“Semillas que Caen Lejos de sus Raíces”, de Tomás Lipgot

Aunque China es un país que está situado prácticamente en las antípodas de la Argentina, una de las cosas que comparten ambos países tiene que ver con los factores de emigración o inmigración. A partir de ahí y desde una perspectiva del Sur, Tomás Lipgot se ha propuesto indagar en la singularidad de algunos migrantes chinos a través de sus vivencias en su país de acogida familiar.
“Semillas que Caen Lejos de sus Raíces” presenta historias como la de Gustavo Ng, periodista activo en la conversación política bilateral; Yinyin, psicoanalista que introdujo la práctica en China; y Federico Chang, hijo de inmigrantes que entrena para ser futbolista profesional.
Estos relatos, junto con otros de la comunidad “argenchina”, presentan de manera íntima y reflexiva la encrucijada entre ambas culturas, acercándonos a quienes viven el conflicto de la identidad y el apego cotidianamente.
A pesar del difícil contexto en el cual se encuentra el cine argentino, el documental se estrenó en Buenos Aires y en La Plata, y se espera que continúe su recorrido por otras provincias del país. Respecto a China, es difícil que se pueda ver allí ya que en algún momento de la película se habla de la censura e inclusive algunos festivales chinos, tal vez por eso, la han rechazado, aun cuando parece que una escuela de Guangzhou (Cantón) la va a pasar para que la vean entre 30 o 40 chicos. Y la gente que aparece en el film ya la pudo ver dentro de la programación del BAFICI.
Cinematográficamente hablando, la mirada de Tomás Lipgot como cineasta ha resultado ser siempre muy atractiva, y por eso es una pena que la actual gestión del INCAA recién le haya tumbado un par de proyectos, uno como productor y el otro como director. Pero como en Argentina no le están haciendo caso, él ya se encuentra en conversaciones con una productora de Brasil y otra de Chile, que según parece le apoyarán en un proyecto de documental que tiene que ver con psicodélicos y salud mental. Y el otro que también está paralizado se llama “Historias de Video” y muestra tres cortos independientes con mucho material de archivo que indaga en el vínculo del ser humano con el video hogareño, desde una historia en los ’80 con el VHS hasta una abuela tiktokera.
Para iniciar la entrevista, Lipgot nos habla acerca de dos brechas, la cultural y la generacional, que posiblemente se podrían destacar en esta película:
“No tenía claro que en el film pueda haber una división de ese tipo, quizá es algo que se pueda deducir en el devenir de la película. Hay una parte que sí, donde el conflicto es más generacional y otra que es más intercultural entre lo chino y lo argentino, pero todas están dentro de lo que sería el conflicto central que es la de la identidad vista como una pregunta o como un conflicto. Yo tenía idea de que eso podía pasar, pero después se fue dando de una forma más clara.
– Para mí el motivo principal de la película es mostrar cómo la comunidad china se ha integrado y eso qué conflictos ha generado, tanto emocionales como colectivos. ¿Era esa tu intención inicial?
Se ha integrado entre comillas, porque aquí el tema es también qué han podido hacer con los suyos y con sus tradiciones y costumbres en el medio de una cultura tan distinta. Por eso Argentina y China somos antípodas y si desde acá cavásemos un pozo, apareceríamos en China.
Realmente son dos culturas que no tienen nada que ver, muy distintas, y por eso me pareció muy interesante analizar ese fenómeno de la inmigración y reflexionar acerca de cómo pueden convivir y terminar siendo parte de otra identidad con factores culturales tan diferentes.
– En Buenos Aires hay un Barrio Chino, pero me imagino que no toda la comunidad vive en ese área de la ciudad. ¿Puede ser que entre otros habitantes circule esa falsa idea de que todos ellos viven en un mismo lugar?
Esa es una buena pregunta, porque yo cuando investigué el documental vi algunos otros filmes argentinos y casi todos caían en dos lugares inevitables: ese Barrio Chino y los supermercados, porque aquí casi todos los chinos son supermercadistas, entonces me pareció que tenía que ser algo distinto a eso.
En realidad el Barrio Chino es un lugar turístico donde sólo habitan algunos pocos chinos, ya que la mayoría de esta comunidad no viven ahí, pero está marcado así porque fue una de las primeras corrientes migratorias, que además fueron taiwaneses -en el documental la mitad son de Taiwán y la mitad son de China-, aunque para nosotros todos son chinos y no hay un conflicto entre ellos acá, pero allá en el continente, entre ellos hay un gran conflicto.
– Yo no sé si lo hiciste a propósito, pero para esta película elegiste gente de esta comunidad que en su mayoría tienen estudios y son emprendedores. ¿Es porque mayoritariamente son así, o para el documental seleccionaste específicamente este tipo de personas?
Es cierto, creo que mayoritariamente no son así; ellos son más comerciantes y trabajan más en los negocios, pero como se dio me gustó porque, como te decía, esto se corre del lugar común del estereotipo que hay acá, donde les dicen “argenchinos”, que son los que están en los supermercados, y de repente me encontré con personajes que no tienen nada que ver con eso, así que me pareció interesante transmitirlo así, como para romper con ese prejuicio o esa idea preconcebida que existe de que hay una sola clase de argenchinos. Y la realidad es que todo es tan diverso que yo mismo me sorprendí también con eso.
