Conversando con Juan Carlos Rulfo sobre «Carrière, 250 metros»
Estrenado en México el 2 de octubre de 2015
250 metros es la distancia que separa el lugar de nacimiento del escritor y cineasta francés Jean-Claude Carrière del que será su destino final, el panteón familiar en el cementerio.
En un trabajo documental encargado por la productora Natalia Gil Torner, Juan Carlos Rulfo refleja una especie de bitácora de viaje a partir de siete cartas que el protagonista dirige a sus hijas. Casa América Madrid le dedicó nada menos que cuatro días consecutivos de proyecciones y ya antes, en septiembre de 2011 fue presentado en San Sebastián.
En las cartas Carrière explica las experiencias y sensaciones vividas en su impresionante periplo repetitivo, idas y venidas que incluyen el acompañamiento de los guiones de los filmes de Luis Buñuel de la segunda parte de la década de los ’60 cuyo fruto hoy está presente en películas como «La vía láctea», «El discreto encanto de la burguesía», «Ese oscuro objeto de deseo» o «Bella de día».
Durante el documental lo vemos con importantes figuras que son pasado y presente en su vida como Peter Brook, Milos Forman y Mary Ellen Mark.
Transmitir sentimiento y emoción a los actores a través del guión para que éstos lo sepan interpretar ha sido siempre su mayor obsesión, también en las adaptaciones de novelas que ha hecho para el cine en filmes como «El tambor de hojalata» de Volker Schlöndorff, «Danton» de Andrzej Wajda, «La insoportable levedad del ser» de Philip Kaufman y la que Henning Carlsen hizo en 2011 de «Memorias de mis putas tristes» de Gabriel García Márquez.
En Cinestel hemos ido siguiendo los trabajos cinematográficos de Juan Carlos Rulfo y en esta ocasión comenzamos pidiéndole que nos hable sobre cómo se fraguó este proyecto:
«Fue muy bueno trabajar con Jean-Claude, fue una invitación de una mujer que se llama Natalia Gil que es muy amiga de él y que es una mujer llena de relaciones y de amistades muy particulares como es Raghu Rai o Suresh Jindal, el fotógrafo y el que fuera productor de la película «Gandhi» y, de repente, junto con otra persona que hace comerciales acá en México, fueron a visitarlo para platicarle de hacer otro proyecto y en ese camino, en varias cenas y pláticas sobre el proyecto, le propusieron hacer algo sobre sus memorias, algo así como Mi último suspiro pero sin que sonara a Mi último suspiro, el libro de Buñuel, y nació la idea de hacer una historia sobre siete cartas. Natalia le dijo a Jean-Claude que por qué no seleccionaba siete lugares y que fuera una especie de legado para sus hijas, una especie de instrucciones para viajar y encontrar estos lugares para cuando ellas crecieran. Una tenía 7 años y él tiene 80, ya ves, tuvo siete y ésta es muy chiquita. Tiene una nueva mujer, muy guapa, de 48 años. Él tiene otra hija de 48 años también y había como un espejo ahí muy curioso.
Se arma la idea y Jean-Claude se pone a escribir. Con el paso del tiempo a mí me invitan a trabajar porque Natalia anduvo buscando quien lo pudiera producir y Simón Bross, que es uno de los publicistas más fuertes de México, aceptó hacerla, tomó la batuta y conseguimos financiamiento.
Supuestamente somos co-directores Natalia y yo pero hubo ahí una mezcolanza de actividades por la que yo me dediqué a hacer la película y ella se dedicó más bien a ser parte de los traductores y coordinar las cosas junto con Simón.
Al principio, por falta de financiamiento, comenzamos por México (era más fácil traer a Jean-Claude a México que nosotros ir para allá) y poco a poco fue agarrando fuerza, tomando más confianza para que la película tuviera sentido porque eran unos textos muy largos, las siete cartas que escribió tenían un volumen como de sesenta páginas y era muy prosaico, muy bonito, pero había que volverlo película por eso tuvimos que seleccionar algunos fragmentos de esos textos por parte de mi mujer, que es la editora, Valentina Leduc, quien tuvo que hacer un trabajo muy particular de síntesis y fue más bien la idea de ir a esos lugares con una mediana guía de lo que las cartas decían de qué es lo importante y qué es lo que hay que ver y la voz off se fue convirtiendo en lo que era esa selección de las cartas. Hay una segunda línea narrativa que es lo que Jean-Claude decía en esos lugares como ocurrencia de lo que le sugerían y luego estaba la acción de lo que le pasaba a él en esos lugares.
