«Avanti Popolo» de Michael Wahrmann; recuerdos de una fractura familiar

La película del uruguayo afincado en Brasil, Michael Wahrmann, es una obra de ensayo muy alejada del llamado cine comercial a la que solamente los espectadores con cierta información histórica sobre lo sucedido en Latinoamérica en décadas anteriores podrán encontrarle un sentido, mientras que el resto la va a encontrar detestable e insoportable, algo hecho adrede, deliberadamente, por su autor quien dice que lo hizo para protestar, denunciar y para que el espectador se formule preguntas.
Después de separarse de su esposa, André vuelve a vivir con su padre. El reencuentro de los dos revela una relación difícil y distante debido a la desaparición de otro hijo hace treinta años, durante la dictadura militar brasileña. El padre vive una vida de reclusión, tristeza y anhelos, emocionalmente atado a su perra a la que llama Ballena, un animal que no se comporta como suelen hacerlo los perros, pues está más pendiente de lo que ocurre fuera que de su amo, lo cual es bien extraño.
Con la esperanza de acercarse a su padre, André trae algunos viejos rollos de películas Super-8, rodadas por su hermano antes de su desaparición, pero el padre se niega rotundamente a regresar al pasado manteniendo en todo momento una actitud pasiva y distante en un ambiente oscuro, tétrico, muy serio y melancólico hasta el punto de que parece que nada se ha tocado a partir de aquel devenir tan trágico.
Los nueve primeros minutos de la película casi nada tienen que ver con el resto y son un retrato de cómo se manejan los automóviles en muchos lugares de América bajo la sintonía de una emisora cuyo locutor, la voz del propio director del film, habla con acento portuñol de Uruguay y mezcla distintos temas musicales de folclore revolucionario latinoamericano. La pieza Avanti Popolo suena en distintas partes de la película.
Llegado a este punto, cabe preguntarse el porqué del aparente despropósito y del sinsentido de Wahrmann a la hora de hacer esta película. La respuesta la tendríamos que encontrar en los acontecimientos de los dos últimos años en Brasil cuando, tras la constitución de la Comisión de la Verdad, nos damos cuenta de que el tema de la dictadura y los desaparecidos nunca antes se había tratado y había quedado relegado al olvido. También el director afirmaba querer protestar porque aquellos militantes de izquierda que lucharon hace treinta años, hoy en día ocupan cargos de responsabilidad y no se ha avanzado en aquello que proclamaban, como es el caso de la primera ministra actual.
Michael Wahrmann dice apoyarse en el hecho de que antes en política se sabía quien era blanco y quien era el negro y que ahora que los «héroes» están en el poder, las fronteras ideológicas se han ido al carajo y explotaron las utopías. En «Avanti Popolo» quiere reflejar ese vacío a través de una película fragmentaria en la que lo cuestionable es la forma de presentarla, pensando quizá que si algunas cosas dejaron de tener sentido por qué no hacer una película que cuestione pasado, presente y futuro, y que tampoco tenga un sentido señalado a priori. El único inconveniente, importante, es que aquellos que desconozcan de qué están hablando algunos fragmentos de archivo históricos saldrán del cine igual que entraron.
El realizador editó una sucesión de largas secuencias con cámara fija que quieren mostrar el estado de indefinición de sus personajes, sobre todo del padre, estancado irremediablemente en el tiempo. Curiosamente Wahrmann dijo hace unos meses en una entrevista para Radio Uruguay que con ellas pretendía hacer una parodia que pusiera en evidencia al «cine contemplativo latino», algo parecido a como si fuéramos a un restaurante, les pedimos un plato de la carta y si éste tarda más de tres cuartos de hora en salir y le preguntamos al camarero, él nos respondiera que es que estaban haciendo una parodia de los restaurantes lentos.
Lo que es indudable es que «Avanti Popolo» tiene su propia fórmula narrativa, conscientemente hermética, que es válida solamente para un determinado sector de espectadores que han vivido y sentido, presencialmente o no, la Historia contemporánea de Latinoamérica y más concretamente Brasil. Ahí es donde el film se verá con mucha fuerza emotiva y el plano reflexivo mostrará gran eficacia. En una de sus escenas más interesantes se ve un proyector de Super-8 que está siendo rebobinado con lentitud, evocando las dificultades de regresar a un pasado cuyos planteamientos ahora no se entienden o dejaron de interesar. Al final de todo veremos un cine en ruinas y escucharemos la voz de Michael Wahrmann cantando en solitario Avanti Popolo. Se ha quedado solo entonando la letra y no hay nadie que le esté siguiendo.
El film ganó en noviembre de 2012 el premio al mejor largometraje en el Festival de Roma y es el último trabajo antes de morir del conocido actor brasileño Carlos Reichenbach, más conocido como Carib, que personifica al padre mientras que el hijo vivo está interpretado por André Gatti, un profesor brasileño de cine e investigador que añade una segunda capa de lectura a la trama central de la película.
©José Luis García/cinestel.com