La compañía teatral El Vacío Fértil, precursores del Event Cinema
Romina Pinto e Iván Steinhardt forman la compañía teatral argentina El Vacío Fértil, que recién en 2019 hicieron una gira por el territorio español y que ahora, vistas las restricciones de movilidad que han ocurrido en este 2020, han decidido dar el paso de presentar dos de sus obras por la vía del streaming, siendo a su vez una suerte de promotores de lo que se viene en los próximos años, cuando sin lugar a dudas habrá salas de cine que darán el salto hacia el Cine de Eventos, un nuevo concepto de uso de los espacios hasta ahora sólo cinematográficos, que ofrecerá la posibilidad al espectador de visionar en directo espectáculos teatrales, operísticos o deportivos.
En Cinestel ya nos hemos referido al tema en unas cuantas ocasiones, pero todavía no habíamos tenido la posibilidad de preguntarle su opinión a personas vinculadas al teatro y que, como en este caso, a su vez amen las películas y el cine.
Los dos espectáculos que ambos han presentado a través de las redes de Internet forman parte del ciclo “El pasado es presente: díptico teatral de autores españoles contemporáneos”, e incluyen subtítulos y un par de debates posteriores a la representación de las obras.
La compañía ha realizado ya tres giras por España, Italia y Argentina, que esperan reanudar en 2021 con otra nueva obra, escrita y dirigida por Marina Wainer, que tiene que ver con el tema de la violencia de género y que se titula “El virus de la violencia”.
Las dos obras que ahora se presentan en streaming son “De tiburones y otras rémoras”, con el trasfondo de las estafas bancarias de las preferentes y “El mal de la piedra”, cuyo argumento está sustentado en el tema de los miles de desaparecidos por el franquismo.
Desde la plataforma Alternativa Teatral se presenta esta iniciativa online pionera, que totalmente se puede considerar como una precursora de lo que será en un futuro próximo el Event Cinema.
Ambos actores responden las preguntas de Cinestel:
– ¿Cómo fue que les interesó que ambas obras tuvieran vínculos con España, y concretamente en el tema de los desaparecidos del franquismo?
En realidad la primera de las obras, “De tiburones y otras rémoras” de Sergio Villanueva, habla de la estafa de las preferentes, análoga a muchas otras en todo el mundo como “el corralito” en el caso de nuestro país. ’El mal de la piedra” de Blanca Doménech sí, efectivamente trata ese tema de los desaparecidos del franquismo y en ambos casos sucede lo que suele suceder cuando las energías están bien dispuestas: las obras y esta compañía se encontraron mutuamente.
En el caso de la segunda obra la temática de los desaparecidos nos atraviesa universalmente, sobre todo viviendo en Argentina pero tan importante como eso, fue toparnos con un texto que nos interpeló hasta el hueso. Nos puso de inmediato a cuestionarnos nuestras propias certezas y por ende a sublimar el pensamiento para convertirlo en espejo de las posturas extremas y de cómo estas nos envían inevitablemente al fanatismo carente de reflexión. Nos mostró que las verdaderas grietas parten de la base de ser incapaces de ponernos en el lugar del otro. Era un gran desafío hacerla en Buenos Aires pero mayor aún fue hacerla en España con todo lo que eso significa. Era y es un riesgo pero en definitiva los teatristas del mundo estamos para asumirlos.
Finalmente terminamos comprobando que para todos los espectadores que la vieron fue un bálsamo. Ahí se cerró ese círculo tan incierto en el cual nos metimos.
– ¿Y cómo fue la experiencia de organizar charlas o debates paralelos?
Fue genial. Alucinante. Desde la fundación de El Vacío Fértil nos hemos propuesto incorporar dentro de nuestra filosofía, el desafío de construir puentes entre instituciones que, a priori, no parecen tener nada que ver una con otra. ¿Qué relación podría haber entre ADICAE (una asociación de defensa del consumidor en España) y el teatro? Y sin embargo, cuando golpeamos la puerta hemos sido recibidos con los brazos abiertos. Han entendido que el teatro puede ser también una poderosa herramienta de concientización frente a distintas temáticas como por ejemplo el abuso deshonesto a consumidores.
