Barcelona: Ali Al-Adawy habló sobre Youssef Chahine y el cine egipcio
12 Mostra de Cinema Àrab i Mediterrani
Egipto es uno de los tres países del mundo que poseen estrictas leyes para proteger su cine dentro de su propio territorio. Ése es uno de los motivos por el que los habitantes de sus pueblos y ciudades acuden mayoritariamente a ver películas nacionales, reforzando así un sistema de producción muy potente que abastece desde hace tiempo a todos los demás países de habla árabe.
Ali Al-Adawy es un crítico egipcio de cine que conoce a la perfección las entretelas de esta industria y los altibajos que se han ido sucediendo al respecto a lo largo del tiempo que lleva existiendo.
Procedente de Alejandría, el también escritor, editor y organizador de eventos cinéfilos, llegó a la Mostra de Cine Árabe y Mediterráneo para presentar tres filmes de uno de los mejores cineastas de Egipto.
Se trata de Youssef Chahine, quien fue el pionero del cine realista en el país del Nilo.
El cine de este realizador siempre intentó estar enfocado hacia situaciones realistas muy relacionadas con el momento en que éstas eran rodadas. Su formación previa fue en Hollywood recibiendo clases de interpretación, pero como su mayor vocación parecía estar en la dirección de películas, al término de esos estudios trabajó como aprendiz para el director de documentales italiano Gianni Venuccio.
Al-Adawy cuenta que Chahine quedó fascinado por los musicales que se rodaban en Hollywood. Gene Kelly era uno de sus actores favoritos, pero también le encantaba el sentido por el cine que poseía Rita Hayworth.
Filmaciones en el extranjero
Tanto era su interés por el género musical, que en 1965 viaja al Líbano a rodar una comedia de ese tipo (Bayya’ al-khawatim) que está considerada como una de las mejores de su tipo dentro del cine árabe. Y no solo eso, sino que pocos años más tarde, en plena Guerra de los Seis Días, dirigió la primera coproducción egipcio soviética que versaba en torno a la construcción de la presa de Asuán.
«Él quizá no era tan feliz de hacer eso a como lo estuvo durante sus años en los Estados Unidos, pero Chahine poseía unas ideas muy definidas sobre cómo tenía que ser su trabajo y siempre estuvo a lo largo de su vida, de una manera u otra, integrado en el sistema de producción de Egipto» -cuenta Ali Al-Adawy a Cinestel-. El conocido cineasta también llegó a realizar filmes en coproducción con Francia.
– Chahine estuvo en Hollywood, pero su cine nunca tuvo nada que ver con el que se hacía allá. ¿No es así?
Desde que regresó a Egipto, yo creo que estuvo tratando de desarrollar sus ideas a partir de que él mismo estaba involucrado en nuestra propia industria y, al mismo tiempo, quería proponer algo realista con respecto a la cultura y la sociedad egipcia, así como tratar en sus films los conflictos y problemas que afectaban a nuestra nación.
Él siempre intentó mantener su posición crítica dentro del sistema, aunque de hecho igualmente trabajó durante algún tiempo haciendo películas de propaganda, como puede ser «An-nasir Salah ad-Din» (Saladín, el victorioso) (1963) y otros films que rodó con el objetivo de reflejar fines propagandísticos del Estado de Nasser. Pero para Chahine, eso fue una especie de experimento en el que de algún modo, también estaba haciendo una teatralización dentro de un cine que movía muchos extras.
Ese film, por ejemplo, fue una obra emblemática de toda esta época y en su guion participaron bastantes guionistas y escritores, entre los cuales estaba Naguib Mahfuz. Su razón de ser fue la introducción del nacionalismo en aquel momento, y para ello usaba una metáfora para referirse a la tan deseada en aquel entonces Patria Árabe en un contexto de paz, e inclusive también quería transmitir el mensaje de que Nasser era el padre de toda la nación árabe.
– Tengo entendido que Youssef Chahine marchó de Egipto a causa de la censura.
