“Cinensangre”, de Eduardo Spagnuolo, comedia y western
Estreno en Buenos Aires
Las posibilidades de ver comedia en este tipo de cine suelen ser más bien escasas, pero Eduardo Spagnolo consigue dar ese toque de humor a una película documental, “Cinensangre”, que tiene que ver con otro trabajo de un director distinto, Fabián Arévalo, que está rodando en San Luis un western de acción sobre la montonera Martina Chapanay.
El contraste entre ambos realizadores es notable, pues Eduardo sufre todo tipo de presiones a la hora de hacer el planteo de una nueva película, mientras que Fabián aparece como más sereno y haciendo gala de una superior libertad artística.
Aquí vemos a dos directores con dos realidades distintas, pero que al mismo tiempo padecen la misma “enfermedad”: como consecuencia de su amor por la profesión, tienen cine en sangre.
Un pueblo en el desierto llamado Zonda y la ciudad de Buenos Aires son los escenarios perfectos para hablar sobre lo que son las tareas de producción y ejecución de un proyecto cinematográfico, con toda una carrera de obstáculos que hay que salvar para llegar a la meta final. El INCAA, los sindicatos, los bancos y sus representantes o el productor Hugo Castro Fau, presionan a Spagnuolo mientras que él intenta desarrollar este proyecto que probablemente exigirá, frente a un presupuesto inasumible, la búsqueda de soluciones imaginativas. Obviamente, el rodaje de Fabián es real, pero el de Eduardo no lo es, convirtiendo así esta película en un falso documental para nada narcisista, pues de lo que definitivamente está hablando es acerca de las dificultades que entraña la idea de hacer cine.
En la memoria de muchos espectadores a quienes les gusta rememorar los antiguos westerns figura la -hasta ahora- inigualable textura de color que impregnaba cada fotograma de aquellas películas en celuloide. Con la llegada del digital, el audiovisual, no sólo el cine, se democratizó y ahora es más fácil acumular gran cantidad de material filmado para luego hacer una selección apropiada y coherente. Sin embargo, Spagnuolo no es partidario de forzar la calidad de color que ofrece el digital hacia lo fílmico, sino que más bien defiende la idea de poner en valor la textura intrínseca del digital como algo único y no conectado a lo que es la del filme emulsivo. Pero él, si económicamente pudiera elegir se decantaría por rodar en fílmico y hacer la posproducción en formato digital.
Para comenzar esta entrevista, Eduardo nos cuenta que su película “trata de poner el foco en algo que va en contra de aquello que dijo Orson Welles sobre que si a los cinco minutos de hablar de cine no se habla de plata, no se habla de cine -nos dice-, así que lo que yo trato de plantear es una comparación entre Fabián, que filma sin nada un western de acción en medio del desierto, y yo en Capital Federal, teniendo que soportar todas las tensiones del cine profesional. Y en realidad lo que nos pasa a él y a mí, como a cualquier otro director, es que no tenemos más remedio que hacer películas porque tenemos como una especie de adicción. Por eso, no tenemos ni alcohol ni azúcar en sangre; lo que tenemos es ‘cine en sangre’, de ahí el título del film”.
“No hay una gran diferencia entre Fabián Arévalo, que filma con siete personas un western en medio del desierto, y Francis Ford Coppola que perdió su estudio para poder filmar “Apocalipsis Now”. En el medio estamos todos y en esos dos casos lo que hay es una decisión, casi una pulsión, de llevar adelante el sueño que uno tiene”.
– No sólo está la parte técnica, sino que también en la película se insinúa que toda la labor se combina con la plata necesaria para hacer el film y, sobre todo, con la parte artística. ¿No es así?
Exactamente. Por lo menos lo que planteo yo desde la película es que el centro es la parte artística y todo lo demás puede estar o no. Puede haber mayor o menor cantidad, puede haber mejor técnica o peor, pero sin la parte artística, sin ese centro motor, no existe nada más.
– El cine argentino tiene toda una lista de westerns, desde “Pampa Salvaje”, de Hugo Fregonese -que por cierto, se rodó en España-, pasando por “Los Irrompibles”, de Emilio Vieira, e inclusive llegando hasta “Aballay”, de Fernando Spiner. ¿En cierta forma, tanto Fabíán como vos, quisieron hacer una suerte de homenaje a aquellas películas?
