«Caníbal» de Manuel Martín Cuenca; ignorando dónde están los límites

Para un cineasta, existen muchas maneras posibles de retratar la realidad que le envuelve pero si tuviésemos que simplificar algunas, llegaríamos a dos grupos: lo que se muestra explícitamente desde una esencia directa, limpia y claramente reconocible, donde imaginamos que esa historia podría haber ocurrido así, y lo que está implícito como analogía dentro de otro relato no creíble y oscuro porque nos cuesta creerlo tal cual está presentado. Este último es el caso de «Caníbal», la nueva historia inspirada libremente en una novela cubana que pretende ser toda una metáfora acerca de cómo es y cómo siente el director la España actual con los casos de corrupción y la crisis.
Lo que cuenta «Caníbal» es la historia de Carlos (Antonio de la Torre), un sastre prestigioso de Granada que sin remordimiento alguno ni sentimiento de culpa, es un asesino en la sombra, empleando para ello la misma precisión con la que corta tela sosteniendo sus enormes tijeras, con la diferencia de que ahí sí que conoce los límites, pero no en otros órdenes de su vida. Sin haberlo presentido, aparece en su vida Nina (Olimpia Melinte) y a través de ella va a poder reconocer sus actos desde otro prisma muy distinto al que estaba acostumbrado.
En la película, el hecho de que el protagonista sea caníbal parece subsidiario de la base que Martín Cuenca pretende que se instale en la mente del espectador en el sentido de que nos preguntemos dónde puede estar el límite de las actitudes que tomamos en la vida. Para enfrentar esos dilemas éticos, nos presenta unos personajes instalados en su respectiva quiebra emocional porque los dos, tanto él como ella, están excluidos y ambos lo exteriorizan de una manera diferente.
Carlos no se pregunta ni se cuestiona nada de lo que está haciendo, pues para él las barbaridades que implacablemente comete son «normales» y las hace porque está tratando de sobrevivir. Sin embargo, Martín Cuenca ha introducido un giro en el guión a media película que hará que comience a dudar sobre su postura en la vida y su conducta. La actitud de Carlos gravita en torno a tres ejes fundamentales: el mal que inconscientemente infringe a sus víctimas con una gran desidia personal, el amor que surge espontáneamente sin que a él le sea posible modificar su pasado, y el perdón o la redención que en el film vemos reproducido en toda una serie de actos litúrgicos y simbología religiosa.
El realizador almeriense confirmó en la presentación, que «Caníbal» había sido pensada como una analogía de los problemas que en los últimos tiempos ha padecido España con la corrupción y la crisis, esa «canibalización» que ha producido el enriquecimiento ilícito de algunos y el incremento alarmante de las tasas de pobreza. Aunque no lo mencionó, en la historia que cuenta la película también se hace evidente una preocupante dejación de sus responsabilidades por parte de la policía que asimismo forma parte del canibalismo que retrata el film, porque vemos que el caníbal va haciendo de las suyas y la investigación policial está ausente y es inexistente. La omisión deliberada de la parte judicial por parte de Martín Cuenca obedecería a un intento suyo de reflejar en la película el terrible castigo añadido que supondría una justicia simulada.
El cine con analogías a la grave situación económica que padece España y a las actitudes de unos y otros, es más bien escaso con respecto a la totalidad de la producción, pero merece la pena recordar las reacciones encontradas que provocó el estreno de la difícil y arriesgada «Ayer no termina nunca» de Isabel Coixet en la que los actores Candela Peña y Javier Cámara dialogaban larguísimo rato sin decirse nada concreto en el marco de un cementerio abandonado. También Martín Cuenca plasmaba, aunque más discretamente, una parte de esa gran masa adormecida con la que convivimos en España en su anterior film, «La mitad de Oscar», en la figura del acompañante jubilado del personaje principal. «Caníbal» es una película menos digerible que la anterior, y no solo para los vegetarianos, en la que inevitablemente hay que recurrir a los subtextos y que cuenta con una buena actuación de sus distintos personajes en una historia de amor mezclada con cine negro donde el protagonista crea situaciones que acaban en muerte.
©José Luis García/Cinestel.com