«Los Castores» de Antonio Luco y Nicolás Molina; nivelación ecológica

En 1945 a alguien muy poco erudito en la materia se le ocurrió la desdichada idea de introducir en Tierra del Fuego, al extremo sur del continente americano, una reducida población de 50 castores fuera de su hábitat original en el Canadá donde lobos y osos eran sus predadores naturales. Desde entonces, su población fue aumentando y ahora son decenas de miles los ejemplares que se encuentran extendidos por esos territorios pertenecientes a Chile y Argentina habiéndose convertido en una auténtica plaga muy difícil de controlar y temiéndose su extensión por los numerosos bosques de la cordillera andina. La película documental de Luco y Molina recrea a través de elementos de ficción las vivencias de una pareja de biólogos que buscan paliar las repercusiones.
Dentro de ese viaje que organizan nos vamos a encontrar con unas paradojas muy potentes que se van a quedar con nosotros a lo largo de todo el film. Por una parte están esos castores instalados en el sur por decisión de algún insensato, cuyas construcciones se calcula que han generado un daño irreparable al ecosistema que está cifrado en unas 50.000 hectáreas de bosque nativo destruido. Y por otra parte están sus protagonistas, los chilenos Giorgia Graells y Derek Corcoran, que luchan contra este conflicto ambiental mantenido en silencio durante décadas, convirtiéndose ellos en predadores y adoptando una solución completamente radical como es cazar castores y comérselos, porque entienden que esa es la manera más respetuosa de intentar solucionar el grave problema. Durante el film también vamos a escuchar diferentes testimonios de gente que vive en el lugar.
El resultado es una película diferente y original, tomada con cierto humor, en la que matar a un castor se convierte en un acto ecologista, mientras que de paso la muerte pasa a formar parte del deseado equilibrio ecosistémico. La película tiene una buena evolución gracias a su mejor parte, la de ficción antes mencionada, y en todo su metraje se percibe un gran esfuerzo a nivel creativo y también visual, pues entre otras cosas consigue trasladarnos el funcionamiento solidario de esta comunidad animal, sobre todo en lo que concierne a la construcción de sus presas. Sabios los castores, pero introducidos ahí erróneamente por el peor de los predadores: un humano o grupo de humanos que decidieron esa barbaridad.
©José Luis García/Cinestel.com