«Los Ausentes» y «El Palacio» consagran a Nicolás Pereda

«Los Ausentes» estrenó en el D.F. el 25 de septiembre de 2015
En apenas siete años el director mexicano Nicolás Pereda ha tenido una carrera meteórica en el cine desde que en 2007 debutara con el drama «¿Dónde están sus historias?». En estos últimos doce meses hemos podido disfrutar de estas dos obras muy apreciables por la dimensión de lo que está contando con el uso de pocas palabras, dando prioridad a lo que nos explican los gestos y el entorno que rodea a sus personajes. Pereda se aproxima mucho a los trabajos de otros cineastas algo más veteranos, como pueden ser el argentino Gustavo Fontán o su coterráneo Iván Ávila Dueñas. La fuerza de este tipo de cine se localiza más en lo visual y no tanto en los diálogos que en realidad lo que hacen es complementar la idea y el motivo principal por el que se ha generado el guión de estas ficciones.
«Los Ausentes» es una película ubicada en el extremo sur de México, donde un hombre pobre en la mitad de sus años 70 está viviendo solo en una casa cerca de la playa. Por desgracia, él no tiene la escritura de esa propiedad y otro hombre dice que es suya. El anciano asiste a una audiencia para resolver el conflicto, pero nada se arregla y él empieza a darle vueltas en su mente a los recuerdos de un pasado que comienza a rondar en su rutina diaria.
Teniendo en cuenta que los filmes de Pereda siempre se forman desde las sutilezas y buscan que el espectador tome parte en la película afinando su visión y sus instintos, la historia que narra «Los Ausentes» nos ofrece la posibilidad de acercarnos a través de la ficción a formas de vivir que han perdurado a los largo de muchos siglos y que ahora parecen estar en decadencia en favor de modelos de hacinamiento urbano que muchas veces se han establecido si un orden aparente.
Lo que subraya la película sin mencionarlo explícitamente es que las fórmulas de vida basadas en la agricultura y la ganadería se están quedando en desuso para las familias (solo para los particulares) por el abandono que las generaciones más recientes hicieron de esos lugares que sí tenían un modelo de subsistencia que venía desde mucho tiempo atrás. Ellos serían ‘los ausentes’ a los que Pereda dedica el título de la película, aquellos que se marcharon pensando que es mucho mejor tratar de ganar dinero para consumir lo que sea y que sean otros los que produzcan el alimento, aquellos a quienes no les importa en absoluto que éste u otro anciano resulten ahora desprotegidos frente a posibles especuladores del terreno que con toda posibilidad tratarán de hacer negocio con la venta de casas o el turismo. De hecho, en algún momento de la película vamos a ver pasar a unos surferos que se dirigen a la playa. Los que marcharon del medio rural y ahora están ausentes, son a las claras los protagonistas de esta película, coproducida con Francia y España en la que hay una breve aparición del actor catalán Eduard Fernández.
Nicolás Pereda también es el autor de «El Palacio», una de las películas más fascinantes mostradas en el pasado FICUNAM de Ciudad de México, mediometraje que no deja a nadie indiferente, donde se muestran diecisiete mujeres que están viviendo juntas bajo difíciles circunstancias haciendo las tareas de una casa. Desde el principio, el espectador se preguntará qué están haciendo juntas en ese lugar durante una primera parte en la que apenas hay diálogos (¿esperan a los maridos? ¿es una prisión quizá?).
Poco a poco, Pereda nos va descubriendo con mucha inteligencia para qué han sido reclutadas esas mujeres en esa casa. Al principio nos muestra unas asimetrías que no concuerdan con nuestros pensamientos, para más adelante hacernos reflexionar sobre lo que son las tareas del hogar, su complejidad y su relación con la servidumbre cuyos jefes apenas quieren compensar el esfuerzo.
El filme también propone una reflexión sobre los abusos en el ámbito laboral, los patronos que se niegan a pagar dignamente, los trabajadores que no se esfuerzan (o sí) por reclamar sus derechos en pro de su dignidad, y la escandalosa libertad con la que una niña puede ponerse a trabajar en tareas domésticas o una vieja puede tener que seguir trabajando toda su vida hasta la muerte. En plan metáfora, y con un cierto grado de comicidad, Pereda nos coloca en algún momento a un burro merodeando por la casa. Excelente película y todo un hallazgo en el Festival.
©José Luis García/Cinestel.com