«Camino de la Cruz»; la peor senda del fundamentalismo religioso

El director alemán Dietrich Brüggemann documentó esta cruda historia junto a su hermana Anna en un grupo ultra-católico que existe en Alemania llamado sociedad de San Pío X, formado en sus inicios por sacerdotes que se negaron a reconocer las reformas del Concilio Vaticano II (1962-1965), con el objetivo de mantener intactos los ritos y las enseñanzas de la Iglesia católica romana. En la película, María es una adolescente de 14 años que se encuentra enredada entre dos fórmulas de vida, los típicos intereses de una chica de su edad y la rígida visión del mundo que tiene esta comunidad religiosa y por ende, su familia que no la deja respirar los aires del razonamiento propio y de la libertad del pensamiento individual.
Se le llamó al filme «Camino de la Cruz» (‘Kreuzweg’ en alemán’) porque el relato ha sido escrito basándose en los pasos del Vía Crucis o estaciones de la semana santa que definen los puntos del camino soportados por Jesús hasta alcanzar la crucifixión. Catorce intertítulos con fondo de color negro concretan esas etapas, trasladadas a la vida de María como fórmula ideada por los dos guionistas para profundizar en el sentido tradicionalista y conservador de esta congregación religiosa a la que aquí han cambiado el nombre y la denominan sociedad de San Pablo, al tiempo que se percibe también un afán de no incurrir en esquemas narrativos que ya se han experimentado en otros filmes.
Trabajada con cuadros fijos que llegan a durar hasta 15 minutos y en tonos suaves de color, la película es un contundente retrato sobre estas prácticas en plena Europa del siglo XXI cuya prensa y población suele mirar hacia otras tierras más lejanas a la hora de interesarse por lo que pasa dentro de grupos fundamentalistas religiosos, lo cual está bien, pero mientras tanto en general se desconoce su existencia en un territorio más cercano.
Esta historia descubre la triste realidad de unos niños que no cuentan con la confianza de sus progenitores en una familia donde las ideas prevalecen por encima de los seres humanos. La protagonista es una joven que al fracasar en sus intentos de comprender a sus padres tratando de imitarlos, -véase en especial la escena en el gimnasio de la escuela-, no se siente capaz de encontrar otra salida alternativa a la de profundizar en los caminos de la fe religiosa e intentar lograr alguna cosa que satisfaga a su verbalmente agresiva y poco comprensiva madre, como se verá al final de un filme que al seguir los pasos de las estaciones de la semana santa, ya intuimos que será trágico, aunque para la conciencia oprimida de María se trate de una auténtica liberación, redención y paradójicamente, un acto de amor a esa madre tan dominante y fanática que está moralmente ciega. Sólo en ese último momento de la película, la cámara fija se mueve por primera vez y apunta hacia el cielo.
Es posible que en Europa algunos le quieran restar interés a lo que sucede con la existencia de estos grupos, pero si escudriñamos un poco en las actividades y el historial de la sociedad religiosa en la que se basa «Camino de la Cruz» encontraremos datos tan inquietantes sobre cómo, aparte de que creen que la Iglesia católica se vació de contenido en los años 60, alguno de sus obispos ha negado reiteradamente el Holocausto y en octubre de 2013 esta congregación celebró en Roma un funeral por un criminal de guerra nazi gracias a que, de acuerdo con el derecho canónico, sus religiosos están considerados por el catolicismo como «clérigos errantes», que pueden seguir activos sin el permiso de la Iglesia, con la excepción de que en las diócesis de Alemania, Austria y Suiza se les prohíbe la utilización de los edificios de la Iglesia católica romana, incluso en funerales, bautismos, bodas y peregrinaciones.
El director y su hermana Anna, que también es actriz, planificaron este guión a partir de la experiencia negativa que aseguran haber sufrido con sus padres, a pesar de que ellos no pertenecían a esta sociedad religiosa concreta.
©José Luis García/Cinestel.com