«Centro histórico» con Kaurismäki, Costa, Erice y de Oliveira

Con motivo de la proclamación de Guimarães como capital europea de la cultura para 2012, las autoridades portuguesas convocaron a cuatro maestros del cine para que compartieran una película coral contando historias en las que imaginaran cómo es esa ciudad del norte de Portugal y sus gentes. Los cuatro elegidos fueron el finlandés Aki Kaurismäki, los portugueses Pedro Costa y Manoel de Oliveira y el español Víctor Erice. Las condiciones de rodaje fueron que éste se produjera en la localidad, con una historia totalmente libre y que todos dispusieran del mismo presupuesto.
La primera función del film corre a cargo de Kaurismäki, se titula «El tabernero», y es una especie de comedia agridulce, sin diálogos, que nos presenta al encargado de un bar al que no le entran clientes porque se enfrenta a la rivalidad de un lujoso establecimiento cercano. Simpática y triste según los momentos, el finlandés logra hacernos llegar la tan humana contradicción entre creernos estables o frágiles en determinadas circunstancias de nuestras vidas. Con una ambientación muy adecuada y una puesta en escena inteligente, el cineasta de la Europa más norteña, nos sigue proporcionando nuevos puntos de vista sobre personas que tienen serias dificultades económicas para hacerse un espacio en el mundo pero que tratan de luchar para seguir adelante.
Pedro Costa es el encargado de la segunda función titulada «Dulce exorcismo», la más compleja de las cuatro que componen el film y que, a diferencia de la anterior, supone una clara ruptura con respecto a su narrativa habitual. El realizador portugués evoca el pasado colonial de su país sirviéndose de un viaje en ascensor que parece que no va a terminar nunca y que está compartido por un emigrante de Cabo Verde y un soldado portugués totalmente pintado de verde que no paran de hablar sobre luchas revolucionarias en una conversación completamente imaginaria, pues mantienen la boca cerrada haciendo honor al título. Difícil de encajar porque es muy evocativa, pero felizmente corta.

Víctor Erice
Por suerte, la mejor función de todas es la tercera, la del español Víctor Erice que en «Cristales rotos» hace un alarde de su maestría presentando un homenaje a modo de falso documental sobre la desaparecida industria textil de Guimarães, que pervivió durante 150 años para ser después deslocalizada a Asia. La fábrica de Río Vizela dio de comer a varios miles de familias durante su existencia y Erice ha juntado y seleccionado a algunos de sus trabajadores que narran para la cámara lo que para ellos significó. La mejor definición la da alguien que dice que trabajar ahí le produjo una «alegría descontenta», alegría por ser un sustento esencial y descontento por considerar que otras cosas quedaron sin hacer y otros caminos sin transitar. «Así es la vida, como una rueda», dice alguien, y hay otra mujer más que dice «sé lo que es la alegría, pero la felicidad no».
Erice visitó algunas fábricas abandonadas y en ésta, cerrada desde el año 2002, encontró una enorme fotografía mural en blanco y negro en la que se ve a los trabajadores ejerciendo su labor dentro de la nave. «Empecé a hablar con los antiguos obreros y obreras de la fábrica -explicó- que me fueron contacto sus vidas, sus relaciones laborales y su experiencia dentro de la empresa. Eran testimonios extraordinarios pero muy largos, que podrían haber dado para una película de dos o tres horas, pero yo sólo disponía de 25 o 30 minutos como máximo. Como no soy partidario de manipular en exceso los testimonios vivos de la gente y trato de alejarme de lo que se entiende hoy por reportaje televisivo, adopté la estrategia narrativa que se ve en la película». El director fue quien escribió originalmente los textos y luego fueron los ex-trabajadores quienes lo retocaron, lo memorizaron y lo interpretaron.
El episodio final fue rodado por el centenario Manoel de Oliveira quien en «El conquistador conquistado» traza una sátira mordaz acerca de unos turistas que fotografían de forma frenética el casco histórico de Guimarães. Tal vez por eso el film se llame en conjunto «Centro histórico». Es de agradecer que Oliveira, amante de los planos largos y silenciosos, haya hecho aquí un esfuerzo de síntesis para mostrarnos esos turistas cazando con sus cámaras a conquistadores.
Se sabe que Víctor Erice había propuesto que el film se llamara «Nubes de occidente» porque Portugal es el país más occidental de toda Europa y ya que se trata de una película cuyas historias carecen de conexión entre sí. Excepto el español, los demás directores tienen vínculos con el país, Costa y Oliveira por razones obvias, y Kaurismäki porque tiene una segunda residencia en la costa, a pocos kilómetros de la ciudad convocante, Guimarães, que es la que albergó el nacimiento de la nación portuguesa.
©José Luis García/Cinestel.com