“Botero”, el documental que entró a Europa a través del DocsBarcelona
Tras haber tenido un recorrido espléndido a través de muchas partes del continente americano, el filme documental “Botero” se vio por primera vez en Europa a través del Festival de cine DocsBarcelona.
El canadiense Don Millar es el director de la película, quien llegó a la capital de Catalunya acompañado de Lina, una de las hijas de Fernando Botero, un artista que a sus 87 años todavía mantiene su estudio de la Ciudad de Mónaco con actividad.
Colombia está muy presente en este film, pues además de ser el país de nacimiento de este reconocido pintor, escultor y dibujante, ha tenido el orgullo de ser el receptor de una parte de su obra, y donde en su ciudad natal, Medellín, hoy en día se puede caminar por una gran plaza que lleva su nombre. Allí hubo un estreno simultáneo del film en 45 salas de 13 ciudades diferentes.
Don Millar ha trazado un relato cronológico sobre la vida de este referente colombiano, destacando algunas partes de su vida, desde que su padre tenía un negocio montando las maletas de viajeros recién llegados en las mulas, pasando por el gran apoyo que tuvo por parte de su abuela conservadora, o su fascinación al llegar a Madrid y descubrir su impresionante fondo pictórico, y llegando a algunos giros sorprendentes a lo largo de su vida como fueron el hecho de parar de pintar durante cuatro años para dedicarse a la escultura o fijarse en las terribles fotografías de Abu Ghraib para asimilar un cambio temporalmente radical en su estilo.
A pesar de ello, su dicho de que “el arte tiene que dar placer” lo ha intentado mantener en la mayoría de sus obras. Fernando Botero ha desarrollado a lo largo de su vida un estilo personal y propio que atiende a la perspectiva antes que a la profundidad de campo. Le apasiona jugar con el volumen, muchas veces representando cuerpos humanos de personas gruesas y dándole una especial relevancia al color.
“Botero” despliega también obras que son material inédito, especialmente el almacenado en su estudio de París, gran parte del cual ni siquiera él recordaba. Y en sus inicios todo fue pintado en una época en la que el hecho de dedicarse a la pintura era algo muy exclusivo. Su hija, Lina Botero, nos lo contaba en el DocsBarcelona:
“Más allá de ser un documental sobre la vida y obra de Fernando Botero, lo que queríamos era transmitir o comunicar una historia inspiradora de una persona que empezó realmente de la nada y que tuvo como únicas herramientas su vocación y su pasión por lo que estaba haciendo y su profundo compromiso con sus convicciones artísticas, a pesar de que eso implicó que muchas veces, yo diría que gran parte de su vida, nadó en contra de las corrientes predominantes del arte de su época, y fueron muchas las dificultades que eso significó para él”.
– ¿Cómo se tomó la familia el cambio tan radical habido en su obra a partir de los sucesos de Abu Ghraib?
A mí me pareció fascinante que hubiera hecho un paréntesis en su obra precisamente para eso, porque mi papá es una persona que trabaja con muchísima pasión. Entonces hay temas que lo agarran, pero con una fuerza y una rabia que durante un año y medio no hizo nada diferente a pintar este tema. Y uno de los objetivos principales de él era que se expusiera en los Estados Unidos, en Washington, en el lugar más cercano a la herida para poner el dedo en la llaga.
Aparte de eso, como se podrá imaginar todo ese material de trabajo encontró una resistencia inmensa en los Estados Unidos, y razón por la cual mi papá dijo que nunca vendería una obra de esas, porque no quería ganar un centavo con base al sufrimiento de los demás. Él donó sesenta de esos cuadros al Museo de la Universidad de Berkeley, donde se encuentran hoy en día, y ellos llevan a cabo permanentemente exposiciones itinerantes de esto, porque son temas siempre vigentes como la injusticia, las torturas y los genocidios. Son estos dramas, estos horrores que tristemente continúan sucediendo.
– ¿Pero acostumbrados a un estilo más lúdico, sensual y divertido, hubo críticas entre sus seguidores?
Siempre hay críticas. Mi papá ha sido siempre una persona profundamente criticada. Pero yo creo que eso es parte de lo que conlleva no hacer parte de una corriente, precisamente. No ser parte del rebaño, sino atreverse a ser algo diferente.
Él con frecuencia fue objeto de mucha crítica, pero al mismo tiempo, todos esos principios que para él son importantes en su obra, como por ejemplo plasmar el placer o la belleza en el arte, se vieron mezclados con Abu Ghraib que es una temática tan fuerte, tan violenta y aterradora, y eso produjo creo yo un resultado muy bello, muy poético en medio de todo.
– Igualmente, ya había ocurrido un cambio importante en él, que fue cuando durante cuatro años paró su actividad pictórica para dedicarse de lleno a la escultura. ¿Fernando ha preferido ir cambiando de repente algunas cosas para sorprender?
Mi padre está en una búsqueda permanente y él además es un autodidacta, entonces obviamente, por la voluminosidad de su obra, el cambio hacia la tridimensionalidad era un paso natural, y en un momento dado, en 1973, él decidió parar de pintar porque era la única forma de aprender a esculpir, a ser escultor, y por eso se dedicó un año entero a hacer ese aprendizaje partiendo de cero.
De la misma manera, él ha asumido otros retos de muchas otras técnicas que ha querido aprender a manejar, porque a diferencia de muchos otros artistas contemporáneos, mi papá maneja muchísimos métodos: pastel, sanguina, óleo, escultura, acuarela, tinta china, lápiz, carboncillo,… Entonces, ése fue un reto más que se impuso, y un paso muy natural en cuanto a su obra.
©José Luis García/Cinestel.com