Esos tres niveles fueron los que llevamos y lo bonito era que ya en el montaje, cuando te aburres de un lugar puedes ir a otro y cuando se agota ése puedes ir al otro y empiezas a construir como una bola de nieve que no se detiene y pudiéramos haber seguido viajando y podríamos haber hecho una serie de televisión, porque la vida es así y está llena de historias que contar aquí y allá sobre todo cuando tienes la edad de Jean-Claude con su adicción a buscar cuentos, a buscar historias, que a mí me fascinaba.
Fueron más o menos doce semanas de rodaje y ocho meses de edición. Buscamos entrar en Cannes pero fue cuando México se peleó con Francia por un caso muy particular de una tal Florence Cassez. Iba a ser el año de México en Francia y se cayó todo eso.
No pudimos estrenar allí, que hubiera sido lo ideal porque el protagonista es francés, y nos invitaron a San Sebastián. Y allí fue donde, en su 80 aniversario, se presentó la película. A partir de ahí ha tenido presentaciones muy especiales y yo me he seguido fascinando con esta idea de que es un guionista que está tratando de hablar, que está construyendo una película que no tiene guión y que, por un lado, ha sido como una clase para los dos de que él por primera vez esté tratando de participar como consejero para contar su propia historia y uno pues tratando de ver cómo jugar con todas estas piezas y tratando de que de repente si hay algún problema pedirle a Jean-Claude que juntos lo solucionemos en términos creativos.
Finalmente él no intervino tanto, fue al final de la película cuando nos reunimos, cuando ya estaba editada para decirle ¡oye, aquí está armado con el texto que tu nos diste, tal vez podemos cambiar algunas frases o cosas para que la película acabe de amarrar! tratándole de dar un final que tuviera relación con un texto sufí que tiene que ver con los siete valles, los pájaros que viajan por los siete valles y esos valles son como una metáfora de las cartas y que, al llegar al final de estos siete valles, te encuentras contigo mismo, y eso le quedaba un poco más claro.
Al final, tú recorres una serie de aventuras e historias para encontrarte contigo mismo y tratar de ver quién eres. Ése es un poco el mensaje.
– Imagino que el trabajo más arduo y complicado consistió en hacer una síntesis de todo lo que estuvisteis filmando.
Claro, sí. Muchas veces no había tanto que hacer. Un caso muy concreto fue lo que pasó en Toledo donde había la anécdota de ese viaje que hacían Buñuel, Lorca y Dalí y a partir de ahí, cuando Buñuel lo invitó a viajar a este ritual, era difícil porque era todo de memoria. No íbamos a poder hacer una puesta en escena de los tres caminando y Buñuel vomitando en la esquina.
Ése fue el ejemplo del lugar más duro, más difícil de poder sacar el cuento. Entonces intentamos inventar y ser simpáticos y al mismo tiempo solemnes y cuidar un poco la memoria, pero no hay mucho más que decir.
Lo mismo pasaba dentro del teatro donde él estaba con Peter Brook, un momento que fue muy pequeño.
París,… siempre uno que va a París se antoja tomarle fotos a todo porque es muy fantástica la ciudad y entonces yo ya por fin tenía un pretexto para poder tomar unas imágenes con alguien que le daba peso a esas historias. París es filmable por todas partes aunque siempre eliges las que te parecen mejores.
Recuerdo el momento allí en su casa, en el sur de Francia, con la montaña y las memorias. Hay mucho recorrido para llegar a saber qué es lo más sintético.
Me pasó por primera vez que sí que había algo que no te dejaba divagar, sí te decía que había que ir por tal o cual camino y luego se hizo bastante sencillo. Tal vez India era lo más tremendo porque allí nos estuvimos un mes, entonces pudo haber sido una sola película de la India, pero también si no tienes un pretexto para contar una historia, las piezas sueltas no tienen sentido.
