«Aprendiendo a conducir», de Isabel Coixet; el contraste de dos crisis

Estreno en España.
Es indudable que la transformación de obras literarias en cine requiere de un talento especial y en «Aprendiendo a conducir», Isabel Coixet ha tenido la gran habilidad, consustancial a sí misma, de encargar a la guionista estadounidense Sarah Kernochan la adaptación de un texto que la ensayista feminista Katha Pollitt escribió para The New Yorker. El filme sostiene fuertes vínculos con determinados clichés y prejuicios sociales, poniendo a prueba la capacidad de sus dos personajes principales para abordar lo que sencillamente es una amistad normal. Patricia Clarkson y Ben Kingsley bordan sus respectivos papeles. Ella es una neoyorquina crítica de libros cuyo matrimonio está prácticamente en una ruptura. Él es un profesor de autoescuela que nació en la India y que profesa un escrupuloso respecto por sus tradiciones sijs.
Coincidencias del destino hacen que un día se conozcan y que él acabe siendo su profesor para conducir automóviles, algo que Wendy no había considerado porque durante más de 20 años fue su marido quien la llevó a todas partes. Eso significa muchas cosas para ella, y en especial simboliza su acceso a una independencia de movimientos que le puedan facilitar una mayor apertura al mundo que le circunda.
«Aprendiendo a conducir» es un tipo de película que nos habla sobre lo interesante de una amistad sincera entre un hombre y una mujer, en la que él también aprende cosas que desconocía, mientras se ayudan mutuamente sin habérselo propuesto. La historia tiene un apego especial por lo real, y en ese sentido no escapa a prejuicios bastante generalizados entre los neoyorquinos que con frecuencia confunden por su vestimenta a los hindúes con los musulmanes. Con imágenes del verano en Nueva York, el filme dosifica muy bien los momentos que se corresponden con la parafernalia de rituales religiosos Sijs a los que acude Darwan, el protagonista.
Amistad, amor, orgullo, pérdida, ayuda no premeditada y continuidad en la vida, constituyen los ejes de una historia con ausencia de golpes bajos, amable incluso, que nos devuelve la mirada de dos estupendos actores que ya habían participado en otra obra anterior de Isabel Coixet, la erótica «Elegy» del año 2008.
©José Luis García/Cinestel.com