«Beira-Mar», probando a acabar de definir una identidad sexual

La tardo adolescencia, esa etapa en la que estás medio ingresando en el mundo de los adultos, puede llegar a ser algo conflictiva interiormente si aún no has definido tu identidad sexual. Eso es lo que les sucede a Martín y Tomaz, dos jóvenes brasileños que se encuentran ya en la cúspide de ese periodo juvenil. Filipe Matzembacher y Marcio Reolon son un dúo de directores debutantes en el largometraje de ficción, que en esta película nos cuentan la historia de su reencuentro después de un tiempo de distanciamiento. En Rio Grande do Sul, Martín necesita visitar a unos parientes de su padre para que le firmen un documento relativo a la herencia de sus abuelos.
Tomaz acepta acompañarlo en ese viaje, teniendo la oportunidad de volver a conectar con su amigo. Con una casa al borde del mar como residencia, se constatan enseguida las enormes diferencias entre los familiares de Martín, pues su padre es un hombre bastante rígido y conservador. No obstante, ellos tienen tiempo para conversar e incluso reunirse con unas amigas en la casa para festejar porque, en ese sentido, «Beira-Mar» es una película en la que sus personajes no tienen prisas, calmada, y sin conflictos especialmente pesados o violentos. Por contarlo de otra manera, el combate que los dos libran por separado consigo mismos, se encuentra en su necesidad de acabar por definir o proclamar abiertamente a los más allegados sus gustos en lo que a la sexualidad se refiere, a pesar de que ambos es seguro que por su edad ya han mantenido relaciones antes con terceras personas.
Durante ese encuentro, uno de ellos aprovecha la posibilidad de practicar sexo con una amiga, pero el otro se emborracha para no hacerlo con otra chica. En algún punto, ésta pudiera ser la historia de una negación que conviene resolver y el hecho de que Tomaz haya aceptado teñirse el pelo de color azul podría ser determinante para ello.
A partir de ahí es cuando es posible que surjan algunas de estas preguntas en el espectador que tienen que ver con la similitud estética de su cabello y el de una de las protagonistas de «La Vida de Adèle»: ¿acepta ponerse así de una manera inconsciente? ¿quiere dar a entender algo? ¿será que le gusta el color azul? Los realizadores obviamente no es que estén copiando o intentando hacer la réplica gay de aquella película que ganó la Palma de Oro en Cannes, sino que es su personaje quien, motivado por su amiga o no, lo admite tal vez en esa postura tan naturalmente juvenil de querer parodiar ciertas estéticas que proporcionan sensaciones de aires de libertad.
Igualmente el trabajo de cámara es en conjunto diferente al del filme francés, aunque del mismo modo «Beira-Mar» reproduce frecuentes primeros planos del rostro que quieren hacer evidentes los estados emocionales de Tomaz y Martín. Precisamente, la mayor intensidad emocional está reservada para la parte final en la que van a fijarse definitivamente los verdaderos deseos de ambos, con una escena final en la playa que muestra un tipo de comportamiento muy ligado en lo que es su gestualidad al pasado familiar de uno de ellos.
©José Luis García/Cinestel.com