Entonces, el que amarraba todo finalmente era Jean-Claude y la historia de Mahábharata y la de todos esos dioses, y yo lo que quería era que todo lo que se viera fuera un dios. Entonces todo pega ahí y puede ser utilizado siempre y cuando tenga ritmo y te dejes llevar a través de este pretexto que son los dioses que están en todas partes.
Esta unidad en la que todo eso convive fue distinta a mis anteriores películas, «Los que se quedan» y «En el hoyo», donde había muchísimo material, muy rico y muy poderoso y ahí sí que, como dicen en México «parimos chayotes» porque sí habían muchas posibilidades y muchos personajes, fueron dos años de rodaje, en un mismo lugar viendo pasar miles de aventuras y de historias y tener que elegir cuales son las mejores. Fue estar decantándose durante año y medio de edición.
Acá fue el tiempo reflexivo de estar sentado y montar unas piezas como de rompecabezas, pero estaba muy claro el camino. Fue, yo creo, la primera vez y eso me dio mucho gusto.
Por otro lado, una cosa muy importante es que los intelectuales, los escritores, todos los artistas son muy difíciles a veces. Es muy difícil trabajar con un francés si es famoso, por ejemplo, porque tienen un carácter un poco difícil, por no decir insoportable. Jean-Claude es muy amable y fue muy fácil salvar eso. De los 78 a los 80 años, que es cuando estuvimos con él, vimos que se cansa y había que darle sus tiempos pero el señor sigue andando y caminando, sigue su viaje a todas partes y no se cansa, entonces eso se agradece mucho y es lo que facilitó las cosas.
– Y él aparte de haber sido un viajero infatigable, dice que no se siente extranjero en ninguna parte. Es como si fuera un ciudadano del mundo.
Sí, porque su actitud es inmediatamente muy amigable con las cosas. No llega en plan déspota a decir ‘yo soy el que sabe aquí’. Él está bajo un epígrafe que dice en la película que es el de buscar historias que nos hagan mejores y eso es algo que yo siempre intento todo el tiempo que es tratar de buscar a mis amigos, tratar de encontrar relaciones que te ilustren, que te den más sobre la vida. A través de conocer otras culturas, te conoces mejor a ti. Es como el conocer muchos idiomas, poder hablar muchas lenguas, que te abre la cabeza o el entendimiento de las formas de pensar.
De la misma manera, viajar con esa perspectiva como es la que se plantea en Toledo, de viajar sin ver, estar, sentirte y saber dónde estás sin necesariamente dejarte apabullar por la belleza del mundo, eso es una gran cosa. Es más, yo creo que ya no se puede viajar igual, ya no se puede viajar como los japoneses que recorren miles de kilómetros para ir a tomarse la foto y regresar, sin haber sentido realmente lo que es ese lugar, sienten que no fueron si no tomaron esa fotografía.
Aquí el ejercicio es no ver, estar ahí, sentir que estuviste ahí pero sobretodo hacer un experimento contigo y tu acumulación de cosas en la vida como para poder decirle al porvenir, a tus hijos en ese sentido, que hay historias que hay que buscar y hay momentos de auto-conocimiento que hay que desarrollar. Yo creo que es uno de los grados más sabrosos de la literatura y del arte, poderte tocar, poderte sentir contigo mismo, trabajar eso mientras tu viajas y alguien esté contigo. Y gastarse un dineral para hacer un viaje a no sé donde, a India, Siberia o a donde sea, nada más para ver el templo de fulano de tal. Algo te debe pasar, seguramente no es el viaje, algo te está pasando y se trata de eso, se trata de ese auto-conocimiento y es muy bonito.
– Buñuel también es México y por eso te pregunto qué tan conocido es entre los mexicanos actualmente.
Mucho. Para la comunidad cinematográfica es único y representa toda una época. Es de una generación que hizo un tipo de cine muy particular sobre México, que tiene una lupa muy particular y lo supo ver de una forma muy especial.
