«Los ilusos» de Jonás Trueba, cuando el deseo sólo se queda en deseo

Muchas veces nos ocurre que ponemos por delante un interés desmedido por obtener un reconocimiento social futuro antes que verdaderamente potenciar nuestra pasión y nuestro deseo por algo concreto.
Trueba hijo nos sumerge dentro de un mundo de relaciones entre jóvenes en las que se quiere triunfar en el cine y en la vida aunque aún no se sabe cómo, pero en el que abundan las borracheras, las comidas y rutinas, los paseos al salir del cine, los enamoramientos, quedarse solo o estar con amigos.
El premio al mejor actor en el BAFICI para Francesco Carril después de haber sido exhibida en el Atlántida Film Fest supone todo un espaldarazo a esta segunda película de Jonás Trueba que nos hace reflexionar sobre los tiempos muertos de nuestro pasado, si verdaderamente repetiríamos lo que hemos hecho o si algunas cosas hubiéramos preferido cambiar. Todo ello rodado en blanco y negro 16 mm. para hacernos recordar el estilo de hacer y la estética de la nouvelle vague francesa pero con diálogos renovados y actualizados al Madrid de hoy.
Además de las referencias cinéfilas que el protagonista hace, «Los ilusos» es un filme de gestos, miradas, las relaciones y el significado que para nosotros tiene el deseo de agradar y ser reconocido por ello, muchas veces imponiéndonos metas que no podremos alcanzar o que realmente no queremos trabajar para alcanzarlas aunque nos empeñemos en seguir soñándolas.
El film explora también formas de desesperación, frustración e impotencia, la búsqueda de una inspiración que no llega y la imperfección sobre la que siempre nos movemos. La cámara sigue los pasos de un director de cine en busca permanente de personajes e historias, director que también es docente, por eso también se le ve en clase en unas imágenes que son muy elocuentes respecto a cómo les cuesta concebir a algunos hoy en día la formulación de algo creativo más allá de lo estrictamente teórico.
Mención aparte y destacada la aparición en pantalla del libro de Paolo Cherchi Usai, La muerte del cine, en el que entre otras cosas se dice que «el cine es como la vida, una mezcla de cosas tristes y alegres. Desde que se inventó el cine vivimos tres veces más». Al protagonista hay una periodista que lo quiere entrevistar y con la que acaba manteniendo un romance. Con ella tiene distendidas conversaciones en las que uno de los temas que tratan es el de la crisis económica.
Interesante también una reflexión sobre el uso de las tecnologías cuando se ve en la película cómo acaban unas cintas de vídeo en VHS, sobre todo al final del filme en el que por segunda o tercera vez aparece en escena el director Javier Rebollo.
©José Luis García/Cinestel.com