La juventud y el conflicto mapuche: ‘Mala Junta’ de Claudia Huaiquimilla

Fue la más reciente edición del Festival de Cine de Valdivia la que coronó a esta ópera prima como mejor película chilena. «Mala Junta» es una historia dramática en la que pasado, presente y futuro convergen de una manera especial a través de la amistad que mantienen dos jóvenes que rondan los quince años de edad, uno de los cuales es de ascendencia mapuche.
Su realizadora, Claudia Huaiquimilla, es también descendiente del Pueblo Mapuche. De hecho, su apellido significa en lengua mapudungún ‘lanza dorada’ (Huaiqui Milla), ya que los guerreros huaiquimillas solían ser fácilmente reconocidos por el haz dorado que reflejaban sus lanzas una vez la luz del sol los atrapaba.
Los protagonistas son un chico urbano forzado a vivir en el campo junto a su padre tras haber cometido un delito de robo, quien conoce allí a un joven tímido mapuche con el que entabla amistad.
Es en la escuela secundaria donde Tano conoce a Cheo, un compañero de estudios que es objeto de burlas e intimidado por el solo hecho de ser de origen indígena. Los dos viven en un entorno tenso y repleto de prejuicios, dominado además por las reivindicaciones de los pueblos originarios y la represión de los carabineros chilenos.
Huaiquimilla domina el relato combinando distintos tipos de tratamiento de imágenes en función del momento que se retrata, siempre lineal. Las mujeres quedan en el principio del filme un poco relegadas a nivel narrativo, pero poco a poco se van implicando con mayor frecuencia. Entre las actrices aparece Francisca Gavilán, profesional chilena reconocible a nivel internacional por otras muchas películas.
Camino y movimiento son dos elementos de importancia también en «Mala Junta», una historia en la que si bien no paran de suceder cosas dentro de ese entorno enrarecido por distintos tipos de problemas, tanto sociales como familiares, mucho de lo que pasa deriva o se añade al tema principal, que no es otro que el de la identidad y el respeto por una cultura ancestral. O mejor explicado todavía: gran parte de lo que ahí acontece en el ambiente es una consecuencia de esa ignorancia interesada que por el motivo que sea, no se quiere resolver o hay personas que querrían hacerlo y no saben cómo.
La película es igualmente una constatación de que a nivel emocional y familiar los problemas pueden llegar a ser los mismos, tengas la ascendencia que tengas, pues los papás de los dos chicos nos llegan a dar buenos ejemplos de ello.
Huaiquimilla traza una película certera y creíble en torno a un problema que es básico: la incomprensión del otro y ese empecinamiento en no quererse enterar de lo que se tiene delante de los ojos. También sobre la sandez de provocar que una persona parezca problemática, cuando lo que le pasa es que ese rechazo directo o sutil que sufre le está haciendo sentir falsamente como si fuera un fracasado.
La crianza conflictiva de estos chicos, la palabra hiriente lanzada con el propósito de hacer daño, los prejuicios sociales y la discriminación, aparecen también aquí en un primer plano. La directora de origen mapuche nos presenta en su primer largometraje de ficción un notable trabajo para la reflexión.
©José Luis García/Cinestel.com