Lo que pasó fue que Chahine pretendía hacer sus películas de la manera que quería y no ejecutar las visiones o la ideología que la propaganda le intentaba imponer. Argumentaba que no quería ser un representante del Estado dentro del cine egipcio, sino que lo que necesitaba era poder expresarse él mismo, con sus opiniones, sus visiones y sus mensajes. En realidad, no fue una cuestión de censura lo que ocurrió, sino que este director lo que buscaba era evadirse de ese conflicto interno que él tenía.
– También hubo una trilogía autobiográfica suya, con filmes como «Iskindria… Leh?» (Alejandría, ¿por qué?), cuya proyección usted ha presentado en la Mostra de cine árabe y mediterráneo de Barcelona. ¿Ahí sí se pudo expresar como deseaba?
En realidad fueron cuatro películas y no tres, no sólo porque también rodó otro film de ese tipo a principios de este mismo siglo en que estamos, sino que incluso durante sus estudios en los Estados Unidos también filmó una historia muy personal suya.
Aun así se puede decir que es una trilogía, porque para mí «Iskandariyah Kaman wa Kaman» (1989) no representa el proyecto de Chahine, sino que más bien forma parte de su intención en transformar sus maneras de comunicar a través del cine.
No obstante, esta trilogía demuestra el interés que este cineasta tenía en expresar su lucha contra temas como la corrupción, y asimismo él hace en estas tres películas una autocrítica profunda, donde trata de revisitar algunos aspectos de su pasado, como puede ser su infancia o lo que ocurrió en el país antes del golpe de estado del año 52. Nunca fue egoísta Chahine a la hora de hablar sobre ese periodo de su vida.
– Se dice que los años 30 del siglo XX fueron la época de oro del cine egipcio. ¿Está usted de acuerdo con esa afirmación?
La primera película rodada en Egipto fue «Laila» en el año 1927, dirigida, producida e interpretada de la directora Aziza Amir, y el primer film sonoro fue exhibido en 1932, década en la que efectivamente el cine obtuvo una enorme popularidad.
– ¿Con Anwar El-Sadat en el poder hubo cambios que afectaron mucho al cine nacional?
Fue una época mayoritariamente para cineastas que no estaban lidiando con posiciones críticas, y en la cual se creó la institución nacional que regula el cine. Además, ése fue el periodo de tiempo durante el cual Chahine comenzó a buscar alianzas afuera para llegar a hacer coproducciones, mientras que en Egipto se comenzaron a ver montones de comedias y melodramas, o historias muy simples sin ideas políticas de ningún tipo. Eso no quita el hecho de que durante el gobierno de Sadat la economía se abrió enormemente, pero ello también trajo mucho más cine mainstream y la posibilidad de distribuir nuestro cine en otros países del Golfo.
– Hay mucho que hablar sobre los actores egipcios, pero querría detenerme en la figura de Omar Sharif, que fue un intérprete con el que Youssef Chahine trabajó en sus inicios y que más tarde se convirtió en una referencia mundial.
Shariff tuvo entre sus directores iniciales a Chahine. Creo que hubo otro trabajo suyo anterior en el país, pero efectivamente, su lanzamiento definitivo se produjo con los films de Chahine.
– Desde hace tiempo, la industria audiovisual que posee Egipto es la más importante en el área de los países árabes, tanto en cine como en series de televisión, y hay montones de actores y actrices que son famosos también en otros muchos países. ¿Es para ustedes importante esta proyección internacional que tienen?
Yo diría que el cine egipcio «fue» poseedor de una gran producción, pero que con el tiempo y a partir de los ochenta esto se volvió un poco más limitado, ya que de hecho había sido más amplia anteriormente. En esa época se comenzó a limitar la industria del cine, incluso cuando se inició la distribución hacia el exterior.
El problema creo que vino precisamente cuando la gente comenzó a ver series televisivas, en los 80’s y 90’s, con lo cual la televisión sustituyó al cine entre mucha gente. Eso repercutió con fuerza entre los actores y actrices, quienes tuvieron que moverse del cine hacia los platós de rodaje de la televisión, pero se volvió a revertir justo en el año 2000, momento en el que el desarrollo tecnológico digital hizo que el cine iniciara su recuperación gracias a las nuevas escuelas para directores independientes y a la posibilidad de producir cine por fuera del instituto oficial.
©José Luis García/Cinestel.com