“Cocanis, camino al carnaval”; el nexo con la Historia de Bolivia

Bolivia es un país que ha ido desarrollando transformaciones importantes a lo largo de su Historia. Sus habitantes ancestrales celebraban ritos paganos que la política española quiso extirpar. Algunos se mantuvieron, pero al mismo tiempo incorporaron otros como el Carnaval, que en aquel entonces tenía una fuerte conexión con el cristianismo, religión a la que se tuvieron que sumar si no querían ser tildados como pecadores.
Fabián Duek es un director argentino fascinado por las fiestas y sus rituales asociados, así que se dispuso a indagar en el Carnaval de Oruro, tanto en su desarrollo como en el porqué se celebra y en sus orígenes.
Y lo cierto fue que al final encontró muchas más cosas interesantes que aquellas que a priori se pudieran imaginar, así que “Cocanis, camino al carnaval” es un documental muy distinto a lo que desde un principio se espera de él.
Si bien en los inicios del filme puede apreciarse que éste quizá nos va a ofrecer la visión de unos inmigrantes bolivianos que comparten en negocio en Buenos Aires, más tarde nos daremos cuenta de que el relato posee otras aristas tanto o más interesantes, como la de buscar conexiones con lo que se supone que definitivamente es un origen pagano y emancipador.
El director responde las preguntas de Cinestel:
– ¿Para vos, qué tanto tienen que ver los rituales en general, y éste en particular, con el sentimiento de pertenencia a una comunidad?
Creo que este es el tema subyacente, porque la cultura en términos amplios, como todo ese repertorio de prácticas que nos unifican a distintos niveles, son lo que nos da una cohesión como grupos o como sociedad.
Yo creo que el festejo de la cosecha con el Carnaval debe ser la práctica más antigua de las comunidades alrededor del mundo, y ese es el sentido del festejo de una práctica colectiva porque, en general, se prepara, se planta, se cuida y se cosecha en conjunto, aunque haya distintos roles. Esa fiesta es grupal y significa un igualamiento, porque en ella somos todos iguales, no hay un estándar.
Precisamente ese momento es la clave de la conformación de las sociedades humanas en realidad. Y en el caso de la comunidad que nos ocupa en la película, toda esa ritualización, con los códigos internos, los preparativos, la simbología, les permiten la adhesión a una práctica común, les dan una identidad global por las prácticas folklóricas en general en Bolivia, y a un grupo en particular le dan una identidad específica, una tradición y una normativa social, si se quiere, y yo creo que ése es claramente el eje de la cohesión y de la unidad de acción en este grupo.
– ¿Y cómo es que el carnaval de Oruro, en Bolivia, dura cuatro meses?
Porque para estos grupos folklóricos llamados Fraternidades, el Carnaval comienza en el día de la Virgen, el 2 de noviembre. Este año para el Carnaval 2023, el primer evento, que es la primer velada y el primer convite, se hace el 5 de noviembre en Oruro. La velada es el hecho de prender velas y comenzar con el acercamiento, la reunión y elaborar la promesa a la Virgen, que se hace el día del convite, que es la procesión -con traje de convite- a la Virgen del Socabón, para prometerle bailar por tres años.
Cada uno de estos eventos -sea la velada, sea el convite-, se va reiterando a lo largo de los meses, y son una suerte en el fondo, de ensayos generales de todo lo que se labura durante un año para llegar al Carnaval con la mayor definición, fortaleza, coherencia,… los pasos de baile, las formaciones, el vestuario correctamente definido, la gente que finalmente va a participar, juntar el dinero para llevar todo eso a cabo,… Entonces, es toda esa evolución que dura cuatro meses, y que culmina en los dieciséis días que dura efectivamente el Carnaval en febrero, que comienza con la última velada y termina, en el caso de la fraternidad que nos ocupa -los Cocanis- con el día del Diablo y del Moreno, que se festeja el lunes, luego del domingo del Carnaval.
– ¿La inclusión de otras referencias en la película, como puede ser el trabajo en un taller de emigrados o de la mismísima y grave actualidad política, fue para contextualizar el universo vital de estos bolivianos?
