Carlos Ferrand presentó su “13, un ludodrama sobre Walter Benjamin”
21 Festival de Cine Judío de Barcelona 2019
El cineasta peruano radicado en Canadá, Carlos Ferrand, posee una estrecha relación con la ciudad de Barcelona en la que vivió durante mucho tiempo. Ahora ha regresado para presentar en la Filmoteca de Catalunya su nueva película “13, un ludodrama sobre Walter Benjamin”, mostrada con motivo de la celebración anual del Festival de Cinema Jueu.
Cinco décadas de trabajo en cine avalan la calidad de este realizador que abandonó el Perú hace 40 años tras la censura y quema de varias de sus películas por parte del régimen de Francisco Morales Bermúdez, un autoproclamado presidente de facto que tuvo ese país entre 1975 y 1980.
Ferrand sostiene que su nación en aquel entonces era un lugar dominado por el racismo, y sus filmes siempre han tenido alguna línea en pro de la justicia social y las libertades.
De hecho, hace ya cincuenta años formó parte del denominado Grupo de Cine Liberación sin Rodeos, el cual tomó por ejemplo la iniciativa de proponer al Sistema Nacional de Apoyo a la Movilización Social (SINAMOS) la producción de un largometraje que retratara un día en la vida de cuatro niños de un pueblo del Cusco.
Evidentemente, Ferrand también ha tratado otros temas distintos a lo largo de su vasta cinematografía, pero en concreto esta película de largo recorrido por las pantallas -se vio, entre otros sitios, en el MoMA de Nueva York y en la Mostra de Venecia- habla acerca de los últimos siete años en la vida del filósofo y ensayista alemán Walter Benjamin cuando, exiliado en París, seguía escribiendo en su propia lengua nativa, el idioma alemán.
El nazismo y los librepensadores
El director reconoce a Cinestel que lo que le movió a retratar su visión sobre ese periodo era la necesidad que tuvo Benjamin de huir del nazismo y su imposibilidad de avanzar hacia la libertad, pues para pasar la frontera franco-española se encontró que, aunque tenía visas de tránsito por España y Portugal para conseguir llegar a los Estados Unidos, las autoridades francesas no le habían expedido su permiso de salida del país. Aun así consiguió pasar, pero se suicidó en un hotel de la localidad catalana de Portbou ante el temor de que la Gestapo fuera a buscarle.
La vida de los librepensadores rara vez les ha sido muy favorable a lo largo de la Historia, y el caso de Walter Bejamin por desgracia no fue una excepción. De ascendencia judía, fue expulsado de Alemania por sus críticas al totalitarismo. En Francia tradujo al alemán las obras de Charles Baudelaire, de quien era admirador al igual que de Marcel Proust.
Asimismo, el pensamiento de este filósofo estaba en línea con la teoría marxista, si bien no apoyaba la totalidad de sus postulados, pues rechazaba la noción de progreso que de ella emanaba.
El título de la película se refiere a las 13 partes o capítulos de la que está compuesta esta obra fílmica, donde entre otras muchas cosas se hace mención a sus coqueteos con el hachis, a la fascinación que a Susan Sontag le producía su obra, habiendo vivido ella mucho tiempo después, o a su estrecha relación de amistad con Gershom Scholem, quien fuera el autor de un estudio académico sobre la teoría esotérica de la Cábala.
Carlos Ferrand responde las preguntas de Cinestel:
“Él, antes de que Hitler toma el poder, era un tipo muy admirado porque era brillante y quería ser un crítico literario en Alemania. Fue muy ambicioso en ese sentido, pero después tuvo que salir corriendo. Tenía además amistad con Brecht y de hecho era parte de la inteligencia de todo ese mundo”.
– ¿Qué fue lo que te llamó la atención sobre Walter Benjamin para llegar a dedicarle esta película?
Lo que me interesaba era hacer su biografía, aunque no es en términos cinematográficos lo que se llama un biopic porque empieza cuando él tiene 39 años. Y se trataba de reflejar sus ideas, así como de imaginar la constelación de pensamientos y de influencias que tuvo. Ése era el propósito.
Walter estaba condicionado por el surrealismo, por el marxismo, por la teología. Era un pensador libre. El escritor George Steiner decía que Benjamin era un filósofo que pensaba poéticamente. Yo anduve releyendo, más que leer sobre su vida, y la otra parte esencial fue la de las animaciones para saber cómo encarnar cinematográficamente las ideas.
– Pero las animaciones se suelen utilizar bastante en el cine documental para suplir la falta o escasez de imágenes sobre el sujeto o el tema retratado…
No solamente para suplir imágenes, sino también para encarnar las ideas de manera viva e interesante, para cautivar la atención, el interés y el placer por las ideas. Lo hice todo por intuición; yo no soy filósofo, pero traté de dar una idea que no traicione el espíritu de Benjamin sin el propósito de cubrir todos sus puntos, porque hay muchas cosas de las que no entiendo.
En total el stop motion lo hicieron cuatro animadores diferentes, fuimos diez personas en total, pues el cine no se hace solo. La banda sonora es de mi compañera Catherine Van der Donckt.
– Pero de todas formas siempre queda el punto de vista tuyo como autor de la idea film.
Claro, porque eso se refleja sobre todo en la manera de presentarlo, pero siempre intentando seguir las ideas de Benjamin, no traicionarlo y dar la justa medida de cómo pensaba él desde lo máximo de mis capacidades.
– ¿Cuál fue tu primer contacto con la obra de este escritor?
Fue acá en Barcelona, por eso tenía mucho interés en hacer esta presentación y por el significado de Portbou en su biografía. Yo siempre me imaginé que a los catalanes les interesaría este tema, que incluso da espacio para hacer una serie de televisión si quisiéramos, porque tiene muchísimos asuntos sobre los que raspar en la superficie.
– E igualmente creo que consideraste la gravedad del avance nazi como otro de los puntos esenciales de este filme.
Sí, también porque hay eco con la época de ahora, con Trump y todo eso. Es por ello que hay que estar vigilante, porque hay muchas cosas de esa época que pueden volver ahora y que preocupan.
©José Luis García/Cinestel.com