El fenómeno “Alcarràs” anima a reabrir salas de cine abandonadas

Estrenada en España
El retrato de una familia campesina que está trabajando en la última cosecha de fruta en la comarca del Segrià hizo que el jurado de la Berlinale 2022 le concediera el Oso de Oro a la Mejor Película, cuestión que ha sido fundamental para que “Alcarràs”, la nueva película de la directora Carla Simón, haya logrado una gran repercusión que a su vez ha minimizado los amargos recuerdos de haber tenido que posponer el rodaje durante un año.
La realizadora rodó el film con actores naturales de la comarca, en una composición coral del guion con la que intentó reunir en la ficción aquellas preocupaciones que más predominan dentro de la población rural, entre las cuales se halla la proliferación de intentos de que sustituyan los tradicionales cultivos por otras cosas distintas, en el caso de la película, por placas solares para la generación de electricidad.
Pero “Alcarràs” también refleja en cierto sentido la fragilidad intrínseca de la familia Solé cuando los representa frente a la cámara como unos arrendatarios, y por tanto, irremediablemente impotentes frente a lo que se les viene a consecuencia de la más que probable decisión de otros. Explicado de otra manera: las tierras que cultivan no son propiedad suya y pagan un alquiler por ellas, así que están a merced de lo que decidan los dueños, quienes lo más probable será que se decanten por aquello que inicialmente les proporcione mayores beneficios económicos.
Naturalmente el guion firmado por Simón y Arnau Vilaró no se olvida de otros aspectos fundamentales para que este drama acabe estando inmerso en el auténtico sentir popular de quienes ven peligrar un modelo de vida que ha prevalecido en vigencia durante siglos y que en los últimos 50 años ha sido debilitado por políticas como la PAC de la Unión Europea, que lo que en realidad ha hecho ha sido dejar plenas libertades de actuación a los intermediarios agrarios. Por no hablar del problema de los gastos en fertilizantes y agroquímicos, que aquí es tratado muy de pasada.
Dice Simón que los actores y actrices se pusieron a llorar de forma espontánea en la escena final de la película, pero que ella decidió no incluir esta circunstancia tan a priori imprevisible porque pensó que podría cambiar el significado de ese desenlace que ella había imaginado de otra manera. Lo que sí es palpable es que la cineasta se preocupó sobremanera por el hecho de que en el film estuvieran representados adecuadamente los distintos escalones generacionales, poniendo especial énfasis en ese silencio del abuelo de la familia que sin embargo dice tantas cosas.
El fenómeno de la reapertura de salas de cine
Con todo este fenómeno que ha vivido la comarca derivado del premio internacional, el cine Lo Casino de Alcarràs, que llevaba cerrado desde los años 80, ha reabierto sus puertas para proyectar la película. Eso sí, el edificio está reformado. Y lo mismo han hecho otras poblaciones como son Aitona, Torregrossa, Soses, Bell-lloc,… reabrir sus antiguas salas para acoger las proyecciones de la película.
Pere Aumedes, gerente del Circuit Urgellenc, empresa con múltiples salas de cine, comentaba que esto ha sido posible a través de la reactivación de un cine itinerante que recorre distintas poblaciones rurales para poder exhibir “Alcarràs”. En total serán catorce lugares diferentes los que recibirán la visita de este proyector móvil, con el propósito de que esta idea sirva de motor para que las personas de estas localidades, que difícilmente marchan a ver películas a salas de cine que se encuentran a 20 kilómetros o más de distancia, tomen conciencia del interés social que posee la exhibición en una gran pantalla y estas proyecciones se puedan mantener en lo sucesivo, por lo menos una vez al mes y con películas de la mayor actualidad cinematográfica.
©José Luis García/Cinestel.com