«Desierto», de Jonás Cuarón; una reflexión acerca de la xenofobia

Estreno en España el 6 de enero de 2017
Usar los recursos que tiene el cine para intentar señalar cómo podrían ser en la práctica determinadas actitudes o expresiones xenófobas, es un ejercicio interesante que el director Jonás Cuarón aborda con mucho ahínco en su segundo filme.
«Desierto» es una película que se centra en las acciones que comete un loco estadounidense, encarnado por Jeffrey Dean Morgan, contra un grupo de mexicanos que está cruzando la frontera con los Estados Unidos de manera clandestina.
Armado con un rifle de precisión, el demente cazador parece ser un habitual en esa larga y compleja línea que separa México de su vecino del norte.
Gael García Bernal es el otro protagonista de esta agresiva e insistente historia en la que se ven involucrados un grupo de emigrantes de México que lo único que quieren es un futuro mejor, tanto para ellos como para sus familiares.
Todo comienza a bordo de un vehículo todoterreno que transporta a los migrantes ilegales con la finalidad de cruzar al otro lado. Una avería mecánica los deja tirados y es el momento en que Moisés (García Bernal) y sus acompañantes deberán seguir su camino a pie hasta alcanzar su deseado objetivo limítrofe. Pero es algo más tarde cuando por azares del destino se encontrarán con Sam y su perro Tracker, una coincidencia que no tardará en convertirse en fatal.
Cuarón define muy bien sus cartas a partir del momento en que los emigrantes atraviesan la valla fronteriza. Es una escena obviamente artificiosa, que al mismo tiempo nos da a entender con eficacia lo falso que es el patriotismo entendido como algo inmaterial y hasta espiritual. Todo ello se refleja en la insana actitud de ese cazador de humanos que piensa en la nación en la que vive como algo abstracto del resto del mundo, sin ponerle la atención que debería a los miles y miles de estadounidenses respetuosos que se enojarían ante un tipo así, que más bien utiliza en el filme su pretendido y presuntuoso patriotismo como una excusa para saciar su sed homicida.
Las obsesiones de este personaje conflictivo y marginal son recurrentes. De ahí que la película se introduzca en ese juego extenuante en torno a un círculo de terror sin salida, aquí expresado en las vueltas que se dan a una misma gran roca. Es la forma que tiene «Desierto» de expresar lo absurda e inútil que es la xenofobia contra cualquiera, en este caso un grupo de mexicanos que intentan hacer lo que creen que es mejor para sus vidas. Poco a poco nos damos cuenta de que el filme parece estar adquiriendo tintes irreversibles, en una película que critica con su capacidad en el desempeño actoral (y canino, ojo al perro en su actuación) la patriotería y el chauvinismo, por encima incluso de la poco probable verosimilitud del guion.
©José Luis García/Cinestel.com