Lo mismo hemos hecho con el segundo espectáculo. Convocar a los distintos actores sociales involucrados con la temática y que a su vez estuvieran dispuestos a enriquecer el contenido hablando con la gente. Desde expertos en restauración a gente de la ARMH e historiadores. Fue y sigue siendo acojonante poder vincularse con el público y sus emociones a flor de piel. Esa acción social posterior a la obra nos permite bajarnos del escenario, despojarnos del egocentrismo que a veces predomina en el mundillo del arte y hacer algo más. Quitar la convencional línea divisoria entre actores y espectadores para ayudar a construir una mejor ciudadanía. Todos formamos parte de la misma sociedad aunque cada cual ocupe un rol o un lugar distinto.
– ¿Notan diferencias entre el público argentino y el español?
La calidez con la que nos ha recibido el público en España nos hizo sentirnos en casa. Así de simple. En realidad las diferencias más notorias pueden ser culturales como muestra meramente superficial de las diferencias. Pero si indagamos más a fondo llegamos a la conclusión que el público que concurre al teatro, en especial al teatro off o independiente, en cualquier parte del mundo, parte de una base común fundamental que es la exploración de otras experiencias artísticas. Más alejadas de la pompa y boato propias del teatro comercial. Ese gen de la inquietud intelectual es inherente a cualquier tipo de espectador del planeta.
En todo caso, en nuestra experiencia, vemos que hay un patrón común que se repite de país en país y es que el público que no está formado como tal en las grandes capitales del mundo, ése que vive en las entrañas de cada nación tiene una receptividad menos contaminada de soledad tal vez. Vamos a un pueblo y dos horas después de haber interpretado un personaje nos encontramos con la gente en algún bar tomando una cerveza. Si esa experiencia es impresionante, imaginate lo que fue cuando se nos acercaron espectadores de “El mal de la piedra” a abrazarnos con lágrimas en los ojos para contarnos su experiencia personal con el tema de los desaparecidos durante la guerra. Se nos estremeció el corazón. El público de España nos cambió la mirada sobre la vida en general.
– ¿Está siendo el streaming una salida interesante a la imposibilidad de tener público en los teatros?
Es interesante si hay honestidad intelectual al subir la obra online. Nosotros en Argentina estamos en cuarentena desde el 20 de marzo y se habla de una nueva extensión hasta mediados de noviembre. Pasaron más de siete meses pero recién ahora estamos subiendo el espectáculo por tres días este fin de semana porque no estábamos conformes con el producto final. Podemos estar pasando por un momento económico terrible, pero no queríamos generar una salida económica a como dé lugar, es decir, nuestra circunstancia no quita ponernos en el lado del espectador.
Para empezar la entrada virtual es «a la gorra» o sea a voluntad, (empezando desde una cifra mínima en adelante), tanto en nuestra moneda como en euros. Luego le masterizamos el sonido a la obra; subtitulamos diálogo por diálogo, pensando en cualquier persona con algún tipo de impedimento auditivo (cada personaje con un color distinto) y finalmente le agregamos la charla debate grabada en la última presentación en Buenos Aires para seguir en la tesitura de esta acción social.
– ¿Y ustedes como actores de teatro y además buenos cinéfilos que son, cómo ven la progresiva implantación del Event Cinema para que alguien que está en Buenos Aires pueda seguir en directo una obra de teatro que se está representando en alguna otra parte del mundo a través de la gran pantalla de una sala de cine?
Es una sensación que corre por carriles paralelos. Está claro que el vivo presencial del teatro es irreemplazable. No es una declaración de principios, es una realidad. Una realidad que, como artistas, parte del deseo intrínseco de querer tener y sentir el público ahí cerquita, incluso con el ruido de los papelitos de caramelos o la luz desubicada de los móviles (que son insoportables) y a pesar de eso forman parte del ritual vivo. Pero a su vez, como espectadores, es imposible renunciar a la experiencia de poder ver el trabajo teatral aunque sea a través de una pantalla.
Si no podemos viajar ¿cómo negarse a la posibilidad de ver a un Francesc Orella, una Emma Thompson o una Ana Brun subidos a las tablas? La idea es increíble. Dicho esto, nos excita mucho la idea de Event Cinema. Entendemos que el teatro y el mundo de consumo audiovisual tienen que encontrarse y darse la mano eventualmente. Pensemos que esta tecnología no sólo beneficiaría al espectador ávido de teatro, sino que podría facilitar mucho la participación en festivales de distinta índole cuando es imposible viajar. Lo que nosotros amamos es actuar. Desde esa base queremos y debemos estar abiertos a las nuevas experiencias.
©José Luis García/Cinestel.com