«La Ballena va Llena», documental colectivo que une arte e inmigración
Muchas veces no nos damos cuenta de que una idea original que inicialmente pudiera parecer descabellada tal vez no lo sea tanto un tiempo después de aquel momento en que se haya podido poner en práctica, pero el temor a lo desconocido y a las reacciones que eso pueda suscitar son una traba muy dificultosa. En Buenos Aires, un colectivo de artistas reunidos en torno a la mesa de un café llega a la conclusión de que de alguna manera se ha de dar respuesta a la gran incongruencia que supone que en los países más industrializados, las leyes vinculadas a las obras de arte son muy protectoras cotejándolas con otros temas que preocupan más a las personas.
Como el comercio de esas obras no se cuestiona en los países ricos y cualquier creación que se expone o se compra carece de otro tipo de trabas para el ingreso en sus territorios que no sean las económicas propias del traslado, los protagonistas de esta auténtica y real ocurrencia que representan para la cámara, proponen que construyendo un barco con forma de ballena podrían programar un recorrido por mar entre países pobres, donde seleccionarían a migrantes que una vez dentro de la embarcación serían transformados físicamente en obras de arte y presentarlos así en el llamado Primer Mundo.
Al enorme buque marítimo le pusieron por nombre «La Ballena» y encontraron unas becas de una prestigiosa Fundación internacional que pensaron que podrían ir como anillo al dedo para sus pretensiones pues, como artífices del proyecto, piensan que aplicando las propias reglas del mundo del arte, si el museo y las instituciones artísticas deciden hoy que cualquier cosa puede ser considerada como tal (véase como ejemplo lo que hace una niña en la película «La Gran Belleza»), ¿por qué no incluir a los migrantes dentro de esa categoría?
«La Ballena va Llena» describe tanto el proceso de deliberaciones y de descubrimiento de los artistas argentinos del colectivo Estrella del Oriente, como la tentativa y el empeño en que los responsables de las becas logren comprender a la perfección cuál es el objetivo general que persiguen. Juan Carlos Capurro forma parte del grupo en el que están integrados, entre otros, Tata Cedrón, Daniel Santoro, Pedro Roth y Marcelo Céspedes. Capurro responde a las preguntas de Cinestel.
– ¿En qué punto se encuentra en estos momentos el proyecto?
El proyecto está en su mejor momento. Habiendo terminado la película, hemos demostrado que es posible, a través del arte, resolver el problema de las migraciones humanas.
– La película muestra las dificultades que a veces tenemos para establecer fronteras entre las ilusiones y lo real. ¿Cree que es posible alcanzar algo que a priori parece una utopía?
No solo posible sino que, a la luz de la experiencia histórica, es inevitable. Como decía el viejo Hegel «todo lo que será, ya existe». Desde el momento que hemos planteado este proyecto, es porque están dadas las condiciones para que el arte se expanda. No hay fronteras entre las ilusiones y lo real, dado que los seres humanos solo podemos imaginar algo que está en condiciones de realizarse. Verne es un ejemplo. Y todos los grandes avances de la humanidad han partido de lo que se suele llamar «utopías».
– ¿Y desear solo obras de arte y no el acercamiento a personas que puedan aportar puntos de vista diferentes, conocimientos e intercambio, sería quizá otra utopía hecha realidad para quienes así se comportan?
Solo pueden transformarse en obra de arte quienes pueden aportar puntos de vista diferentes, conocimientos e intercambios. Nadie más ávido por lo más alto del mundo que el migrante. Esa curiosidad, nacida en parte de la necesidad, es la que hizo que nuestros antepasados comenzaran a caminar desde el centro de África hasta llegar a Tierra del Fuego y Oceanía. Los mandarines de un mundo cerrado que hoy gobiernan las grandes potencias quieren hacernos olvidar esta verdad. La tierra es de todos.
– La última conversación telefónica que ustedes mantienen es toda una sorpresa para el espectador que no deberíamos revelar, pero el hecho de que cualquier particular con poder pueda solucionar «en minutos» una subvención de 5.000 euros de un Ministerio cualquiera, cuando hay gente que se puede pasar décadas pidiendo algo sin que le hagan ni caso,… ¿No significa que estamos ante una sociedad donde lo arbitrario ha ganado terreno en detrimento del sentido común?
Precisamente es contra esa arbitrariedad que realizamos nuestra acción artística. El colectivo de artistas Estrella del Oriente se fundó para poner en valor la fuerza del arte como fuente de luz contra la espesa oscuridad reinante en los dominios artísticos. El arte puede iluminar, a su manera, todos los intersticios de la sociedad.
– ¿Se habrían planteado alguna suscripción popular para poder terminar la construcción del barco?
Creemos que deben ser las grandes instituciones del arte, las fundaciones, los museos, que tienen mucho dinero para el alto fin del mecenazgo artístico, las que deben pagar esta obra que estamos haciendo. Ya bastante sufren los sectores populares como para que les podamos añadir más esfuerzos económicos. Por supuesto, vemos con mucha simpatía todas las ofertas de ayuda que nos llegan, de varios países, de personas dispuestas a poner su contribución para hacer el barco. Pero estamos seguros que el barco lo van a pagar los sectores que han generado el problema actual de las migraciones humanas.
©José Luis García/Cinestel.com