Lo cierto es que nosotros empezamos la película pensando en un tipo de tratamiento y en un código estético que fuera algo cercano al Cinéma vérité, donde la cámara se convierte en parte de ese grupo al que se está acompañando en una acción.
De hecho, nosotros teníamos un protagonista definido cuyo hijo tuvo un accidente a días de empezar a grabar, y él decidió no viajar. Entonces recomenzamos la búsqueda de un personaje y entramos en contacto con “Charo” Flores, que es nuestra protagonista, y en el proceso de conocernos fue que empezamos a grabar su cotidianeidad, conocer su historia, como parte de comenzar la relación, de desarrollar la investigación, pero también de contar la película, porque el objeto de la misma no es el Carnaval en sí mismo, sino ese camino que trazan los emigrantes hacia su origen, al que vuelven guiados por su cultura.
La cuestión de la gravedad política aquí y allí fue una coincidencia. La película se grabó entre septiembre de 2019 y el 3 de marzo de 2020. Íbamos a continuar grabando, pero apareció la pandemia y se terminó el rodaje. Todos los hechos que nosotros vamos narrando son simultáneos: se presentó la crisis económica en la Argentina, escala durante el 2019 de manera dramática y se pone muy difícil sobre fin de año.
Aquí estaba el cambio de gobierno y eso despertó una cantidad de situaciones y de debates. Lo mismo sucedió en Bolivia, golpe de por medio. Nuestra protagonista viaja a firmar un permiso de viaje a su hijo que viven en Oruro y queda allá encerrada durante cuatro semanas. Entonces, la realidad fuera de las paredes de ese taller se metió en la película y si bien nosotros elegimos no centrarnos en la narrativa de esos hechos que estaban sacudiendo nuestra realidad, no podíamos dejar de mostrar que eso era lo que sucedía alrededor y que estaba inquietando y conmoviendo, no sólo a los protagonistas sino también a quienes hacíamos la película.
No fue intención de contextualizar, sino que esa realidad nos atravesó.
– Y luego de haber rodado este filme, ¿reconocerías que el pueblo boliviano es uno de los más coherentes con la vida del mundo?
La verdad es que me costaría hablar del pueblo boliviano como un todo, porque en parte como producto del ejercicio de hacer la película aprendí muchísimo. Si bien era un tema que me interesaba y sobre el que yo leía -básicamente Historia y Antropología-, uno entiende que hay una diversidad en esa unidad que luego se expresa y que es tremenda.
Sí creo que, como se trata de uno de los países con mayor presencia originaria -entendiendo como tales a aquellas personas que aún conservan conocimientos de su lengua madre- y, hasta donde yo conozco, Bolivia es el único país en implementar la legalización de un concepto que es esta cuestión de la plurinacionalidad, pensando que la Nación es una especie de pensamiento moderno opresivo de culturas originarias que tenían otra estructura. Y esta noción es el reconocimiento y la ejercitación de los derechos y de las prácticas de una diversidad cultural que se reconoce y se legitima.
Yo pienso que esto es producto de las tremendas prácticas políticas que se generaron en Bolivia y que son únicas, en ese sentido, durante los años 50, 60 y 70 del siglo pasado, las cuales generaron una serie de movimientos políticos -como ejemplo citaría el indianismo y el katarismo- que permitieron los postulados de incorporar a todo ese pueblo originario a la vida social, política y cultural, y que permiten que hoy en día hayan podido tener un presidente Aymara, que no creo que sea algo habitual en el mundo.
Por tanto, creo que como colectivo han logrado una síntesis, si bien la demostración de estas tensiones son el golpe, que con fuertes contenidos racistas y clasistas, así y todo han podido vencerlo, han vuelto a tener elecciones y han vuelto a ganar quienes habían ganado en aquel momento, lo cual demuestra una fortaleza de estas posturas, siempre en pugna y en debate porque quienes defienden sus privilegios y quienes se identifican con posturas racistas y discriminatorias en apoyo de sus propios estatus o los que desean tener, no se van a dar por vencidos, así que siempre habrá esa tensión, pero en ese sentido, creo que la cultura del pueblo boliviano es maravillosa y han desarrollado e inventado prácticas de las que todos podríamos aprender bastante.
©José Luis García/Cinestel.com