Carlos Sorín hace una radiografía de su técnica y sus preferencias cinematográficas
El cineasta argentino estuvo en el Festival de Lima donde presentó «El gato desaparece», una película de corte clásico en la que la mentira es una constante en sus personajes y abundan las falsas pistas al mejor estilo del suspenso.
A semanas de su entrada por la alfombra roja de San Sebastián, Sorín adelantó que «Días de pesca» es la historia de un hombre de 50 años que sale de un centro de rehabilitación por el alcoholismo y que trata de recuperar la vida, las ganas de vivir, los afectos, todo lo que el alcohol, como cualquier otra droga, lo llevó a perder. El final de la historia es levemente esperanzador.
En un coloquio desarrollado en el marco del Festival peruano, el realizador fue interrogado acerca de los más mínimos detalles de «El gato desaparece» y también aprovechó para exponer su visión más técnica del mundo del cine. Kubrick fue una referencia absoluta para la película pero el realizador argentino no aplica una teoría predeterminada y bebe de diferentes fuentes que han conformado su trayectoria personal como cinéfilo y profesional como cineasta.
Una de las premisas del trabajo de dirección de Sorín, sean actores profesionales o no, es no ensayar nunca las escenas porque cuando ensayaba se encontraba con la paradoja de pensar que lo mejor le salió en el ensayo y justo no lo filmó, entonces va derecho a grabar la primera toma. «Obviamente -aclaró en Lima- antes tenemos dos o tres charlas con los actores cuando no se conocen entre ellos, pero trato de no profundizar demasiado, que ellos trabajen y si son buenos actores van a trabajar bien, y a medida que vamos avanzando en la película, cada uno va encontrando su camino».
«Yo filmo las películas en el sentido del relato, -siguió diciendo-, empiezo por el principio y sigo en sentido cronológico. No voy a empezar el primer día o la primera semana con una escena muy importante del final. ¿Por qué? porque la voy armando y encontrando con los actores cuál es el camino de la película y uno va modificando tanto la puesta en escena como la actuación de ellos sobre la marcha mientras yo les voy mostrando el material filmado a ellos también».
«Yo no tengo una técnica específica para trabajar con ellos porque no soy un director de actores. Sé cuando está bien y sé cómo estimularlos para que den lo que tienen que dar. Es totalmente intuitiva mi relación con los actores. Los únicos ensayos que hacemos son para que los focos y la iluminación estén situados en el lugar correcto, pero nada más.» añadió.
En una escena de «El gato desaparece», cuando el protagonista viene a traer los libros, aparece un extra vestido de tenista con una mano enyesada que es el propio Carlos Sorín.
El cineasta contó en el coloquio que no lo hizo como homenaje a Hitchcock, «en realidad, respecto a ese personaje que pasa por el fondo, la determinación de la Asociación Argentina de Actores fue que había que pagarle creo que trescientos dólares para que pase por el fondo. Entonces yo dije que mejor lo hacía yo y me ganaba los trescientos dólares.
En Argentina, uno tiene que mandar el guión a la Asociación Argentina de Actores y ellos catalogan en función del rol en qué categoría están y por tanto cuánto tienen que ganar. Entonces eso es una obligación y ese personaje que es absolutamente insignificante, costaba ese dinero que para mi presupuesto es bastante plata».
Sorín se despidió del negativo fotográfico con «El gato desaparece» filmando en todos los formatos posibles de película emulsiva (35mm, cinemascope,…). «Yo era un fiel seguidor del negativo de Kodak, de la imagen fotográfica tradicional, pero en los últimos tres años han aparecido nuevas tecnologías y nuevas cámaras que son absolutamente extraordinarias y que dan una imagen estupenda, muy parecida por la cantidad de información que tiene a la imagen cinematográfica tradicional, infinitamente más barato, porque uno va cargando discos rígidos y eso no tiene costo casi. No hay laboratorio y tiene después un procesamiento de la imagen en la edición de una facilidad asombrosa y ni decir de todas las manipulaciones que uno le quiera hacer en la posproducción.
Yo creo que la emulsión se terminó. Algunos nostálgicos seguirán haciéndola pero creo que cada vez van a ser menos. Yo que era un nostálgico, he decidido que no. Después de la aparición de esta serie de cámaras, no tiene ningún sentido gastar tanta más plata para nada».
Cineasta en la cumbre, dio también su opinión en Lima sobre el sistema de producción argentino. «Lo que organiza el Instituto de Cine son ayudas, subsidios y créditos. La ley de cine que tenemos nosotros desde el año 95 y que se fue perfeccionando, es lo que hace que Argentina haga 60 o 70 películas por año, cosa que nada tiene que ver con el mercado.
La ley funciona así: cuando uno tiene un proyecto, lo presenta al Instituto Nacional de Cinematografía con el guión, notas del director, presupuesto, la factibilidad, estudios de mercado,… en una carpeta completa.
Ese proyecto es analizado por una comisión que está integrada por directores, actores, técnicos,… por todas las ramas que tienen que ver con la producción; comisión que juzga una serie de proyectos y después deja que otra comisión analice otros y hay unas tres o cuatro comisiones por año.
Esa comisión califica el proyecto o de Interés Especial o Sin Interés. Si el proyecto es Sin Interés, no tiene ninguna chance de nada. Ahora, si el proyecto es de interés, entonces eso implica que automáticamente tiene el subsidio electrónico que es una cifra bastante considerable, creo que ahora son de un máximo de alrededor de 350.000 dólares que el Instituto le da al productor en el momento en que saca su video y tiene el subsidio por boletería en el cual el Instituto duplica, osea, le da otro tanto de lo que recibe de la boletería de las entradas.
La suma de los dos subsidios no pueden pasar del costo declarado de la película. Eso significa que, para los que están categorizados como de Interés Especial, pueden no ganar, pero no van a perder, osea que baja el riesgo que tiene el negocio cinematográfico. Especialmente eso es importante para las películas no comerciales, para las películas que tienen otro tipo de intenciones, más experimentales, más artísticas o de otra naturaleza.
En ese caso, uno sabe que no va a perder. Yo sé que con mi película, si llevo un espectador voy a recuperar lo que puse. No voy a ganar. Ahora, si llevas muchos espectadores y la vendes afuera y en la televisión, por supuesto que el negocio puede ser bastante interesante.
Eso permite fundamentalmente que yo con ese subsidio generalmente haga la siguiente película. En mi caso he tratado de mantener a partir de «Historias mínimas» una frecuencia de un año y medio o dos años. Eso es porque con lo que me dio el Instituto de la película anterior, produzco mi nueva película. Esa es una ley de fomento realmente y obviamente al hacerse más películas todo el mundo tiene más trabajo, aumenta las fuentes de trabajo, los técnicos tienen mejor aprendizaje, mejor training. Así funciona el Instituto Nacional del Cine y la ley del cine, sin la cual sería inexplicable que Argentina haga 70 películas porque el mercado no es para 70 películas». (cba/rbc) (cinestel.com)