«Blancanieves» de Pablo Berger; una película muda y muy original
Tras el éxito de la oscarizada «The artist» las comparaciones parecen irremediables pero Pablo Berger ha repetido hasta la saciedad que su película es un proyecto anterior sin conexión ni conocimiento mutuo entre ambos.
Clave fundamental para entender la película, la música descriptiva que marca y acompaña las escenas compuesta por el músico catalán Alfonso Vilallonga, sobrino del famoso escritor, y que consigue liderar el pulso de la historia hasta el punto de que llegas a olvidarte de que es un filme mudo.
En «Blancanieves» vemos por primera vez a la actriz Maribel Verdú en un papel de dura y mala y destacan, además del grupo de enanos, el mexicano Daniel Giménez Cacho, Ángela Molina, Macarena García, Josep María Pou, Inma Cuesta y la niña Sofía Oria.
Verdú es Encarna, la terrible y tormentosa madre que lleva a su hija Carmen a huir de su crueldad uniéndose a un grupo de Enanos Toreros, conocidos en España por hacer espectáculos cómicos con toros en las plazas pero sin humillar ni matar a los animales.
La madre se venga por su obsesión de querer ser más famosa que la hija y para ello la película le hace un guiño a una época más reciente a través de una revista sobre famoseo.
Daniel Giménez Cacho es torero y padre de Carmen en esta transformación del cuento de los hermanos Grimm.
El director Pablo Berger dice que este film es un homenaje al cine mudo europeo, más transgresor a su juicio que el norteamericano. «En el cine mudo, y sobretodo el de la década de los años 20, -explicó en San Sebastián- es donde para mí están todas las obras maestras con una lista interminable de cineastas que habían inventado el lenguaje cinematográfico moderno, todo estaba ahí: la cámara en movimiento, la cámara en mano, el montaje trepidante, las grúas,…
Nuestra película no inventa nada y lo que hace es mirar al pasado para hacer algo nuevo. Cosas que pueden parecer novedosas, modernas y contemporáneas, no lo son porque en el cine de los años veinte estaba ya todo inventado».
El realizador reconoce el hándicap que supone para el espectador ir a ver una película construida de una manera a la que está poco acostumbrado. «El hecho de que la película sea muda y en blanco y negro le exige al espectador una atención mayor que en una película sonora convencional. Si consigue entrar en este viaje, al final el placer es muchísimo mayor que el de una película con diálogos sonoros».
Berger continuó hablando en Donostia respecto al final abierto de la película. «Hay dos periodos del cine que me encantan. Me gustan los años veinte y los setenta especialmente estos últimos porque en las películas los finales eran abiertos.
Yo tengo mi final de «Blancanieves» pero yo creo que cada uno debe hacerse su final y me gusta esa idea de que la gente salga de la sala hablando de ese final con secreto. Me gustan las películas que acaban donde empieza otra».
«Cuando planteé la película, no quería que fuese una fantasía. Quería escaparme de eso y darle verdad y realismo para que la película tuviera emoción, que es la palabra que para mí define esta película, porque queríamos que la gente salga del cine emocionada y si conseguíamos eso, misión cumplida. Entonces yo creo que la vida no es como los cuentos sino como un melodrama gótico, lo que no quiere decir que tenga un final triste porque la vida es una tragicomedia y me parece que es el género que mejor refleja la realidad.
Quiero que la gente se emocione pero que también se ría. Creo en la mezcla de géneros para que no se haga aburrido».
«Me interesaba tratar «Blancanieves» con una visión desde fuera. Daros cuenta de que yo soy de Bilbao, soy del norte, no he crecido en el sur que yo reflejo, en esa Andalucía, a pesar de que mi anterior película se llama «Torremolinos 73″ con la que mucha gente pensó que era un director andaluz pero yo he crecido en el País Vasco y me fui a los veinticinco años a Nueva York.
A mí me gustaba verlo desde fuera y, siendo un poco pretencioso, como un gran director francés viniendo a hacer una película a España. Alguien que admira mucho a la cultura española y que le encanta su iconografía hace una película sobre España y por eso es una visión romántica y estilizada, no una versión que cuida la época con absoluta precisión. Había un elemento de fantasía y romanticismo por mi parte con una España exótica. Que para mí lo es también».
Respecto a la participación de Daniel Giménez Cacho, Maribel Verdú que ya había trabajado con él en «La zona» destacó que «es una persona que suele hacer esos personajes muy intensos y bravos, pero lo mejor del mundo es que esos son sus personajes y luego con él no paras de reírte durante el rodaje porque es un cachondo mental y es fantástica toda la intensidad que tienen sus personajes. Él como compañero todo te lo hace fácil».
Y por último Giménez Cacho, que aquí hace un personaje comprensivo y conciliador, aseguró que «la dirección fue una cosa que sucedió muy natural. Lo único que Pablo pedía era una categoría de ‘Hollywood Ibérico’, hacer ese tipo de personaje y nosotros nos preguntábamos mucho acerca del estilo de esta película muda.
Al principio hablamos un poco de eso y después ya no fue necesario porque cada quien se puso a hacer lo que tenía que hacer y eso es mágico».
La película se va a estrenar además de en salas de cine, en teatros con música en directo.
©Carlos Bermúdez/Cinestel.com