«An apartment in Berlín» de Alice Agneskirchner; ¿cómo se puede reconocer a un judío?

Se presentó en el Festival de Cine Judío de Barcelona.
Con frecuencia sucede que un proyecto inicial de género documental tiene que ser modificado sobre la marcha porque se van incorporando otros elementos con los que inicialmente el realizador no había contado, pero que enriquecen la presentación de lo que se quiere contar. Este excelente film es una buena muestra de ello y formó parte de la programación de un festival de cine nada complaciente porque es autocrítico y da prioridad a la calidad cinematográfica y a la dualidad de los contenidos en las películas.
El punto de partida de «An apartment in Berlín» es el de una familia de judíos, los Adler, que habían sido comerciantes en Berlín. La directora investigó su pasado en Alemania desde su llegada al país en 1905. La maquinaria burocrática de la Alemania nazi incluía una oficina de evaluación de la riqueza. Todos los judíos, antes de su deportación, tuvieron que llenar un formulario largo de 16 páginas indicando todas sus pertenencias. La idea era hacer el máximo de ganancias con las deportaciones. El protocolo de evaluación en el que se conserva la relación de los bienes de Simon y Rosa Adler en 1943 es el punto de partida de la investigación de campo que desarrolla la película. A raíz de la información proporcionada en el protocolo, tres jóvenes israelíes que viven actualmente en Berlín intentan amueblar el apartamento de los Adler en el distrito de Prenzlauer Berg de forma parecida a cuando aún vivían.
Cada uno de los tres israelíes tiene una motivación diferente para participar en el proyecto de la película: esperar nuevas perspectivas, un viaje hacia lo desconocido, y un reto personal. Sin embargo, mientras estudian los archivos y mobiliario histórico, el hilo conductor da un giro sorprendente. Un debate crítico con la directora resalta la problemática del proyecto: aunque los jóvenes israelíes están inseparablemente ligados a la historia judeo-alemana, se niegan a ser representantes del pasado. Emocionalmente se sienten incapaces de conectar con las historias de las víctimas del Holocausto. Conectar la tragedia familiar de los Adler a sus propias vidas hoy, parece imposible para ellos.
En realidad lo que quieren es emanciparse de su patrimonio histórico y encontrar su propia identidad. La película se plantea entre otras, algunas cuestiones como de qué manera se recuerda hoy en día el Holocausto, si difiere esa percepción si se es judío o alemán, y cómo las distintas generaciones manejan su memoria y conocimientos sobre lo que ahí sucedió.
En todo el documental notaremos la implicación personal de la directora Alice Agneskirchner que hoy tiene 47 años pero que cuando se enteró del Holocausto tenía 12, provocándole como alemana un gran sentimiento de culpa que nunca ha desaparecido. Ella también aparece en distintas partes del film que tiene un interesante trabajo de cámara mediante el cual, entre otras cosas, pretende acercarnos a esa época a través de los objetos y la vestimenta. También las escenas en un museo en el que se intenta que los visitantes alemanes reconozcan a un joven judío actual de carne y hueso sentado dentro de una vitrina de cristal y un arriesgado experimento en las calles berlinesas casi al final de la película contribuyen a dar forma a esta estupenda reflexión sobre la interacción entre las distintas comunidades de personas.
Uno de los puntos cruciales de «An apartment in Berlín» lo constituye algo que se revela durante un diálogo de la realizadora con Yoav Sapir, uno de los jóvenes que marcharon de Israel y que ahora está comprometido con una alemana. Si bien poco antes se menciona que hay alemanes que habrían preferido ser víctimas antes que cargar en su conciencia con el sentimiento de culpa respecto a lo que ocurrió, Sapir lo confronta con su idea personal como miembro de una comunidad que fue severamente castigada por el nazismo. Todo el conjunto de declaraciones que se hacen vienen a reforzar la idea de que la violencia debería de ser siempre evitada, y la misma película es en sí una muestra fehaciente de que el entendimiento entre personas que tienen distintas formas de ver y sentir la vida es no sólo posible, sino también recomendable.
En dos partes del film aparece la única superviviente de la familia Adler, una mujer ya mayor que sigue viviendo en Berlín y que ofrece el contrapunto generacional del film. Los tres jóvenes judíos partieron desde Israel hacia Alemania con la idea de desarrollar nuevos caminos. El caso más complejo y traumático de los tres es el de Yael Mendel, descendiente de una familia ultra-ortodoxa lituana que se fue a vivir a Israel, y que fue obligada a casarse con un hombre al que había visto sólo en cuatro ocasiones. Dos años después de su matrimonio pidió el divorcio e inició esta aventura en Europa.
©José Luis García/Cinestel.com