«Rey», de Niles Atallah; la habilidad de tapar las caras de la Historia

Muy pocos detalles concretos se conocen acerca de las pretensiones del francés Orélie-Antoine de Tounens, cuando allá por el año 1860 el pueblo mapuche lo proclamara como su monarca, el Rey de la Araucanía y la Patagonia.
Lo que sí que está claro es que se trató de un personaje rocambolesco que un día apareció en la vida de una comunidad aborigen que todavía hoy lucha por sus intereses como pueblo identitario.
Para hacer «Rey», el director chileno Niles Atallah necesitó siete años durante los cuales, además de vérselas y deseárselas para conseguir apoyo económico hacia el proyecto, parece que encontró cierta negación entre los mapuches a la hora de explicar lo que les pasó a sus ancestros, es decir, cómo pudieron aceptar a un guía casi espiritual que a todas luces se vislumbra como un embaucador.
Con una singular construcción narrativa y bajo la premisa de que el tiempo y la negligencia han deteriorado las huellas de este hombre, Atallah comienza y acaba el filme con sendos collages obtenidos con película emulsiva durante su prospección previa para poder elaborar el guion de la película.
Es precisamente en su necesidad de subrayar la distancia temporal que nos separa desde que acontecieron los hechos, durante la segunda mitad del siglo XIX, que el director ha optado por dotar a toda la película de sutiles efectos especiales que en su mayoría se asemejan a la calidad de las películas fílmicas que se veían en el siglo XX, inclusive con las típicas rayitas cuya presencia era casi constante.
Hay que recordar que al pueblo mapuche el colonialismo español le otorgó la independencia en el tratado de Quillín de 1641, estatus que logró mantener durante unos 240 años, siendo este extraño francés uno de los actores públicos a la hora de ocurrir aquella decadencia y pérdida de soberanía en favor de Chile, cuando el coronel Saavedra del ejército chileno comenzó a ocupar las tierras de la Araucanía.
Tounens había vivido tiempo atrás en Valparaíso y en Santiago, donde aprendió a hablar español al tiempo que los historiadores lo relacionan con las logias masónicas. Fue en 1860 cuando el pueblo mapuche lo proclama como su Rey tras haber aprendido también el idioma mapudungún.
En «Rey», Niles Atallah le dedica tiempo solamente al periodo en el que su protagonista accedió a territorio mapuche, sus primeros contactos con los líderes del lugar y su auto-declaración como monarca. Se le muestra también como artífice de una Constitución e inclusive de una bandera y un himno, así como igualmente nombrando a sus ministros.
Pero el apartado más intenso del filme es el del juicio posterior a que fue sometido por los militares chilenos, cuyas imágenes se intercalan en diversos flashbacks. El director ofrece este reto en un tono teatral con escenas en las que todos los participantes de la vista llevan unas máscaras faciales que los representan a ellos mismos.
El enigma de quién de las dos partes pudo estar haciendo teatro y quién no, es una de las dudas más importantes que plantea este relato que evita en todo momento ser maniqueo, manteniendo una constante atmósfera de misterio que mereció la aprobación del jurado oficial del Festival de Cine de Rotterdam (Holanda), al otorgarle el Premio Especial del Jurado, que en la práctica equivale al galardón más importante del certamen.
©José Luis García/Cinestel.com