«Castanha» de Davi Pretto; aspirando a que todo tenga un sentido

Se dice muchas veces que la frontera entre la ficción el documental está con frecuencia desdibujada y aquí tenemos un excelente ejemplo, porque esta película rodada en Porto Alegre (Brasil) iba a ser en su proyecto inicial un documental sobre la vida del transformista sexual João Carlos Castanha, un tipo que lleva una vida sencilla, pausada y reflexiva durante el día, pero que por las noches suele hacer shows en locales LGTB. El filme fue mostrado en la sección Berlinale Forum 2014 y era a su vez uno de los candidatos para el Teddy Award que se concede todos los años a una película que aborda alguno de los aspectos inherentes a la libertad y diversidad sexual.
Es mucho más común de lo que se piensa, y en especial dentro del documental, que aquello que el realizador se proponía en un principio acabe siendo otra cosa distinta, y en Cinestel hemos dado cuenta de un buen número de casos diferentes. Y es que, si «Castanha» se propuso como un documental en sus inicios, la particular familiaridad que su protagonista tiene con lo que es el mundo de la actuación, lo convierte en algo más cercano a una ficción dramática donde él se presenta a sí mismo actuando tal y como es en su vida cotidiana. El resultado es una película en la que su actor principal ha influido y trastocado sus primeros esquemas.
El debutante Davi Pretto nos ofrece una historia tomada desde una perspectiva sincera y honesta sobre las costumbres, los pensamientos y la manera de obrar del personaje y sus dos caras frente a la vida con sus múltiples identidades, una en la que se entrega al público de esos locales de espectáculos y la otra mucho más calmada e introspectiva en la que se muestra más meditabundo la mayor parte del tiempo, cavilando y reflexionando en silencio sobre asuntos de vital trascendencia como de dónde viene, en qué se ha convertido, si conseguirá alcanzar la felicidad algún día y esa amenaza perenne que es una posible llegada por sorpresa de la muerte.
Tiene 52 años, está enfermo y sabe que sus mejores años han quedado atrás. Posee plena conciencia de que su mejor época fue la década de los ’80, unos años cuyo recuerdo ha idolatrado. Ahora otros más jóvenes le han suplido en perfomances eróticas y él se dedica a representarse como María Helena Castanha en una especie de monólogo en el que abundan referencias graciosas al órgano sexual masculino. Ha perdido a muchos amantes y amigos en el camino y parece cansado, aunque nada de eso le impide vivir de la manera que quiere.
João comparte dos habitaciones con su madre en un complejo de viviendas de clase media-baja. La cámara de Pretto pone su mirada tanto en sus momentos solitarios en la casa o en los camerinos cutres, como en otros en los que se relaciona con más gente. El realizador ha intercalado varias veces durante el metraje algunas imágenes tomadas en una residencia de ancianos que refuerzan ese intenso temor al avance de la vejez que tiene Castanha, tanto por su madre como por sí mismo. Al mismo tiempo explora su entorno que a veces es tierno y otras cruel y brutal, mezclado con un fugaz glamour sólo superficial.
João se imagina a sí mismo como teniendo un pie en la tumba y siendo perseguido por los fantasmas de su pasado. La película quiere reflejar esa sensación de soledad que tiene, sus recuerdos y sus temores infundados a haber muerto sin haberse dado cuenta, pero en todo momento encontramos un delgado espacio que conduce a la esperanza mientras lucha para ser considerado como un creador, como un actor sin maquillaje. En algún momento dice: «Creo que podría ir al infierno. El infierno es una fiesta. Una fiesta eterna». Y es que, como se puede deducir del film, el universo espiritual y religioso ha influido sin duda alguna en sus amplias contradicciones.
©José Luis García/Cinestel.com