El cine de Irak protagonizó una parte de la Mostra de Cinema Àrab

11 Mostra de Cinema Àrab i Mediterrani – Barcelona 2017
Irak es un país que no vive en paz a partir de algunos desafortunados hechos se fueron sucediendo desde los inicios de la década de los años ’90, cuando al entonces mandatario de la nación, Saddam Hussein, se le ocurrió la demencial idea de invadir Kuwait. Hubo una guerra para recuperar su soberanía, y ya entrado el siglo XXI, una coalición ocupó el país tras otra guerra que comenzó en 2003.
Actualmente Irak sigue ocupado y con grandes problemas internos, pues la población ha sido dividida en virtud de su respectiva fe religiosa, y las mafias de venta de armas campan a sus anchas.
Ante este panorama tan complejo, la posibilidad de hacer cine es casi nula. Pero como todo en la vida, siempre hay activistas que aman el arte de contar cosas a través de las imágenes y que no resisten la tentación de hacer películas allí.
La Mostra de Cinema Àrab i Mediterrani de Catalunya logró reunir dos filmes rodados en una nación que está en guerra, una ficción y un documental. La primera es una película de 2010, «Hijo de Babilonia», dirigida por Mohamed Al-Daradji y protagonizada por un niño de 12 años y su abuela, quienes emprenden un viaje por el norte de Irak en busca de su padre, un soldado que desapareció durante la Guerra del Golfo de 1991.
Por su parte, el documental mostrado, «Homeland: Irak año cero», tiene una duración total de cinco horas y media, pero como posee dos partes diferenciadas, fue dividido en un par de sesiones consecutivas y contó con la presencia en Barcelona de su realizador, el iraquí Abbas Fahdel.
Al-Daradji plasma en «Hijo de Babilonia» las emociones de un niño en un entorno enrarecido tras la ocupación militar externa. Ambientada en 2003, la película es un viaje hacia el norte en el que también una madre anciana que está con su nieto, busca a su hijo. Pero el realizador centra su relato en el niño, un chico que a su edad domina a la perfección las lenguas kurda y árabe, en un filme en el que se suceden toda una serie de imprevistos y donde ronda la idea fundamental de la problemática que genera la supresión de la figura paterna. Y no son ellos los únicos que viajan en busca de familiares desaparecidos, pues durante el relato vemos a otras personas que también lo hacen con desesperación contenida.
El otro caso, el de la producción «Homeland: Irak año cero», es asimismo paradigmático de una triste situación, pues narra directamente el devenir de una misma familia, y muestra componentes de la vida de todos ellos, con especial énfasis en otro chico de carácter abierto y curioso.
La primera parte se sitúa en los prolegómenos de la guerra, cuando los iraquíes ya conocían que ésta era inevitable y hacían los preparativos de cara a cómo sería su organización familiar desde el preciso momento en que se produjera la contienda.
La parte segunda comienza justo después de la invasión aliada internacional. La secuencia inicial que vemos es la de un control de soldados estadounidenses en una calle de Bagdad, quienes hacen retroceder al auto que conduce el cuñado del realizador. Por la construcción narrativa que existe, percibimos que esta nueva visita de Fahdel al país ha sido pre-elaborada con mucha mayor conciencia que la anterior de que el resultado final, y todo ello sería una completa revisión de los estados de ánimo de la familia y de sus relaciones sociales antes y después de la temida, pero esperada invasión (e inclusive deseada por el hecho de acabar con Hussein), a través de un documental que obvia la parte de los bombardeos «en busca de armas de destrucción masiva», porque su director había abandonado el país pocos días antes y regresó cuando ya había acabado.
«Homeland: Irak año cero» nos ofrece una perspectiva única sobre este largo conflicto, desde un ángulo completamente ignorado por los medios de comunicación, pues los detalles sobre la vida cotidiana de los iraquíes jamás se han mostrado en la prensa diaria, al menos de esta manera.
Fahdel aseguró en Barcelona que se había pasado 15 años editando todo el material grabado en la capital iraquí. No es de extrañar este dato, pues es una película muy dura al comprobar, en especial a su término, que todo este grave asunto parece que no va a tener final. Y si hubo iraquíes que pensaron que se iban a liberar de Saddam y que después se construiría una democracia, estaban equivocados, pues ahora hay una profunda división interna, caos y una terrible violencia callejera.
La pérdida humana, el tratamiento hacia el pueblo kurdo, la infancia y juventud fatalmente abrumada, la destrucción física de valiosos materiales culturales, el rencor entre grupos religiosos deferentes, la inseguridad callejera, y la necesidad de sentirse libres más allá del hecho de ver la televisión extranjera con antenas parabólicas, son elementos que se reconocen en estas esforzadas (y escasas) producciones que se han rodado en Irak y que la Mostra de Cinema Àrab i Mediterrani de Catalunya trajo a su sede en la Filmoteca.
©José Luis García/Cinestel.com