«Birdman» o (la inesperada virtud de la ignorancia); un Iñárritu al 100%

El cineasta mexicano Alejandro González Iñárritu nos deleita con esta fabulosa comedia negra desarrollada a través de una trama y puesta en escena complejas, pero muy bien contada e interpretada por sus protagonistas Michael Keaton, Naomi Watts, Zach Galifianakis, Edward Norton, Andrea Riseborough, Emma Stone y Amy Ryan. Keaton encarna a un actor en sus horas más bajas cuando todo a su alrededor se ha desmoronado y nada es ni de lejos lo que se pensaba. El guión, que parte de la tortuosa comparación acerca de cómo somos y cómo somos vistos, fue escrito por el director, en conjunto con Alexander Dinelaris y los argentinos Armando Bo y Nicolás Giacobone.
«Birdman» es a las claras una alegoría sobre lo que le pasa después de la fama por la mente a un actor como el protagonista de esta historia, que rodó dos películas de «Batman» a las órdenes de Tim Burton. Como si en realidad se burlara de sí mismo, la película arranca con Riggan Thompson (Keaton), un intérprete ahora deprimido porque atrás quedaron sus exitosos años de películas taquilleras en los que la popularidad y el prestigio social estaban a rebosar. Riggan es un tipo atormentado que escucha la voz de Birdman, su personaje fílmico, y se imagina a sí mismo realizando pequeñas azañas de telequinesia y levitación.
Para tratar de recuperar el renombre y la gloria perdidos, reinventa su carrera escribiendo, dirigiendo y protagonizando una adaptación en Broadway del cuento de Raymond Carver «De qué hablamos cuando hablamos de amor». En la película, ninguno de sus personajes parece estar en sus mejores cabales, cada uno de ellos por causas diferentes e inclusive el encarnado por Edward Norton tiene algunos puntos en común con lo que se dice de él, -que es intratable y plantea decenas de problemas a sus directores-.
Así se podría resaltar que en su mayor parte están a disgusto por el hecho de que el camino recorrido no los ha llevado hasta el punto más alto a donde pretendían llegar de ser el mejor de los mejores y, cómo no, el filme enfatiza esa necesidad que tienen de ser permanentemente reconocidos por la gente, por eso transita a través de varios estados emocionales que van desde el reconocimiento de sus limitaciones, pasando por la amargura, la extrañeza por su posición en el presente acompañada de una insatisfacción que no pueden ocultar, y la tristeza frente a los obstáculos, llegando hasta un estado de locura que Iñárritu ha reflejado esplendorosamente en las imágenes.
Es obvio que a Keaton el papel le venía perfecto, como una especie de catarsis personal, aunque se trate de un personaje oscuro, arrogante, pero al mismo tiempo muy vulnerable a quien la caída de sus diferentes máscaras le ha provocado un grave desmoronamiento, al mismo tiempo que convive con su hija tras haber pasado ella por un periodo de rehabilitación por sus toxicomanías, manteniendo con el padre una relación de constante oscilación entre el amor y el odio.
Mención aparte merece el virtuosismo técnico de «Birdman» a cargo del mexicano Emmanuel Lubezki, quien siguiendo las directrices del estilo característico de González Iñárritu, rodó larguísimos planos secuencia, steadycam en mano, lo que puede provocar la falsa pero inquietante sensación al ver el montaje completo, de que toda la película hubiera podido ser rodada de un tirón.
Resumiendo, esta gran obra de uno de los cineastas más internacionales de México se convierte en una sátira sobre la avalancha y saturación de superhéroes que padece el cine hollywoodense a través de uno de ellos, decaído, que está buscando caminos nuevos en el teatro que le puedan hacer recuperar aquellos momentos de gloria de multitudes que dos décadas atrás había alcanzado.
Inmensa película con múltiples capas que serán una delicia para los amantes del cine y que reflexiona sobre las seducciones de la fama y el prestigio, el papel de un sector de la crítica -aquí teatral pero también de cine- que se cree que siempre sabe mucho más que el autor o el director de una obra, («Usted no es un actor, es una celebridad» le dice a Riggan el personaje de Lindsay Duncan después de una desastrosa función; una crítica pretenciosa que quiere demostrar lo sencillo que sería para ella tumbar una obra de teatro con un artículo despiadado), y también sobre la falta de autoestima, la paternidad olvidada y el fatalismo aplicado a todas las cosas que si no se puede evitar conduce hasta la demencia y la esquizofrenia.
©José Luis García/Cinestel.com