BAFICI 2012: Celina Murga en una «Escuela Normal» un día normal

Perfeccionista y firme investigadora de los recursos cinematográficos, Murga da una vuelta de tuerca más en su interés por mostrar situaciones y problemas comunes en la etapa de la infancia y la adolescencia.
Esta vez nos presenta el documental «Escuela Normal» rodado en la escuela donde estudió; un centro en el que, según la realizadora paranaense, se han cambiado los parámetros desde entonces, no hay ahora una relación jerárquica tan marcada entre docentes y alumnado y ya todo es más caótico e imprevisible, donde los chicos se enteran de un momento a otro que falta un profesor, por ejemplo.
La Escuela Normal José María Torres es una institución educativa de larga tradición que comenzó su actividad en 1871 durante el mandato de Domingo Faustino Sarmiento con director y profesores norteamericanos con la finalidad de formar al profesorado argentino.
Murga presenta en este trabajo las situaciones cotidianas del centro: el trabajo diligente de la directora, todas las clases con sus incidencias conocidas, el diálogo no siempre fácil de alumnos y maestros y las inquietudes de los estudiantes en participar en las elecciones de sus representantes.
La realizadora, quien se desempeña como docente cinematográfica y está ahora produciendo «La tercera orilla» junto a Martin Scorsese, se esmeró en conocer con tiempo los detalles del día a día mucho antes de la filmación y le pedimos que nos contara para Cinestel cómo fueron aquellos momentos y los largos periodos de filmación posterior:
«Realmente el desafío era lograr que la cámara pudiera estar en el aula y que los chicos no la sintieran. Si bien fueron varios viajes desde Buenos Aires los que hicimos con el equipo técnico durante un año, eso hizo que hubiera una familiaridad muy marcada y que de alguna manera formáramos parte del año lectivo; ya éramos parte de la escuela.
Para mí fue también muy sorprendente ver cómo los chicos estuvieron de entrada mucho más cómodos con la cámara que lo que yo me imaginaba. Hay algo en el lenguaje audiovisual, del hecho de mostrarse y del ser visto o de cómo ellos se relacionan con la cámara, que es mucho más fluido y natural de lo que me imaginaba que podría haber pasado hace veinte años teniendo dos cámaras en un aula».
– Ya tienes experiencia en cuanto a filmar con chicos. La anterior, «Una semana solos», era una ficción rodada en un country y ésta es un documental en el que apenas sales a la calle. ¿Qué diferencias encontraste?
En relación a los chicos yo lo que siento es que la ventaja con la que corría es que me resulta muy fácil entrar en confianza con ellos. Hay algo como de «código» que me resulta fácil establecer.
En general con los chicos de «Una semana solos» fue así. Obviamente que fue producto de un proceso, pero acá me fue sencillo también entrar en confianza por ese lado y eso creo que ayudó porque me resulta fácil hablar con ellos y yo no me pongo en el lugar del adulto que los juzga sino que busco la manera de empatizar y de comprender el lugar desde su punto de vista. Eso me parece que es una ventaja.
Después, a la hora de pensar la puesta de cámara, era similar en cuanto a la ficción. Es decir, entrábamos a un lugar y pensábamos la disposición de la cámara de la misma manera. La gran diferencia fue que uno no tenía el control sobre lo que iba a pasar en los desplazamientos, en los movimientos o sobre las acciones, entonces eso era lo inesperado y a lo que había que adaptarse.
– En el documental haces una suerte de homenaje a la jefa de perceptores. ¿Qué fue lo que te atrajo de esta profesional?
Yo no llegué a la escuela con la idea de tomarla a ella como personaje sino que solamente tenía en mente a los chicos como protagonistas pero la verdad es que fue muy fuerte como ella se impuso. La manera en que ella tiene de ser una especie de pararrayos donde convergen todas las situaciones y todos los conflictos de la escuela me resultó muy atractiva para poder justamente dar cuenta de la institución.
Yo sí sabía que quería que el documental pivoteara entre dos ejes: por un lado la observación de la institución educativa en sí y de su dinámica y funcionamiento interno y por otro los adolescentes, los chicos como protagonistas. Entonces quise combinar la institución por una parte, que uno pudiera observarla de una manera no invasiva y analizarla, sin perder el punto de vista humano que me lo daban los chicos. No quería que se convirtiera en una cuestión fría y sin lógica fundamental.
Entonces cuando surge el personaje de Macacha, que es la jefa de preceptoras, aparece con ella un eje narrativo muy claro porque iba y venía por la escuela y nos permitía todos estos desplazamientos y por otro lado la posibilidad de poder estar observando la institución pero a través de un personaje muy contundente que es ella. Entonces enseguida se manifestó como una línea no pensada pero sí muy interesante.
– La forma en que esta escuela promueve la participación del alumnado y su dinámica parece que favorece incluso la participación futura de los chicos en terrenos como la política y otros.
Es bastante habitual en las escuelas que haya centros de estudiantes. Concretamente en esta escuela había pasado que hacía unos años que no se había formado por cuestiones como de desorganización interna pero sí que es bastante habitual que haya un centro de estudiantes.
La escuela en sí habilita ese espacio pero no es que los adultos se meten o intervienen en el cómo los alumnos realizan eso. Más bien es un lugar al que ellos la escuela les permite ocupar con todo lo relacionado con las elecciones estudiantiles, con las listas,… es como que se abren concursos en donde la lista que quiere se presenta; no es que haya una bajada de línea o una intervención de un maestro o de varios para que se formen, sino que es un espacio que se deja para que los chicos ocupen.
Me parece muy positivo porque sea el que sea el que salga no deja de ser un ejercicio de ciudadanía donde ellos están dando sus primeros pasos en esto de elegir y a la vez de proponer cosas para cambiar, para modificar, para transformar.
– El Bafici es ya una cita obligada para vos. Todos tus trabajos los presentaste en el festival. ¿Cómo contemplas su evolución?
Ya soy una vieja del festival (risas). La verdad es que desde que empezó, y esta fue la edición número 14, el Bafici no ha parado año a año de crecer en público. Realmente se ha ido consolidando de una forma impresionante.
Veo un festival al que me siento muy ligada y al que quiero mucho porque además en la primera edición estuve con un corto y realmente a partir de ahí, de alguna u otra manera siempre estuve presente y la verdad es que me siento como una especie de hija mayor y por ese lado el chiste de que soy vieja porque siento que de alguna manera mi ser de directora de cine nació con el Bafici.
Hoy que soy docente veo a mis alumnos queriendo hacer cosas para el festival y me resulta muy evidente cómo ya hay una generación entera que se ha nutrido de alguna manera a partir de ver cine en el Bafici. Es como muy contundente el crecimiento en estos 14 años.
©José Luis García/Cinestel.com