Yo quise hacer un homenaje a la gente que decide en la Argentina, -que somos un país sin una tradición de western, donde los FX no llegan a tener el nivel de los de Hollywood o algunos casos de los europeos-, a personas como Fabián o Fernando Spiner, que se ponen a encarar una película de acción, donde incluye el tema vestuario y no hay una tradición con este tipo de filmes, salvo en la época de Fregonese, en los años 30 o 40 del siglo pasado, una tradición de películas policiales con un relato de aquel director que se llama “Apenas un delincuente”, que creo que si la proyectás hoy es tan moderna como la de cualquier otra película policial, pero eso con los años y con la debacle económica argentina -y el cine no es una isla-, se ha ido perdiendo y hemos estado yendo más hacia un cine de autor, a un cine más intimista o, como a veces le decimos, un cine de departamento (apartamento).
Para mí, no hubiera originado el mismo efecto si Fabián hubiera producido una película de departamento, pero animarse a tirarse a un western con caballos, rodadas, disparos, sangre, traje de época,… sin apoyo, es algo que la mayor parte de los productores argentinos no harían y te dirían que estás loco. Así que yo pienso que Fabián Arévalo la está sacando adelante de una manera insólita.
– Básicamente “Cinensangre” habla sobre esa carrera para hacer una película y entonces has tenido que incluir al productor como un actor más, que en este caso es Hugo Castro Fau, quien paradójicamente ha comenzado a parecerse un poco al recordado Pascual Condito, el cual también solía aparecer en pantalla algunas veces.
(Risas) Lo que sucede es que Hugo, que es productor en la vida real, ya había aparecido en un par de películas muy brevemente, apenas casi la imagen y haciendo de cura, porque él tiene una impronta muy particular. En este caso, Castro Fau y yo somos amigos de hace mucho tiempo en la realidad, -él inclusive produjo una película mía que estrenaremos ahora en tres o cuatro meses más-, y se prestó a hacer de productor en el film, asumiendo un rol ligado al estereotipo de esa profesión, con su sombrero Panamá, con su pileta,… y lo que a mí me resultó interesante del personaje que construimos con él es que aunque todo el tiempo está diciendo que el director no puede hacer tal o cual cosa porque no hay plata, o que tenés que sacar alguna cosa que tenías prevista, igual en él hay un afecto por el realizador y por el proyecto, al tiempo que al final le termina diciendo: “¡Festejá, vamos a hacer la película!”. O sea, aunque es un negocio para él, porque es el que maneja el dinero, no está afuera del cine en sangre, sino que claramente en eso es el segundo, después del director.
– Mi impresión es que los actores del film de Fabián parecen profesionales. ¿Es así o yo me equivoco?
En realidad ninguno de los que aparece en la filmación de Fabián Arévalo es actor o actriz, son todos vecinos del pueblo. El secreto -y yo creo que es otra parte que lo conseguí reflejar-, es que este otro director puede hacer esa locura porque tiene el acompañamiento de su comunidad. Él sólo trabaja con gente de ese pueblito diminuto que es Zonda y la gente le da su tiempo, le presta su caballo, pone su ropa, se dedica a ayudarlo a hacer la película, porque ellos se sienten reflejados en esa historia. Esa es “su” historia y ellos quieren que se cuente, porque cuando ellos se ponen a actuar hacen de ellos mismos.
Concretamente hay un momento en el que yo le pregunto a Nilda, la actriz, que cómo hace ella para transformarse en Martina Chapanay, quien andaba a caballo perfectamente bien, cuando ella apenas puede hacerlo, y Nilda así, muy suelta de cuerpo, me mira y me dice que ella no se tenía que preparar para nada. ¡Yo soy Martina Chapanay!, me dijo. Y no hay más discusión. Se acabaron todas las teorías de actuación teatral, han muerto todas las escuelas para actores y actrices. Además los vecinos también se sienten gauchos y así se definen a sí mismos.
– Otra cosa que me pareció muy interesante es que en los tiempos que corren, y esto es una casualidad, hayas estrenado una película sobre cómo hacer cine cuando en el gobierno hay gente que no quiere que se haga cine autóctono.
En este momento en Argentina los directores tomamos todo estreno como una actitud militante de resistencia frente al desguace que este gobierno quiere hacer del cine y de la cultura argentina en general. Ahora mismo el cine argentino está mal, pero cuando en general más se va a ver será dentro de uno o dos años, porque en la presente edición el BAFICI estrena arriba de cien películas argentinas, pero que se hicieron en los últimos dos años, que es el tiempo que te lleva hacer una película. La pregunta que nos hacemos muchísimos es qué va a estrenar el BAFICI dentro de un año cuando se encuentre que en este periodo no se hacen películas.
