La película en clave de drama nos cuenta los problemas de Liso, hijo único, consentido y agobiado por su familia, quien tras recibir el alta en un centro psiquiátrico, se enfrenta a un mundo que no comprende sin saber cómo debe comportarse, tratando de alcanzar algún socorro afectivo y un poco de paz que contrarreste el comportamiento tóxico de sus padres que siempre se dirigen a él como si todavía fuese un niño.
Algo que es característica común de todos los filmes de Loza es su empatía con los personajes y se perciben unos guiones muy estudiados en base a distintos casos y situaciones auténticas. En este caso vemos a una familia que, si bien viven juntos físicamente, no lo están tanto en otras áreas del vivir cotidiano aunque ellos mismos estén obcecados en todo lo contrario, en particular la madre que está empeñada en retener inútilmente el tiempo y le dice a su «niño» frases como: «podría pasarme la vida mirándote dormir».
El comportamiento del hijo, interpretado por el actor Lisandro Rodríguez, tampoco es congruente, está herméticamente cerrado en su mundo y refugiado en las pastillas que como remedio momentáneo le suministran los médicos. Solamente encuentra cierta comprensión y acomodo en la persona de la criada boliviana que vive en la casa, quien es, por cierto, la única que lo mira directamente porque tanto sus padres como él no se miran entre sí sino que se nutren de fantasías individuales para tapar sus miedos a la hora de actuar en la vida, instalados como están en una importante seguridad económica.
La criada vendría a suponer el polo opuesto al chico en cuanto a las disfunciones familiares ya que, en su persona, el alejamiento con la mayoría de sus seres queridos es sólo físico pero, por contra, muy realista en todo lo demás. Se podría pensar que, bajo una mirada directa, los padres deberían de haberse separado hace tiempo pero su visión materialista del mundo impide que eso se haga realidad. Ellos siempre dan afecto a cambio de algo. Es el triunfo del capitalismo en las emociones donde absurdamente todo debe ser negociado en las relaciones familiares porque lo material suple a todo lo demás en un mundo en el que todo se mueve con competitividad.
A diferencia de su ópera prima, en aquella ocasión interpretada por el actor Julio Chávez en el papel de un hombre que tampoco podía conectarse con el mundo, el final de «La Paz» quiere arrojar una impresión de cierta esperanza, obviamente lejos del ambiente tóxico en el que ha vivido el protagonista.
El film, séptimo de Santiago Loza, recibió en el Bafici 2013 el premio a la mejor película en la competencia argentina y el de la Asociación de Cronistas Cinematográficos de la Argentina (ACCA). El director de fotografía es Iván Fund quien junto con el danés Andreas Koefoed presentó «AB», un semi-documental rodado en el interior del país sobre dos chicas, una de las cuales ha decidido emigrar a Capital para trabajar y hacer su vida, pero antes tienen que repartir una camada de cachorros de perro entre los vecinos con una pequeña segunda parte, o Cara B, en los últimos 15 minutos, en 3D. Interesante también para ver como propuesta diferente.
©José Luis García/Cinestel.com