Entrevista a Juan Diego Kantor sobre su filme «Buscando al Huemul»
Estreno en Buenos Aires.
El huemul es un ciervo autóctono que habita en las inmediaciones de los Andes y cuyo único destino parece ser la extinción a tenor de la ausencia de una protección específica. El director santafecino nos invita a los espectadores a acompañar a Ladislao Orosco y a su fiel amigo, Nazareno Rodríguez, a un viaje en el que desplegarán su experiencia campestre por una utopía y donde, sin remedio, surgirán preguntas inesperadas que descubrirán esa parte oculta de sus historias como mapuches y como argentinos. La película se estructura, más que como un seguimiento, como un acompañamiento de ambos personajes que tratan con bastante paciencia y tranquilidad de satisfacer su curiosidad.
Juan Diego Kantor nos cuenta al inicio de la entrevista para Cinestel que se dio cuenta de que «este tipo de historias se buscan ser contadas por sí solas. Es como un destino». Durante uno de sus trabajos audiovisuales en la ciudad de Bariloche para una de las instituciones locales, estaba registrando una actividad de 4×4 que fascina a los miles de pibes que todos los años acuden a su viaje de final de secundaria desde otros puntos de la Argentina, cuando Ladislao, que era quien manejaba el todoterreno, en una de las filmaciones con los chicos le sorprendió contándole otra cara desconocida para él respecto de las diecinueve comunidades mapuches que hay en la zona y cómo acceden o pierden la tierra. Le mostró fotos de su casa y le dijo que quería buscar a un huemul caminando por la montaña durante siete días con la única intención de fotografiarlo.
Casi seis años después de eso, se consiguió reunir el dinero necesario y se comenzó a filmar la cosmovisión del mundo que tiene Ladislao. «Sin una sola línea guionada ni planteamientos anticipados de lo que se iba a filmar, se comenzó a rodar esa búsqueda, elegimos qué registrar, -dice Kantor-, y sí que en el montaje hay alguna alteración o separación de escenas por una cuestión narrativa, pero es un documental bastante puro, aunque no lo parezca».
– Lo que sí se ve en Ladislao y Nazareno es el significado que ellos dos le intentan dar a lo que es ser mapuche y ser argentino; esa especie de dicotomía.
Sí, justamente es parecido a lo que le pasa al huemul, que fue desplazado por la acción del hombre y la introducción del ciervo colorado europeo y ahora está en extinción por eso que llamamos progreso, pero se refugia en la alta montaña y se mantiene ahí aguantando y esperando allá arriba. «Buscando al huemul» examina ese paralelismo entre los protagonistas de sangre mapuche, un pueblo que fue libre hasta 1900 porque se mantuvieron libres durante la conquista española en el sur, hasta esa conquista del desierto por el pueblo argentino liderada por el general Roca que fue un genocidio. Ellos tomaron todo el sur con la excusa de que los malones atacaban Buenos Aires, que eran unos indios mapuches que estaban en el sur y que era verdad que lo atacaban, pero con esa excusa barrieron todo el sur, también para quedarse con tierras y que no se las quedase Chile.
Con ese argumento desencadenaron un genocidio sobre los mapuches, que era un pueblo que había peleado junto con los argentinos contra los españoles. Hoy en día, toda esa gente que tiene sus ancestros de sangre mapuche o tehuelche y que habita en esa zona, miran el billete más grande del peso argentino, el de 100 pesos, y ahí ven el rostro del general Roca y atrás está la conquista del desierto. Entonces, esto es algo que sostienen ahí y que es como un espinazo que tienen.
En la actualidad, los pueblos originarios, sobre todo en Chile porque el pueblo mapuche está en los dos territorios que en tiempos anteriores no estaban reconocidos como países, reclaman sus tierras. Y en Chile lo hacen con mucha más fuerza, cortan calles y reclaman tierra. En Argentina se les dio algunas tierras y poco a poco fueron recuperando su cultura. Y esa es justamente la metáfora sobre la que circula la película: el huemul desplazado por la acción del hombre para instalar el ciervo europeo y el mapuche también desplazado por la acción del hombre blanco argentino descendiente de los europeos.
– En las conversaciones que mantienen ellos dos en la película sí que se nota una cierta resignación por todo lo que han perdido los mapuches pero al mismo tiempo una cierta aceptación o comodidad respecto a su situación actual. ¿Ellos viven bien ahora?
Claro, Ladislao tiene un pequeño terreno que ocupó, su casa, sus hijos, sus caballos, viven en las afueras de Bariloche. La pelea es del día a día, el invierno también es muy crudo y lo que él quisiera es vivir en el campo y del cultivo de la tierra. Si bien ayuda a cortar un árbol seco o trabaja en la 4×4 o hace cabalgata con sus caballos, él lo que quiere es vivir de sus animales y de su tierra. Yo creo que el huemul también es él, porque justamente también está resistiendo ya que él no quiere trabajar en la ciudad porque no le gusta. Es como Don Quijote que pelea contra el molino de viento porque no es eso lo que él quiere hacer.
Por otro lado, Nazareno, que vive en las afueras de la ciudad y que donde pasa la película es cerca de la casa de él, un lugar que tiene muchísima tierra porque están dentro del Parque Nacional, vive de la tierra pero no es que se encuentre totalmente a gusto ahí. No viven mal, pero tampoco viven muy bien. Él también tiene su sangre mapuche y su cultura que quiere seguir manteniéndola así.
– La fotografía del film es muy llamativa para el espectador que habita en un terreno urbano. ¿Quisiste explicar en imágenes cómo son esos lugares?
Sí, por supuesto. El sur es una cosa hermosa y de hecho la imagen que a menudo se tiene de él es de cuando está nevado mientras que esta película se rodó en su mayor parte en verano, la montaña es un lugar bellísimo y lógicamente llama la atención, igualmente a la gente misma de allá y a los de afuera. Nuestra apuesta, si bien el sur ayuda con su escenario, es la de tratar de reflejar esa inmensidad a través de las tramas que vamos mostrando y esa reflexión sobre el horizonte que es uno de los objetivos de la película.
Tratamos de cuidar mucho la fotografía, si bien fuimos a la montaña con un equipo reducido de siete personas, contando a los protagonistas. Usamos trípode siempre que pudimos en nuestro interés de cuidar al máximo el detalle de las cosas para que la película tenga esa apuesta por las postales de hermosura que activen definitivamente la reflexión.
©José Luis García/Cinestel.com