Es un cine muy diferente el que hizo para México que el que hizo fuera de México. «Bella de día» y «El discreto encanto de la burguesía», toda esa serie de películas que hizo cuando estuvo Jean-Claude, por cierto, son películas muy diferentes porque son surrealistas, son difíciles para nuestra gente. En cambio, el cine que hizo él aquí, que es «Los olvidados», «Viridiana»,… pues habla mucho de la vida cotidiana y tú te reflejas porque la conoces, la entiendes. La otra parte de su cine, pues no. Entonces, es curioso, se divide como en dos y como la parte elitista de Buñuel es «Una bella de día» y la parte que toca a la gente y que toca a México, pues «La ilusión viaja en tranvía» o «Los olvidados».
Entonces sí tiene como dos públicos pero es muy conocido y mi manera de poderle decir a la gente que estoy haciendo una película con Jean-Claude Carrière y me preguntan ¿quén es ése? y les digo que fue el mayor guionista de Buñuel que hizo las películas fuera de México, y entonces me dicen ‘ah, ok’, el que hizo «El último suspiro»; ‘ahh, claro’; pero en ese sentido es la referencia y yo creo que a Jean-Claude no sabía si en cierta forma le pesaba que su vida fuera reconocida gracias a Buñuel, pero no, resulta que él lo acepta y está feliz y muy orgulloso de que finalmente Buñuel fue quien le abrió la puerta a todo este mundo.
Dice que le enseñó mucho y como él dice, el mejor maestro es el que recuerdas incluso cuando ya no está presente.
– Y del reencuentro con viejos amigos se plantea un poco la perspectiva de qué es lo que has conservado y en qué has cambiado también. ¿Carrière te hizo algún comentario fuera de cámara al respecto?
Sí, por supuesto e incluso están filmados también muchos de estos momentos, como por ejemplo el caso particular de Peter Brook que es la persona con la que más trabajó en unos 30 años. ¿Te imaginas esa cantidad de años con una sola persona haciendo teatro, con la intensidad que es el teatro y la cantidad de horas y de tiempo que pasaron juntos ahí?
Cuando terminamos de filmar y estábamos todavía ahí recogiendo el equipo, él estaba llorando. Por un lado, lo que sintió a lo largo del rodaje es que tal vez será como la despedida. Tal vez ya no volverá a Teotihuacán en México, tal vez ya no iba a volver a Oaxaca, tal vez ya no iba a volver a ver a Peter Brook, o volver a la India o a Toledo, porque él es consciente de que tiene una edad bastante avanzada pero ahora está muy bien.
Se operó la rodilla y por eso en todo el rodaje cojeaba un poco, teníamos un tiempo contado de andar caminando con él, unas tres horas al día y después había que descansar, estar sentados, platicar un poco de otras cosas pero bajo ese espíritu incansable de estar siempre buscando. Sí había como esta sensación de copiar también lo que le decía Buñuel de que siempre que sales de detrás de algún lugar, te despides, y hay despedidas que son para después y otras que son definitivas y entonces sentíamos que había momentos mucho más fuertes donde se presentía esa definitiva y quizá era en lugares donde había estado con Buñuel, como el caso de San José Purúa donde ya, por cierto, lo tiraron, ya no existe más y en donde en definitiva sí fue su despedida.
Tal vez venga a México. Queremos estrenarla en otro festival, el de Morelia hacia octubre, y bajo ese pretexto sabemos que le gusta, que se renueva esa posibilidad de que no haya sido la despedida definitiva. Por supuesto con Milos Forman, con Peter Brook, con gente del teatro porque está su vida ahí resumida, y los hijos,.. cuando estábamos en el panteón ante su padre y su madre y cuando ve a su hija, porque es una cosa muy extraña que solamente cuando te pasa sí lo puedes explicar, pensar que allí le van a enterrar. Parece como un cuento a veces frívolo, pero hoy sí extraña a su gente y ahí está,… ver a su hija corriendo y diciendo qué bueno que tuve la oportunidad de verla correr y crecer y cómo va conociendo la vida y qué bueno que yo estoy aquí para darle lo que desee.