– En “Semillas que Caen Lejos de sus Raíces” también aparece gente que no son de la comunidad china y que se interrelacionan con ellos. Me imagino que el propósito fue mostrar cómo interactúan con el resto de argentinos, porque evidentemente ellos también son argentinos, ¿verdad?
Sí, tal cual. Son un grupo que yo cuando les conocí y comencé a investigar me recomendaron a un personaje que es Qian Ma, y resulta que ella formaba parte de un grupo de amigos que son casi todos participantes en la película, y que se solían juntar con otros argentinos. Por tanto, ahí ya estaba esa mezcla. Y tuve suerte de que todos los personajes, menos el chico que juega al fútbol que lo encontré aparte, venían en combo, así que no tuve que investigar mucho tampoco.
– ¿Y no puede ser que otros argentinos, por ejemplo, piensen que ésa es otra cultura y que haya un cierto miedo a lo desconocido?
Sí y no. Me parece que ese miedo está, pero están muy integrados y son parte de nuestra cultura en un punto, así como que también hay mucha curiosidad por conocerlos y eso lo voy viendo a medida que voy presentando la película y lo que sucede. Hay un poco de miedo, pero también hay curiosidad por conocer algo que está muy cerca nuestro y no se lo conoce bien.

Tomás Lipgot, director del film “Semillas que Caen Lejos de sus Raíces”
– De entre todas la historias de vida que encontraste, tuviste después que hacer una selección para el documental. ¿Todos esos relatos que conociste te habrían dado para más de una película?
Sí, es cierto. Cuando estaba en pleno proceso de montaje, con el montajista jugábamos siempre a tratar de estimar cuánto iba a durar el documental. Al principio nos pareció que iba a durar dos horas o dos horas y media, porque era tan bueno el material que decíamos que si se la bancaba tenía que durar todo ese tiempo, pero después aparece el oficio y uno va aprendiendo a ir a la raíz, al hueso de las cosas, y termina durando 65 minutos, que es una duración corta, pero a mí me parece que está bueno porque siempre es mejor dejarle al espectador con ganas que saciado.
– Entre las personas que aparecen en la película, hay una señora ya muy mayor que se sigue expresando exclusivamente en idioma chino. ¿Crees que esas generaciones de una edad superior han puesto impedimentos para adaptarse a la sociedad argentina? Tal vez pensaron ellos al llegar que, luego de estar en la Argentina, iban a tardar muy poco tiempo en regresar a China.
Es cierto que mientras que las personas más grandes conservan el idioma original, los más chicos ya están más adaptados y no lo conservan, pero ese mismo personaje de la madre también dice que ella ya volvió a China y no podría volver otra vez. Yo creo que ningún personaje haría una segunda migración, pues vivir una ya fue tan doloroso que un segundo desgarro sería difícil de pensar.
En el tema de la migración yo creo que todo tiene que ver un poco con las generaciones, y eso también habla de la adaptación, porque alguien que no habla español obviamente va a estar mucho más marginado que alguien que sí lo habla.
– Y trasladando un poco la experiencia ocurrida en los países europeos, también veo que tal vez la comunidad “argenchina” tiene más posibilidades de trabajar en un contexto de intercambio comercial entre Argentina y China, porque posiblemente conoce los dos idiomas. ¿Supiste de casos de gente que esté trabajando en ese comercio bilateral?
Hay uno de los personajes que es Eva Blanco, que presenta un libro y que vino a hacer un master en sociología, y se dedica a exportar vinos argentinos a China. Es un comercio diferente al de los supermercados, pero está vinculado y trabaja solamente con chinos, tanto acá en Argentina como allá en el continente asiático.
– Y en la actual situación del cine argentino, ¿crees que se piensa poco en el trabajo de los productores o en la gente que, por ejemplo, escribe los guiones y que ahora ve que todo esto permanece estancado? ¿La industria del cine no debería de parar nunca?
Nunca, porque además es una industria que es muy beneficiosa ya que mueve la economía. No veo motivos para que pare. Yo estoy de acuerdo en que quizá habría que repensarse algunas cuestiones del INCAA, pero eso no implica frenar y destruir. Me parece que son cosas distintas, así que yo no estoy para nada de acuerdo con eso. Sí de replantear las cosas que no funcionan, pero el hecho de tener que destruir a mí me parece que no va por ahí el camino.
– Y en cuanto a los contenidos de las películas, recuerdo que una vez el cineasta catalán Ventura Pons parafraseaba a alguien diciendo que “si has de contar alguna cosa en cine, mejor cuéntalo con gracia porque si no te van a matar”. Y creo que es tu caso, porque tus películas las disfrutamos por su humor.
Qué bueno que te des cuenta de eso porque, para mí, por más que estés abordando una temática imposible o muy difícil como las complicadas que yo generalmente abordo, para mí que el documental sea ágil, entretenido y que tenga humor, es clave; si no es una patada en los huevos, como se dice, para el espectador. A eso me refería cuando te hablaba de la duración de este documental, porque la duración de 65 minutos también es un poco pensando en el espectador y en la falta de atención de hoy en día. Me parece una duración que es amable.
– Efectivamente, conectas mejor si hay algo de alegría. E inclusive creo que hasta las películas con Moacir, con todo su trasfondo dramático, también tenían sus partes de humor, porque te hacía gracia algunas cosas que él hacía.
Eso siempre. Es también fundamental para descomprimir y para echar adelante el relato. Y lo mismo para la vida, que sin humor es muy difícil sobrevivir. Es un recurso muy importante.
©José Luis García/Cinestel.com