«Atrás hay relámpagos», de Julio Hernández Cordón; la fiel rebeldía

Las diferencias en el contexto social son determinantes a la hora de fijar la tendencia o el concepto de libertad que se tiene entre la población joven. El cineasta de origen guatemalteco, Julio Hernández Cordón, da con «Atrás hay relámpagos» un paso más en su manera de describir a través de las películas las virtudes y las carencias de la juventud en el mundo actual. Y si en anteriores películas nos sumergía en un terreno de pobreza y violencia subyacente e incluso explícita en algunos casos, esta vez nos sitúa en Costa Rica, con Sole y Ana, dos chicas que por contra quizá podrían tenerlo todo arreglado en la vida, pero que insisten y reinciden es su inexplicable necesidad de trasgredir y desafiar las normas con la finalidad de sentirse bien con ellas mismas.
Hernández no modifica ni un ápice sus buenos aportes a la credibilidad narrativa, contando además con que esta vez sus dos protagonistas ya tenían experiencia previa en la actuación.
El hecho de que por lo menos sepamos que la abuela de Sole sea una mujer adinerada, le da a este nuevo relato del consistente director una nueva perspectiva para volver a tratar problemáticas vinculadas con los entornos familiares o la amistad, pero sin repetir áreas ya tocadas en su filmografía y trasladándose a atmósferas alegres y joviales, aunque algo desencantadas con el mundo en general, sin que ese velado inconformismo se manifieste en contra de alguien o de algo en concreto y ni mucho menos a través de la política.
Las dos chicas disfrutan montando en bicicleta, relacionándose con chicos que también lo hacen, y poniendo a prueba a quien haga falta, tanto si es conocido como si no lo es. Al mismo tiempo, ambas investigan entre una serie de autos viejos de primera gama que la abuela tiene desperdigados por su gran jardín. Y ahí van mirando la posibilidad de agarrar alguno de ellos para trabajar como taxistas.
Hernández tiene una facilidad admirable para definir ciertas líneas paralelas de estos personajes que van en una misma dirección, y cuyo valor egocéntrico acaba confluyendo en un espacio común. Tampoco olvida algunas situaciones concretas que funcionan muy bien en el cine de hoy y de siempre, como son las relaciones mutuas en esos espacios conjuntos y la tendencia a huir de los estereotipos anquilosados en torno a la belleza femenina, con implicaciones estéticas y luminosas sobre las que este director es un sabio e invita incluso a revisitar sus películas.
Como se notará al final, «Atrás hay relámpagos» es una película que juega con un tema primordial y principal: el de la responsabilidad individual y colectiva dentro de un mundo algo atomizado que indefectiblemente acaba colisionando con motivo de una rebeldía que aquí desdibuja las líneas entre la necesidad y la opulencia. Estas chicas y su pandilla de amigos parecen estar incluidas en una generación abandonada a su suerte y con el hedonismo y la transgresión como banderas.
©José Luis García/Cinestel.com