Todo eso que son las situaciones más cotidianas y aparentemente poco intelectuales, es muy bonito y se ve constantemente.
– ¿Tienes ya en mente algún otro documental?
Sí, ahorita me entraron las ganas, de hecho yo entré a hacer esa película porque, siendo una película de encargo, por supuesto para conocer a Jean-Claude, por los viajes que son atractivos y por conocer otras latitudes que no fueran México que es donde había estado trabajando, pero tenía la curiosidad de imaginar qué es lo que hubiera sido si hubiera viajado con mi padre. Si mi padre hubiera vivido y me hubiera dado la oportunidad de conocer esos lugares por los que viajó y que él conoció, pues hubiera sido fantástico.
Al terminar este rodaje lo que se me antojó fue como recogerme, resguardarme y tratar de hacer una historia sobre, no digo sobre mí mismo, sino sobre las cosas que me interesan, que me han formado y que son tan universales, como son los hijos que son los pilares y las personas que más te mueven, en una especie de mezcla de todos los formatos, de todas las cosas que he aprendido, metiendo en la licuadora todo lo que sé, prender la licuadora y ver qué obtengo.
Donde haya ficción, documental, animación, donde hayan cosas que sean juguetonas pero cuidar la confección del asunto y esto después de haber hecho otra película que se llama «De Panzazo», una película sobre la educación que fue algo muy duro porque se hizo como rodaje paralelo, la de Carrière y ésta sobre educación que tiene mucho que ver con una película gringa en donde se hace referencia a lo que está pasando a nivel educativo en México y las cosas se pusieron pesadas en varios niveles. Todo eso fue un proceso y yo tengo ganas como de regresar a uno mismo y valorar lo que tiene.
– Escuché hablar a tu padre en una entrevista en la que aseguraba haber destruido aquellas obras literarias escritas por él que no le gustaban. ¿Esto fue así, tan contundente? ¿Es una manera de darle mucha importancia a lo que estás queriendo transmitir?
Pues tal vez. Lo que pasa que esa función de que alguien destruye algo pues es, quien sabe si ocurrió, quizás sí quizás no, pues es algo muy provocativo y muy evocativo.
Entonces, lo mismo que podrías recorrer los lugares que posiblemente él conoció y que, de alguna manera, son como fuentes de ideas. Entonces yo tengo una serie de cartas que le escribió a mi madre y que están publicadas y que hablan de lugares y de sensaciones que finalmente también son la creación de esta familia en la que estoy.
Eso es lo bonito. Finalmente es como hacerte dudar la memoria de las cosas que te construyen, como los trovadores que van cantando la canción por aquí y por allá porque lo que quiero es seguir permitiendo esa memoria y eso es lo que choca desde un principio.
Me motivaba muchísimo la historia de los viejos. Mis dos primeras películas hablan de eso; no de mi familia pero sí del contexto en el que crecieron y eso a mí siempre me ha gustado: escuchar hablar a la gente y que lo que dice esa gente tiene que ver con lo que a uno le interesa del desarrollo de uno mismo viendo cómo crecen los chicos y al verlo uno se recuerda de cómo creció y entonces uno se recuerda del padre que le vio crecer a uno. Hay toda una serie de espejos ahí que te regresa a las pequeñas cosas.
Hubo una vez en Casa América una conversación sobre eso, sobre las pequeñas cosas, y se me hacen fundamentales porque siempre está el rescate de lo más cotidiano, que se nos olvida porque siempre estamos buscándole la gran historia y tal vez la gran historia no existe sino hasta que tu tal vez te mueres o vives ese gran evento que te cambia totalmente el rumbo de la vida, pero merece transcurrir. Siempre hay ese tipo de cosas muy pequeñas, muy insignificantes que es esto que tal vez hizo Jean-Claude que es la insignificancia de los grandes momentos, y es muy interesante. De repente a mi hija le pregunto constantemente ¿te acuerdas de tu primer recuerdo? y bueno, todo lo que me dice de ese primer recuerdo que hace evocarle a uno, es interesante tratar de sacarle ese tipo de historias a la gente y cuando logran hablar de eso pues para mí es fascinante.
©José Luis García/Cinestel.com