«Colonia Dignidad», de Florian Gallenberger; terror alemán en Chile

Mostra de Cine Alemán Actual – Barcelona
Emma Watson, Daniel Brühl y Michael Nyqvist son los principales protagonistas de este drama tipo thriller que está inspirado en unos muy feos y escandalosos acontecimientos sucedidos por largo tiempo en Chile, en los que estuvo directamente implicada la diplomacia alemana radicada en Santiago. El nivel de sarcasmo en este sentido de los funcionarios de Exteriores del Estado federal alemán fue considerable, si se tiene en cuenta que al mismo tiempo que permitían aquel gran campo de concentración de la dictadura de Pinochet, otorgaban asilo político a cualquier activista de la izquierda chilena que lo solicitaba dentro del territorio de Alemania. Un doble juego bastante indigno.
«Colonia Dignidad» es una buena película que utiliza recursos narrativos clásicos para resolver el suspense en el que se encuentra la pareja alemana que la protagoniza, Daniel un fotógrafo inquieto y Lena, una azafata de la aerolínea Lufthansa.
Seguramente, el director Florian Gallenberger pareció calcular que todos los posibles espectadores de la película deberían de estar al tanto de los detalles del derrocamiento del gobierno democrático de Salvador Allende, porque en la breve contextualización que hace al principio, diluye algunos datos que habría sido interesante mínimamente mostrarlos.
Con motivo de la imposición de Emma Watson como actriz por parte de una de las tres coproductoras, se decidió también filmar toda la película en lengua inglesa, lo cual provoca algo de extrañamiento, sobre todo al principio, aunque después, siendo una ficción tan bien llevada, te vas acomodando a ella.
«Colonia Dignidad» no se rodó en Chile, sino que se buscaron locaciones europeas, y las calles de la capital chilena son en realidad las de la ciudad de Buenos Aires. El resultado de todo es una película que encuentra lo que está buscando: la posibilidad de llegar al mayor número posible de espectadores.
El guion está escrito por el propio director junto a Torsten Wenzel, quienes inclusive tuvieron en cuenta durante su desarrollo las características principales del imaginario psicológico de ese verdugo y pederasta llamado Paul Schäfer, quien predicaba una religión sin nombre basada en la disciplina y en una «cercanía a Dios», al tiempo que ordenaba torturas con electroshock y tratamientos con psicofármacos a sus víctimas.
Aunque las actividades macabras de la Colonia se mantuvieron durante unas tres décadas a partir de 1961, la película denuncia a través de la ficción su implicación con el secuestro de militantes de izquierda tras el triunfo del golpe de Pinochet. Y a pesar de todo lo enfermizo y siniestro que fue Schäfer, aquí lo que peor llevará cualquier espectador interesado de verdad en el tema es lo del paradigma de la impunidad de la que gozan, como se percibe incluso en ese final tan cinematográfico que tiene el filme, de esos que solo pueden ser vistos en las películas.
©José Luis García/Cinestel.com