«Jackie», de Pablo Larraín; unos mismos hechos desde nueva óptica

Estreno en España
Es la primera incursión del director chileno Pablo Larraín en el cine de habla inglesa. Natalie Portman encarna a quien fuera la primera dama de los Estados Unidos, Jackie Kennedy, esposa del célebre presidente de los Estados Unidos, cuyo mandato fue repentinamente interrumpido por un atentado que acabó con su vida mientras visitaba la ciudad de Dallas.
El asesinato fue una noticia de abasto mundial en aquel año 1963. Una muerte que conmovió a personas de todo el mundo, en especial por el modus operandi de quien lo mató con un rifle de muy largo alcance. No se habló de otra cosa durante bastante tiempo después.
Lo que ha hecho Larraín y su equipo es recopilar todo aquello que se sabe acerca de la reacción de la esposa del mandatario norteamericano, para acabar haciendo un interesante acercamiento al tema.
El trabajo de Natalie Portman es indispensable a la hora de hacer una valoración positiva de este filme que abarca solamente esa penosa parte de su biografía. Aquí es necesario destacar su poderosa apropiación de los gestos, el acento y hasta la cadencia de voz, fruto de un minucioso estudio del personaje que representa. Portman tenía algunas diferencias físicas que salvar, pero se percibe enseguida que trabajaron duro para que apenas se notaran.
Jackie Kennedy es una mujer que estuvo toda su vida a merced de las mieles del poder político y económico. Pero el asesinato de su esposo, provocado con tanta premeditación y alevosía, le obligó a adoptar posiciones distintas en cuanto a tres frentes: llevar con la necesaria templanza los actos fúnebres, tener que -magníficamente hecho- comunicarles a los dos pequeños hijos la ausencia definitiva de su padre, y tratar de minimizar las dificultades de un cambio de inquilino en la Casa Blanca. Un periodista que la entrevista en aquella misma época sobre el legado de su marido, coloca la guinda que completa la narrativa de esta película tan bien lograda.
A través de «Jackie», Pablo Larraín consigue reflejar la pena de esta mujer, con recuerdos como el concierto que dio Pau Casals en la residencia oficial, interpretando la canción popular catalana El Cant dels Ocells, o las frecuentes visitas a la casa de las compañías televisoras y los consejos de un religioso actuado por John Hurt, en el último papel de su vida.
Este trasfondo impresionista queda magníficamente descrito por el director chileno, sobre todo en los momentos posteriores al atentado a los que añade algunas escenas íntimas de la primera dama sola en su habitación, afligida tras el tiroteo.
Kennedy vivió famosa y murió famosa, pero sin embargo su personaje asegura en la película que siempre había tenido la sensación de que nunca nada fue suyo.
©José Luis García/Cinestel.com