Ya no se pueden presentar nuevos proyectos hasta dentro de 90 días. Hay mil quinientas producciones que ya estaban aprobadas y habían iniciado la preproducción y rodaje, pero los nuevos gestores decidieron que no les van a dar la plata que les tienen que dar, con lo cual quedaron todas paradas. Es terrible lo que está pasando, pero frente a esto, más allá de ir a manifestaciones, firmar solicitadas y todo eso, la gente de cine decidimos que hay que estrenar, porque el cine Gaumont también está siendo cerrado, aunque a veces no tengamos el dinero para apoyar un lanzamiento importante.
– Lo más triste de todo son los técnicos, que están trabajando constantemente y que con esta situación se van a quedar sin trabajo inevitablemente, ¿no es así?
Es cierto lo que decís, pero ahí hay un punto intermedio cuando vemos que los técnicos no trabajaran en cine, pero lo que el gobierno quiere es que venga Netflix o Warner a filmar a la Argentina y que nosotros demos servicios de producción, con lo cual los técnicos tendrían trabajo, pero el cine no es solamente ni trabajo ni dinero, sino que también es esto de llevarlo en la sangre, de contar historias que son nuestras, -las contaremos mejor o peor, más divertidas o menos, no importa-, pero esto es como decir, yendo a ustedes en España, las series españolas tienen una impronta que es española, aunque traten temas internacionales y tengan una narrativa audiovisual internacional, son españolas.
Las series de narcotraficantes o policiales españolas, tienen una relación entre la parte delictiva y la afectiva familiar que no la consiguen ni las películas ni las series francesas, ni norteamericanas, ni alemanas. Hay una impronta latina entre la unión de esos dos mundos que sólo la podemos hacer quienes somos así. Si hubiera una receta de éxito ya estaría en manos de los norteamericanos y habría que pagar royalties para poder usarla, pero no existe.
– Justamente la gente de este gobierno no debe saber o no se acuerda de los problemas que hubo en el año 2006 cuando Francis Ford Coppola estuvo rodando “Tetro” en Buenos Aires, en el barrio de Palermo, y hubo muchos problemas con los técnicos y con el equipo. Y qué mejor que priorizar los rodajes de películas de la gente del país, ¿verdad?
Es lo mismo que ya empezó a pasar ahora con películas que tocan temas argentinos, como “Argentina, 1985”; hay cosas que cualquier director del país hubiera puesto y yo sé que Santiago Mitre lo hubiera puesto, pero se lo recortó la plataforma esponsorial que bancaba la película: la ausencia casi total de las Madres de Plaza de Mayo es un claro indicio. O la omisión total del tema de la Conadep, que no fue un problema de archivo. Fue una revolución cultural pensar que se podía primero investigar a los militares y después juzgarlos. Eso fue una maravilla. Pero cuando los de afuera, -y esto suena muy chovinista-, te imponen una mirada, no es la nuestra.
Inclusive con el tema de los desaparecidos, yo no me acuerdo de cuál fue el nombre, pero hay una película estadounidense que habló de un desaparecido que había estado en un campo de concentración y lo ve a quien lo torturaba y lo quiere matar y lo ataca. Eso no pasó entre nosotros.
– Y en esta tesitura tan grave en la que nos encontramos, creo que para cualquier realizador hablar ahora de proyectos futuros en cine debe de ser bastante complicado.
Estás hablando con un director de cine. Hubo una hermosa película de Carlos Sorín que se llamó “La película del rey”, cuyo final es perfecto; cuando todo se derrumbó, el productor está desesperado y el director está pensando en otro proyecto, sí. Yo estoy pensando en la posibilidad de estar estrenando una nueva película en julio, una ficción, que también fue filmada hace un par de años y la produjo Hugo Castro Fau, y en este momento estoy intentando que avancen dos proyectos a futuro, pero lamentablemente uno en Brasil y otro en México, porque acá en la Argentina no vamos a tener posibilidad alguna de hacer películas durante un tiempo. Acá no hay futuro para el cine. Quizás se pueda hacer algo el año que viene 2025, pero no lo sabemos.
©José Luis García/Cinestel.com