“Los Lobos”, de Samuel Kishi Leopo; niños migrantes a EE.UU.

70 Berlinale 2020
Ocurre algunas veces que un proyecto fraguado hace tiempo en el mundo del cine, posee ciertos puntos de conexión con elementos de la realidad cuando éste se acaba viendo en las pantallas. Y aunque no es algo hecho a propósito, la casualidad ha vuelto a provocar que cuando se ve una película como “Los Lobos”, cualquiera la relacione con las recientes noticias sobre el dudoso trato que reciben muchos niños que han traspasado la peligrosa frontera entre México y los Estados Unidos, a consecuencia de las políticas de los republicanos desde el gobierno estadounidense.
Samuel Kishi Leopo aborda en su segundo largo de ficción un intenso drama familiar que pone el foco en la necesidad que tiene una madre de sacar adelante a sus dos pequeños hijos, una vez que los tres se encuentran ya en territorio yanki. Y el relato se convierte en una constante carrera de obstáculos.
Proyectada en la sección Generation K-plus de la 70 Berlinale, donde “Los Lobos” recibió el Gran Premio del Jurado, la película se centra en el sacrificio que Lucía tiene que hacer para mantener a sus hijos lejos del peligro que implica la residencia no legalizada en una nación extraña para todos ellos.
A su llegada al país, encuentran un sucio y barato apartamento donde los chicos se ven obligados a vivir confinados mientras su madre sale a trabajar en lo que puede, a través de largas jornadas de explotación y muy pocas horas de sueño. Mientras su progenitora no está, los niños siguen sus instrucciones y estudian algunas frases en inglés al tiempo que añoran poder visitar algún día el gran parque de Disneyland.
El director de la brillante “Somos Mari Pepa” se ha preocupado de reflejar no solamente ese impasse de angustia subliminal en el cual se hallan los tres protagonistas de la película, sino que además también nos proporciona detalles en relación a ese entorno marginal en el que viven, las dificultades extremas por las que tienen que pasar, -incluso comiendo un solo menú de comida basura para los tres-, o la existencia de empresarios sin escrúpulos que explotan a los inmigrantes, aprovechándose de su precaria situación no regulada.
Afortunadamente, el relato también contiene la presencia de algún que otro individuo solidario dispuesto a echar una mano de manera altruista, aunque en cierto modo también critica la facilidad con que estas personas, que en el fondo están desesperadas, caen en las redes de sectas religiosas.
Sin embargo, y a pesar de todos los inconvenientes que implica el tener que vivir en un ambiente con claras referencias hostiles, Samuel Kishi Leopo logra asimismo que el espectador recupere algunas cosas que solo ocurren durante la infancia y con las cuales todos nosotros, de una u otra manera, nos sentimos muy identificados. La combinación de espejos y miradas aquí es formidable, pues en este caso nunca se abandona la idea de cierta esperanza en un futuro mejor.
©José Luis García/Cinestel.com
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